Crisis climática

La sequía extrema en Sicilia hace resurgir el contrabando de agua

La falta de lluvias, las temperaturas muy altas y la mala gestión han dejado la isla italiana en una situación dramática 

Las restricciones por sequía en Catalunya han permitido ahorrar toda el agua que cabe en el pantano de Sau

Girasoles secos en el valle del Po, en Italia, en 2022.

Girasoles secos en el valle del Po, en Italia, en 2022. / Francesca Volpi / Bloomberg

Irene Savio

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Gravísima. De récord. Descorazonadora. Los calificativos se han quedado cortos desde hace semanas en boca de agricultores y habitantes para describir la situación de estrés hídrico extremo que está asolando la isla de Sicilia. Tanto es así que la terrible sequía que enfrenta la región italiana desde hace alrededor de un año no solo ha puesto de rodillas a la agricultura y está afectando incluso al turismo, sino ahora que también ha hecho resurgir lo que se creía extinto: el comercio ilegal de agua.

El fenómeno está golpeando sobre todo las zonas de la Sicilia central, meridional (Agrigento) y occidental (Trapani), donde la escasez de agua ha alcanzado los niveles más dramáticos. Allí es donde se está viendo a plena luz del día el mercado negro del agua, con camiones cisterna ilegales que abastecen a ciudadanos y agricultores desesperados, ya que no hay suficiente agua corriente para todos y los repartidores autorizados para suplir esa escasez no siempre están disponibles y tienen costes cada vez más altos.

El mercado negro del agua se ve a plena luz del día: camiones cisterna ilegales abastecen a ciudadanos desesperados

La explicación está en la falta de lluvias (en Caltanissetta y Enna, por ejemplo, no ha caído una gota desde diciembre) y en las temperaturas muy altas, pero también en la mala gestión de la crisis.

Mal gobierno

Lo reflejan los números. El coste de un camión cisterna de 8.000 litros ha pasado en pocos meses de 50 a 160 euros, lo que también se debe a que, si bien el consumo es más bajo que la media nacional (181 litros de agua per cápita al día, frente a 215), el desperdicio de agua equivale al 51% (en 2020, según el Instituto Nacional de Estadísticas), lo que ha llevado a la proliferación de vendedores de agua cuya salubridad es —además— de origen dudoso.

Un ejemplo es el de Trapani. Allí, las imágenes que se han visto estos días han sido las de vecinos esperando durante horas para tener acceso al agua y que luego no pudieron conseguirla a causa de tuberías rotas. "Esta locura es lo que están viviendo los agricultores locales. Hacen cola incluso por las noches con la esperanza de conseguir agua", ha denunciado la asociación agrícola Coldiretti.

Del mismo modo, en Caltanissetta, dueños de restaurantes han afirmado estar pagando entre 250 y 400 euros al mes en barriles de agua para mantener sus actividades con normalidad, mientras en otras zonas las cisternas autorizadas no llegan desde hace más de un mes.

Desertificación acelerada

Con ello, las predicciones a medio y largo plazo también ponen los pelos de punta. En lo más inmediato, se ha estimado, para este año, una pérdida de la mitad de la producción de cítricos y hortalizas y una caída de la producción de trigo que podría llegar hasta el 75%. Además, la desertificación acelerada de la isla hace temer que hasta un tercio de esta región italiana pase a ser un territorio yermo en 2030.

El lago Pergusa, la única laguna natural de Sicilia, hogar de diversas aves que migran desde África, ya es una víctima. A finales de junio, esta cuenca acuífera se había secado casi completamente, dejando como instantánea el desolado paisaje de una tierra amarillenta y resquebrajada por el sol. "Es ahora un desierto. Esto es la crisis climática", ha denunciado la asociación ecologista Legambiente.

Ante esta situación, el ministro de Infraestructuras italiano, Matteo Salvini, anunció la semana pasada que se destinarán otros 92 millones de euros a la isla —que ya declaró la emergencia hace meses—, algo que no ha apagado las crecientes protestas de los ciudadanos, algunos de los cuales incluso han creado comités con nombres suficientemente elocuentes. Como el de Caltanissetta: "Queremos agua", se han llamado.

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