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El trabajo “quema” más en verano

Un trabajador, agobiado por la sobrecarga de trabajo.

Un trabajador, agobiado por la sobrecarga de trabajo. / FREEPIK

Ágatha de Santos

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¿Quién no ha oído alguna vez eso de que ‘el trabajo es salud? Sin embargo, muchas veces parece más bien lo contrario. Hace unas semanas, una sentencia judicial reconocía la incapacidad permanente absoluta a una trabajadora del aeropuerto de Gran Canaria que sufría del síndrome del trabajador quemado o 'burnout' . La mujer de 56 años, que trabajó más de 35 años como agente en este aeropuerto, vivía una situación de estrés laboral crónico por la que acabó siendo diagnosticada con esta condición, considerada una enfermedad profesional por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 2022.

Éste no es, ni mucho menos, un caso excepcional. Todo lo contrario, cada vez es más habitual encontrar a trabajadores agotados y desmotivados. De hecho, el 36% de la población activa en España declara sentirse agobiada diariamente en el trabajo, según una encuesta de Gallup. España se posiciona así en el puesto 22 de los países con más estrés laboral de Europa.

Según Carlos Montes, psicólogo y profesor de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones en Universidad de Santiago de Compostela (USC), si bien no existen datos fiables que documenten la prevalencia y el desarrollo del desgaste profesional en los últimos años, son ya varios los estudios e informes que sugieren un aumento en su incidencia, una tendencia que parece estar relacionada con los cambios que se han producido en el entorno laboral y social.

El 'burnout' es, en cierto modo, una metáfora de la vida moderna. La sobrecarga de trabajo, la presión constante para producir más y mejor, la creciente interconexión digital que difumina los límites entre el trabajo y la vida personal, las expectativas cada vez mayores de disponibilidad constante y la falta de descanso adecuado pueden superar nuestra capacidad natural para manejar el estrés, llevándonos a un estado de agotamiento físico y psicológico. En este sentido, no hay que olvidar que nuestro diseño biológico no está concebido para muchos de los estresores a los que nos enfrentamos hoy en día”, expone.

Este cansancio crónico se agrava más si cabe en los meses de verano en el segmento de trabajadores que deben permanecer en su lugar de trabajo. Este hecho puede suponer el riesgo de sufrir un fuerte estrés mental, fatiga y una disminución de la motivación. “El estrés puede incrementarse en esta época por diversos factores, como la sustitución de los compañeros que disfrutan de sus vacaciones, el aumento de la carga de trabajo para cumplir plazos antes de las vacaciones propias o la presión para compaginar el trabajo con los planes personales”, afirma Montes.

"Normalizar el estrés en el trabajo, identificarlo con un signo de dedicación y productividad, es peligroso", Carlos Montes, psicólogo del trabajo

Según este psicólogo, las altas temperaturas propias del verano también pueden provocar fatiga, especialmente en entornos de trabajo sin una adecuada ventilación o sistemas de climatización, o las dificultades para descansar por la noche.

Planificar el tiempo, fomentar un entorno de trabajo saludable, establecer prioridades, descansar de forma adecuada, llevar una dieta equilibrada, hacer algo de ejercicio y la desconexión digital son algunas de las estrategias para gestionar esta frustración y sensación de desgaste.

El trabajo híbrido, una posible solución

El trabajo híbrido también se posiciona como una posible solución a este problema. Un reciente estudio publicado en la revista 'Nature' evidencia las ventajas de esta fórmula, que combina la actividad presencial con el teletrabajo, no sólo para el trabajador, sino también para la empresa, ya que la productividad no se reduce y sí aumenta la motivación.

Asimismo, un estudio realizado en varios países de Europa y EE UU por el proveedor de espacios de trabajo flexible International Workplace Group muestra que el 72% de los trabajadores ha experimentado alguna vez la sensación de 'burnout'. Asimismo, el 75% reportaron una reducción de la fatiga y el estrés crónicos tras alternar el trabajo presencial con el remoto.

José Manuel Campal, psicólogo del trabajo y de las organizaciones, reconoce que el modelo híbrido puede ser una herramienta para combatir este síndrome, al evitar desplazamientos y facilitar la conciliación familiar y labora. Sin embargo, advierte: también puede ser un arma de doble filo. “Si no ponemos límites claros, el trabajo híbrido puede convertirse en otra fuente adicional de estrés. Hay que marcar un horario claro de trabajo para que no se solape con nuestra vida personal y mantener una buena comunicación en el equipo para no mantenerse aislado”, opina.

Según Campal, en caso de no poder aplicarse esta fórmula, la empresa deberá contribuir a favorecer un buen clima de trabajo, facilitando el equilibrio entre la vida personal y la laboral a través de flexibilidad horaria; el intercambio de posiciones o variar procesos para evitar la monotonía y el agotamiento, y fomentar la formación para mejorar las capacidades de sus trabajadores, pero también mejorar en su salud psicosocial. “Por último, proporcionar mecanismos de escucha activa que proporcione a los empleados un soporte temprano de detección de problemas y poder poner soluciones”, añade.

En idénticos términos se expresa Montes, quien asegura que el modelo híbrido tampoco es la panacea y debe aplicarse “con cuidado”. “El trabajo híbrido eficaz requiere un cambio cultural importante, apoyado en una comunicación bidireccional transparente y el reconocimiento al derecho a la desconexión digital. Es crucial asegurarse de que esté bien gestionado para evitar problemas como la intensificación de la jornada, la hiperconexión digital o el aislamiento”, explica.

En cuanto al papel de las empresas para intentar evitar los casos de 'burnout', Montes recuerda que éstas están legalmente obligadas a proteger la seguridad y la salud de los trabajadores. "Deben dedicar tiempo y recursos para abordar este problema. Por ejemplo, fomentar un entorno de trabajo saludable, en el que los empleados se sientan valorados y escuchados", apostilla.

Profesiones vocacionales

Curiosamente, el síndrome del trabajador quemado se da más en las profesiones vocacionales llamadas “de ayuda” o de trabajo con personas (médicos, enfermeras, educadoras familiares, psicólogos, profesores...), en las que, según Campal, en muchos casos se da por fatiga por empatía. “Uno de los factores que pueden favorecer e l'burnout' en estos colectivos es la fuerte conexión emocional entre el profesional y el usuario, donde se puede llegar a lidiar con situaciones estresantes, desafíos y problemas de salud, de tal modo que una exposición constante a estas demandas pueden contribuir al agotamiento emocional. Otro es la responsabilidad de estos profesionales, fruto de la presión en la toma de decisiones importantes, y que, sumado a una carga intensa de trabajo, puede contribuir al 'burnout'. Por último, otro desencadenante es la falta de límites entre trabajo y vida personal”, explica Campal.

"El 'burnout' afecta tanto a la salud personal como al entorno laboral", José Manuel Campal, psicólogo del trabajo

Unos de lo principales riegos de este síndrome es que en muchas ocasiones se le resta importancia. “Normalizar el estrés en el trabajo, identificarlo con un signo de dedicación y productividad, es peligroso. Inicialmente, se puede manifestar como fatiga o desinterés, pero progresivamente puede hacer que los trabajadores lleguen al límite, sacrificando el descanso, el tiempo personal e incluso su salud para cumplir las exigencias del trabajo. Con el tiempo, esta presión constante pasa factura. Si no se aborda, puede evolucionar hacia problemas más serios como la ansiedad crónica y la depresión”, alerta Montes.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el absentismo laboral por depresión y ansiedad provoca unas pérdidas anuales de casi un billón de dólares a la economía mundial.

Un desgaste gradual

El 'burnout' no aparece de repente, sino que es un desgaste gradual y su prevención exige la colaboración entre empresa y empleados. Según Montes, a través de prácticas de organizaciones sostenibles, sistemas de apoyo y prácticas de autocuidado personal. “Debemos intentar evitarlo porque afecta tanto a la salud personal como al entorno laboral”, apostilla Campal, que añade que también tiene consecuencias para la empresa. "Las empresas donde sus trabajadores se ven afectados por el burnout terminan por ver mermada su productividad al deteriorarse la salud mental de sus empleados. Entre otras consecuencias podemos destacar la reducción de rendimiento, motivación y compromiso, aumento de los conflictos internos que afectan a la moral del equipo y la cohesión organizativa hasta llegar al absentismo, una mayor rotación, bajas laborales e incluso el abandono del puesto de trabajo", explica.

El 'burnou't extiende sus tentáculos hasta el entorno social. "Entre las consecuencias sociales podemos hablar de un deterioro de las relaciones interpersonales en el entorno del trabajador que pueden llegar a provocar rupturas familiares", expone este psicólogo.

Y en verano, el desgaste en el puesto de trabajo aumenta con las temperaturas. Según Campal, para minimizar riesgos, es importante una organización y planificación realista del trabajo, que tenga en cuenta los recursos reducidos en el periodo estival. “Por dicho motivo, es de suma importancia que exista una reunión prevacacional con todo el equipo para que todo quede bien delimitado en cuanto plazos y apoyos necesarios”, explica.

Los empleados, por su parte, deben establecer límites. Esto implica hacer descansos regulares, priorizar las tareas y aprender a decir no cuando sea necesario, así como desarrollar hábitos saludables. Además, es esencial fomentar relaciones de apoyo tanto dentro como fuera del trabajo. “La comunicación abierta sobre los problemas de salud mental es indispensable para encontrar una rutina laboral equilibrada y sostenible”, apunta Montes.

Según los psicólogos, es fundamental aprovechar los periodos de descaso, incluso para quienes no puedan disfrutar de vacaciones estivales. “De hecho, los efectos reparadores de las vacaciones desaparecen rápidamente, por lo que la recuperación diaria, a través de descansos formales o informales durante la jornada laboral o después del trabajo, o los planes de fin de semana son especialmente importantes para mantener y proteger el bienestar”, afirma Montes.

En este sentido, Campal añade que mantener una actitud positiva ante el hecho de trabajar en verano es vital. "También es importante valorar aspectos (si existen en la organización) como la jornada intensiva o reducida, aprovechando ese tiempo libre para el ocio que en invierno nos cuesta más realizar. Adaptar el horario de verano a una nueva rutina e intentar dentro de lo posible disfrutar del verano aún estando trabajando también aydua", comenta. 

Entre las principales señas de alerta se encuentran dificultades para dormir, el cansancio recurrente y las molestias y enfermedades asociadas al debilitamiento del sistema inmunitario. También son frecuentes los síntomas emocionales como la irritabilidad, los sentimientos de impotencia o el desapego. Además, pueden manifestarse signos cognitivos como la dificultad para concentrarse o la falta de memoria.

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