Investigación

El CSIC descubre que los machos de calamar podrían cuidar de sus huevos

Científicos del IIM graban en el Mediterráneo el que podría ser el primer registro de este comportamiento parental en cefalópodos

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El CSIC descubre que los machos de calamar podrían cuidar de sus huevos.

El CSIC descubre que los machos de calamar podrían cuidar de sus huevos. / REDACCIÓN

Sandra Penelas

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El primer seguimiento en el medio natural de una puesta de Loligo vulgaris, la especie de calamar que habita las aguas gallegas, sorprendió a los investigadores del IIM-CSIC con un hallazgo inesperado. En contra de las teorías asumidas hasta ahora por la comunidad científica internacional, los expertos grabaron a un macho y a una hembra velando por el bienestar de los huevos y obtuvieron el que podría ser el primer registro de cuidado parental por parte de un macho en cefalópodos.

“Hasta ahora, se pensaba que los abandonaban a su suerte tras la puesta, se desentendían por completo y no volvían a cuidarlos, pero nuestras observaciones dejan la puerta abierta para futuros estudios sobre la existencia del cuidado parental por parte de calamares”, destaca Jorge Hernández Urcera, del grupo EcoBioMar.

El primer reto fue lograr encontrar y monitorizar una puesta del esquivo Loligo vulgaris para replicar un estudio similar al que ya habían realizado con Octopus vulgaris: “Durante los dos años del proyecto Cefaparques en Illas Atlánticas hicimos 130 inmersiones y encontramos muchas de pulpo pero solo tres de calamar. Hay muy poca información sobre sus puestas en el medio natural. Este trabajo lo hicimos en Jávea (Alicante) porque conocimos, a través de colaboradores, la existencia de una cueva en la que aparecían huevos cada año, con un acceso relativamente fácil y a solo siete metros de profundidad”.

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El estudio estuvo parcialmente financiado por el proyecto nacional Ecosuma liderado por el grupo EcoBioMar. Durante la monitorización, los investigadores grabaron entre diciembre de 2018 y enero de 2019 un comportamiento inédito. Las imágenes muestran la puesta en la cueva (a); el macho y la hembra acercándose (b); el macho tocando los huevos en diferentes días (c y e); la hembra haciendo lo mismo (d) ;y, finalmente, las primeras crías tras la eclosión (f)

A los 17 días de empezar a visitarla apareció una puesta y los investigadores iniciaron el estudio mediante buceos nocturnos. Aunque también utilizan cabos de barcos o incluso boyas, los calamares suelen elegir cuevas para depositar sus puestas, formadas por cápsulas alargadas de unos 12 centímetros y color blanquecino. Cada una de ellas puede contener entre 120 y 150 huevos y, en total, pueden alcanzar una cifra de entre 5.000 y 10.000.

“La hembra del pulpo se queda en la cueva hasta que los huevos eclosionan, pero, en el caso del calamar, se pensaba que los abandonaba porque las cápsulas tienen ciertos compuestos tóxicos que las protegen de los depredadores. Aunque hay estudios más antiguos que indicaban que ciertas estrellas y peces pueden comerlos igualmente, así que el riesgo sí existe. Pero el dogma era que los machos se desentendían por completo tras la cópula y que las hembras no regresaban tras la puesta”, añade.

De ahí el asombro de los investigadores cuando, dos días después de observar los huevos en la cavidad, encontraron a un macho adulto en las inmediaciones y con un comportamiento agresivo, llegando incluso a embestir a uno de los buzos. Y además en las siguientes jornadas pudieron grabar a un macho y a una hembra alternándose en el cuidado de la puesta.

“Tocaban los huevos, los aireaban un poco y, en el momento que uno salía de la cueva, entraba el otro. Eso ya nos dejó muy sorprendidos. Pero es que al día siguiente encontramos al macho solo y realizando el mismo comportamiento. Y eso ya fue increíble. Nos dejó perplejos. Sabemos que era el mismo ejemplar porque tienen unas marcas longitudinales, acumulaciones de células pigmentarias, que son como su huella digital, y que pudimos identificar con un software a partir de los fotogramas de nuestras grabaciones”, explica.

Al repasar la bibliografía, los investigadores encontraron estudios sobre otra especie de calamar en la que los machos tocan los cápsulas, que desprenden feromonas, para aumentar su agresividad y, por tanto, su éxito en los enfrentamientos con otros machos para poder aparearse. “Son estudios en acuarios, no en el medio natural, y con una especie en la que se reproducen cientos de calamares en la misma zona. El comportamiento del Loligo vulgaris es mucho más individualizado. De hecho, nosotros nunca vimos más de un macho delante de la cueva”, compara.

Los resultados del estudio, en el que también participó el investigador de EcoBioMar Ángel González y los expertos del IEO-CSIC de Baleares Felipe Escolano y Miguel Cabanellas Reboredo acaban de aparecer en la revista Ecology and Evolution. Y van en la línea de otro publicado en 2021 por un autor portugués sobre otra especie de calamar de mares tropicales.

“Ese trabajo ya cambió un poco el paradigma porque observó un comportamiento en los machos de cierta colaboración que tampoco se conocía. Después de copular, buscaban cuevas apropiadas para la puesta y esas eran las que tenían más probabilidades de ser elegidas después por las hembras”, comenta.

También otro artículo publicado hace unos años en Nature constató que no solo las hembras de pulpo custodiaban sus puestas, sino también las de una especie de calamar de profundidad que protegen los huevos en sus brazos durante meses hasta que eclosionan.

“Nuestro estudio va más allá y podría ser el primer caso de cuidado de huevos por parte de un macho no solo en calamares, sino en cefalópodos. Es una aportación más a la teoría del cuidado parental”, concluye.

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Aunque todavía no existen pruebas genéticas que permitan constatar si el macho observado era el progenitor de la puesta que protegía, el estudio liderado por el grupo EcoBioMar refrendaría la teoría del cuidado parental.

“Son necesarios estudios futuros para corroborarla y nos gustaría seguir haciendo estudios de este tipo en Galicia. Pero lo lógico es que el macho y la hembra inviertan su tiempo y su energía en la cueva, exponiéndose a depredadores, porque buscan que sus genes sean transferidos a la siguiente generación. Puede ser que no lo hagan regularmente y que viniesen porque nos vieron como intrusos, pero eso también sería una forma de cuidado”, subraya Hernández Urcera, que se encuentra realizando una estancia en el Institute of Marine Research de Bergen (Noruega). Concretamente, en un grupo especializado en parásitos en peces que recientemente también los estudia en cefalópodos.

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