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Mitos que hay que desterrar para prevenir ahogamientos y disfrutar de baños seguros

Verano trágico en playas y piscinas en Catalunya: 16 ahogados y 25 menores heridos

El perfil de los ahogados en playas y piscinas catalanas: hombres mayores de 60 años y con patologías previas

Un socorrista en Platja d'Aro, en Girona.

Un socorrista en Platja d'Aro, en Girona. / Ajuntament de Platja d'Aro

Neus Suñer

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Hablar de verano suele ser hablar de mar, sol y baños infinitos. Pero de lo que no hablamos tanto es de los riesgos asociados a estos momentos. Uno de los más extendidos es el del ahogamiento, que los expertos califican de “problema de salud pública”, y sobre el que aún existen mitos que dificultan tanto su prevención como el rescate. 

El verano pasado, en Catalunya murieron 36 personas ahogadas. Hablar solo de las muertes que provocan los ahogamientos es el primer mito a desmontar, ya que pone el foco en una parte del problema. Por eso, el coordinador del grupo de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES) - Socorrismo, Roberto Barcala, alerta de la importancia de dejar atrás términos obsoletos como el del “casi ahogamiento”.

“Si nos ceñimos al ahogamiento mortal, en España fallecen al año unas 400 personas. Pero si hablamos de que, de las 2.000 personas que se ahogan, 400 mueren, estamos hablando de un problema de salud pública”. Barcala recuerda que, desde 2002, la OMS indica que una persona que se ahoga no tiene por qué morirse, y que es importante recalcar que el fallecimiento es solo una de las posibles consecuencias del ahogamiento.

Ahogarse en la vida real no se ve como en las películas

Uno de los mitos más extendidos es que, cuando una persona se ahoga, pide ayuda y se mueve mucho para avisar de la situación. Nada más lejos de la realidad. Esta imagen, explica Barcala, proviene de la ficción de los años 80 y de la dificultad de representar el ahogamiento, y ha quedado en el imaginario colectivo.

Una persona que se está ahogando, cuenta el experto, “es muy raro que eleve los brazos por encima del agua”. Para reconocer a alguien que sí lo está, hay que ver si tiene la mirada fija, si su cabeza está entre aguas, el cuerpo subiendo y bajando y el movimiento es escaso o nulo.

Rescatar a alguien nos puede costar la vida

En el momento que vemos que alguien se está ahogando, no hay que intentar socorrerlo. Este es otro de los mitos más frecuentes y puede llevar a que haya más de una víctima en el mismo incidente. El experto incide en que, si no somos profesionales, no hay que intentar el rescate, sino avisar al socorrista o a emergencias. Mientras llega la ayuda, se puede lanzar algún elemento flotante a la persona que está en el agua para tratar de alcanzarla y sacarla.

Igualmente, los especialistas son conscientes de que el instinto muchas veces pasa por delante de la teoría, por lo que recomiendan que, si eso ocurre, vayamos al agua con algo que nos mantenga a flote, como una tabla de paddle o de surf, previo aviso a los servicios de emergencias.

Por otro lado, coinciden en señalar la importancia de respetar las banderas para prevenir incidentes. Si es roja, todo el mundo tiene prohibido bañarse, aunque esté extendida la creencia de que los deportistas acuáticos pueden saltarse la alerta. Salvo normativa local que lo indique, nadie debe ir al agua con bandera roja.

Los manguitos dan una sensación de falsa seguridad

Sara Pons, pediatra del Comité de Soporte Vital de la Asociación Española de Pediatría (AEP) explica a Verificat que el entorno doméstico es uno de los lugares donde se genera una falsa seguridad. A esta la acompaña muchas veces otro elemento: los manguitos. O los churros. O las burbujas. O los flotadores. 

De hecho, a cualquier sistema de flotación lo acompaña el mito de que es suficiente para prevenir el ahogamiento de las criaturas en el agua. El único elemento que recomiendan los expertos para evitar el ahogamiento es el chaleco. Pons insiste en que lo que generan es “una falsa sensación de control” y no garantizan que los menores no se ahoguen. Eso no significa que no se puedan usar, apunta, lo que quiere decir es que tienen que estar bajo supervisión en todo momento. Hay que mirar cada 10 segundos porque un niño, en 20, se puede ahogar, especifica. 

No hay que esperar dos horas para bañarse

Nuestras infancias han estado marcadas por una frase que resulta ser también uno de los mitos más arraigados: el corte de digestión. Hemos pasado veranos enteros esperando hasta dos horas a bañarnos a causa de una leyenda urbana sin ninguna evidencia científica que, desde hace años, los profesionales están intentando desmentir.

En un artículo científico en el que participó Barcala, se incide en la confusión del mito con un incidente real y documentado, el shock termodiferencial. Puede suceder cuando una persona entra bruscamente en el agua y la temperatura corporal es muy diferente. Para evitarlo, basta con entrar progresivamente al agua.

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