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Turistas paseando por el centro de Barcelona.

Turistas paseando por el centro de Barcelona. / Jordi Cotrina

Neus Suñer (Verificat)

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Primero fue en Canarias. Después, en las calles de Málaga, Barcelona y, finalmente, en Mallorca. Desde abril, han cristalizado las protestas ciudadanas contra, dicen, un modelo turístico que ya no aporta riqueza. Al contrario. La UNESCO ha señalado al turismo de masas como una amenaza social, cultural y ambiental. Pero, ¿qué ha pasado para que el turismo como motor generador de riqueza haya dejado de tener consenso?

Como en casi todo, no hay solo una causa ni se explica desde un solo prisma. Existe conformidad sobre el PIB como indicador del crecimiento económico de los territorios, pero este no tiene por qué traducirse en riqueza para los ciudadanos. Si hablamos de lo que aporta el turismo a las economías, según los últimos datos, en Illes Balears representa más del 45% del total del PIB, mientras que en Canarias ha marcado máximos históricos al llegar al 35,5% del total. En Andalucía y Catalunya, supone un 12% del PIB.

Tanto el número de turistas como el peso del sector en la economía ha ido aumentando, pero no se ha traducido en un mayor PIB per cápita respecto a la media española, que ha seguido el camino contrario.

¿Hasta dónde llega la relación directa entre estos factores? Pues no muy lejos. No hay relación causal entre el aumento de turistas  y la bajada del PIB per cápita de estas regiones, resume a Verificat Antònia Casellas, investigadora del grupo INTERFASE de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Para ilustrarlo, cita una publicación que analiza los efectos del turismo en diferentes comunidades de España.

El informe considera a Balears un territorio con un número elevado de turistas y con niveles altos de crecimiento económico. Tiene una cifra de visitantes similar a la de Canarias, pero, en este caso, no se traduce en crecimiento económico al no tener tanto turista internacional y concentrar estancias medias más breves. En el caso de Catalunya, los autores apuntan que recibe un gran número de turistas y que tiene un gasto elevado en números absolutos, pero en términos relativos se relaciona, por población, con bajo turismo y con una economía en crecimiento.

La vivienda y el empleo

Casellas matiza que los datos macroeconómicos no bastan para hablar de la riqueza o pobreza derivada. “Las condiciones laborales pueden ser precarias. La falta de vivienda a precios asequibles para los trabajadores del sector es otro problema añadido. La gentrificación por el incremento de precios de compra o alquiler en ciudades como Barcelona se ve agravada al destinar bloques enteros a alquileres de corta estadía para turistas”, enumera.

El investigador postdoctoral en la Universitat de les Illes Balears y miembro de Alba Sud, Ernest Cañada, coincide con Casellas: que el turismo genere riqueza no se traduce en una mejor redistribución. Como ejemplo, Canarias. Ha batido récords de turistas y de gasto, pero también de población en riesgo de pobreza o exclusión social. En 2023, un 37% de su ciudadanía se encontraba en esta situación.

El turismo ha sido la herramienta para revivir la economía en las crisis del último siglo. Cañada explica que, hasta 2008, el turismo generaba dinámicas de crecimiento en espacios muy acotados. Desde los 90 y sobre todo a partir de la crisis, el turismo “cambia cualitativamente” y “sale de sus fronteras”, algo que ayudó a recuperar las economías globales, pero que también provocó un primer ciclo de protestas.

Con la crisis del covid-19, las protestas volvieron, en parte, porque la población pudo volver a reconocer sus territorios sin turismo. Pero a partir de 2022, se dio lo que el investigador define como “efecto champán”: mucha más actividad turística y la sensación de estar igual o peor que antes de la pandemia.

Ambos expertos recuerdan que no hay que demonizar a la población que viene ni cuestionar su derecho a disfrutar de las vacaciones. Algo que, según Casellas, “se está perdiendo”. En España, un 33% de los hogares no puede irse una semana al año de vacaciones fuera.

El turismo de masas es “la consecuencia de la turistificación”, no la causa, incide Cañada. Para revertir sus efectos, sugiere “disminuir la dependencia del turismo y repensar los procesos de industrialización” sin que “la caída de la actividad conlleve el empobrecimiento de la población”. Casellas las comparte, y añade buscar fórmulas para compensar a los “perjudicados por la presencia del turismo en su territorio”, pero avisa: “No hay soluciones mágicas ni inmediatas”.

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