Explicación científica

Etiquetas, hormonas y cromosomas: 3 claves para entender los debates sobre el sexo biológico de los deportistas olímpicos

La definición científica de sexo biológico va mucho más allá de los genitales y tiene en cuenta factores como los cromosomas, las hormonas y otras características biológicas

El debate de género salpica al boxeo olímpico: Khelif y Yu-ting, las dos boxeadoras 'intersexuales' que compiten en París

La boxeadora Imane Khelif.

La boxeadora Imane Khelif. / MOHD RASFAN / AFP

Valentina Raffio

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No es raro que durante la celebración de los Juegos Olímpicos, o cualquier competición deportiva de alto nivel, surja alguna que otra polémica relacionada con el género y el sexo biológico de alguno de los miles y miles de participantes en estos eventos multitudinarios. Este jueves, por ejemplo, un combate entre la boxeadora italiana Angela Carini y la argelina Imane Khelif ha levantado una gran polvareda de comentarios sobre, por ejemplo, el género, el sexo y hasta los niveles de hormonas de la luchadora árabe. Más allá de lo que dice la normativa sobre los criterios para participar en las competiciones olímpicas, y más allá de los debates en materia puramente deportiva, gran parte de la polémica del día se ha centrado en si la boxeadora era una mujer cisgénero o si era una persona transexual o intersexual. 

Aquí algunas claves para abordar el debate sobre el género y sexo biológico de los deportistas olímpicos.

Diferencia entre sexo y género

El primer punto a abordar en este debate es la diferencia entre el sexo biológico y el género de las personas. La primera categoría se refiere al conjunto de características biológicas y físicas con las que nace una persona (entre las que destacan, por ejemplo, los cromosomas, las hormonas, los genitales y algunas características físicas). La segunda etiqueta, en cambio, se refiere a la percepción subjetiva que tiene una persona sobre sí misma y propio género (es decir, si una persona se siente más hombre o más mujer). En algunos casos, estas categorías se relacionan entre sí y en otros no.

En muchos casos, las personas que nacen con ciertas características biológicas femeninas suelen identificarse como mujeres y quien nacen con características masculinas se sienten conformes con la etiqueta de hombres. Pero no eso no siempre ocurre. Hay quien nace con ciertas características que tradicionalmente asociamos a un sexo pero que se siente del contrario. O quien directamente se siente más cómodo sin ponerse ninguna etiqueta de género. Sea como sea, es importante recordar que las etiquetas de sexo biológico no siempre se reflejan con las de género. 

El espectro sexual

El sexo biológico se compone de un amplio abanico de factores: los cromosomas sexuales (XX, asociado con el sexo femenino; XY, asociado con el masculino; y otras variaciones como XXX, XXY y XYY), las gónadas (ovarios o testículos), las hormonas (estrógenos, progesterona y testosterona), genitales (vulva y pene) y características sexuales secundarias (como el desarrollo de mamas, ensanchamiento de caderas, distribución de la grasa corporal, crecimiento del vello, aumento de la masa muscular, tono de voz).

En muchos casos solemos agrupar algunos de estos factores bajo la etiqueta de mujer y otros bajo la etiqueta de hombres. Pero no siempre todo encaja bajo la misma etiqueta. Hay mujeres que, por ejemplo, nacen con cromosomas XX, ovarios, vulva y todas las demás características que tradicionalmente asociamos con lo femenino pero que, por el contrario, tienen niveles de testosterona más elevados de lo normal y que no encajan del todo dentro de los umbrales que consideramos habituales en las mujeres. Pero eso no implica que dejan de ser mujeres. Solo implica que un parámetro no encaja en la definición tradicional. 

Personas intersexuales

Tradicionalmente, al hablar de sexo biológico, la mayoría de personas han encajado bajo una etiqueta binaria: o la de hombre o la de mujer. Pero hay quienes no encajan del todo bajo una sola definición. Es el caso de las personas intersexuales, aquellas que nacen con ciertas características físicas que encajan más en la definición masculina y otras que encajan más en la femenina. En algunos casos, por ejemplo, hay personas que nacen con los niveles de hormonas que normalmente esperaríamos del sexo opuesto. También hay personas que nacen con combinaciones cromosómicas atípicas como el Síndrome de Klinefelter (XXY) o el Síndrome de Turner (X0) o que tienen una combinación de ovarios y testículos o con genitales ambiguos.

Según datos recogidos por la Intersex Society of North America y publicados en la revista American Journal of Human Biology, se estima que uno de cada 66 individuos nace con un defecto congénito que afecta a su producción hormonal (hiperplasia suprarrenal de inicio tardío), uno de cada 6.000 presenta un trastorno del desarrollo de útero y vagina (agenesia vaginal) y uno de cada 2.000 nace con la abertura de la uretra en la parte inferior del pene (hipospadias). También se estima que una de cada 100 personas cuenta con algún trastorno del desarrollo sexual (DSD). Todos estos individuos son susceptibles de etiquetarse como personas intersexuales.

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