Salud mental

Abusos en la infancia: el largo camino de la oscuridad a la luz que anduvo una joven de Ibiza

Los traumas de la infancia pueden dejar una huella que luego se acarrea durante toda la vida adulta, pero a veces, gracias a la terapia, es posible derrotar a los fantasmas del pasado

Naia Goizueta escucha a su paciente.

Naia Goizueta escucha a su paciente. / D.V.

David Ventura

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"Cuando estaba sumida en la más profunda oscuridad, apareciste tú como un rayo de luz. Dar el paso para conocerte fue una de las mejores decisiones que he tomado nunca. Ser tu paciente ha cambiado totalmente mi vida".

La semana pasada pudimos leer en redes sociales una extensa carta que C.M.M., una mujer ibicenca, dedicaba a su psicóloga, Naiara Goizueta. Una carta extensa y emotiva, que habla de todo un proceso de sanación y transformación interior. Un camino largo y tortuoso pero que, en este caso, tiene un final feliz. Un texto que ha conmovido profundamente a su destinataria, quien ha convencido a su paciente para que cuente esta historia que tiene una moraleja, y es que por muy profundo que sea el pozo en el que nos encontremos, es posible salir si nos empeñanos en ello y encontramos una mano amiga.

Una vida con dolor

La vida decidió no ponerle las cosas fáciles a C.M.M. Entre los 8 y los 12 años sufrió abusos sexuales por parte de una persona de su entorno familiar directo. Fue ingresada en el Centro de Menores pero ella explica que "nunca se me escuchó, no me sentí apoyada por nadie". A los trece años abandonó del Centro y la devolvieron con su abusador. A los quince quedó embarazada y tuvo su primer hijo, y tuvo que soportar también una relación tóxica en la que fue maltratada. Pero la chispa que provocó su explosión interior vino mucho más tarde.

"En el año 2019 mi hermano muere por suicidio y a partir de ahí mi mente y mi cuerpo hicieron ‘puf’. Mi cuerpo dijo basta", explica C.M.M. A partir de ese día, su vida cotidiana fue convivir con un dolor crónico continuo. En 2021 le diagnostican de fibromialgia, una enfermedad muy feminizada que se caracteriza por un dolor crónico que no tiene un origen físico identificable. Una enfermedad en la que la paciente se siente cuestionada: "Si tienes un brazo roto, el dolor te llega del brazo. Pero yo iba a los médicos y no sabían decirme de dónde venía este dolor".

Explica que el dolor era paralizante, que se sentía como "si tuviera ochenta años", y que detestaba dar ese ejemplo a sus hijos, que veían en ella a "una mujer destruida". Para intentar aliviarle, le recetaron infinidad de pastillas. Pese a la sobremedicación, los dolores no remitían. Ahora, C.M.M. tiene claro cuál era el origen de ese dolor, todo radicaba en su cabeza: "Había acarreado mucho desde que era pequeña. Lo que tú no dices, al final el cuerpo lo grita".

Buscando una solución a sus problemas, C.M.M. contactó en el año 2022 con Affares (Asociación de personas afectadas de Fibromialgia, Síndrome de Fatiga Crónica, Enfermedades Reumáticas, Sensibilidad Química Múltiple y Sensibilidad Electromagnética). Tras ser valorada por la educadora social de la asociación, se consideró que necesitaba con urgencia ayuda psicológica. Ahí fue cuando se unió su camino con el de Naiara Goizueta, psicóloga de la Plataforma Sociosanitaria.

"Al principio nos centramos en la aceptación. Trabajar en la aceptación del diagnóstico. En ese momento, ella estaba muy limitada a causa del dolor físico", explica la psicóloga. El siguiente paso fue trabajar la culpa que C.M.M. sentía por la muerte de su hermano: "En esta primera etapa hacíamos una terapia de tipo cognitivo conductual", es decir, se intentan revisar creencias o pensamientos negativos, vinculando pensamiento y conducta, para afrontar emociones como la ansiedad.

Una nueva terapia

C.M.M. avanzaba, aunque lentamente. Sin embargo, todo cambió cuando una nueva terapia llegó a su vida. "Hice una formación de terapia EMDR, que está basada en las memorias traumáticas. Tiene la teoría de que cuando vives una situación traumática, esa memoria no es procesada por el cerebro como los otros recuerdos, y se queda enquistada generando muchísimo dolor", explica Goizueta: "Yo le planteo trabajar estos traumas, desbloquearlos uno a uno e irlos trabajando, y aquí es cuando nuestro proceso terapéutico se revoluciona". Su paciente confirma el cambio radical que supuso iniciar esta terapia. De pronto, todos los demonios que habitaban en su interior, emergieron súbitamente: "Fue como una explosión".

¿En qué consiste exactamente una sesión de terapia EMDR? La terapeuta nos lo explica: "Son sesiones muy largas, muy pesadas, muy fuertes, en los que se remueve todo". Cada sesión se iniciaba con un propósito: "Cuando vamos a abordar un recuerdo traumático, se trabaja en la atención dual: la paciente accede al recuerdo pero con parte de la atención en el momento presente, sabiendo que está aquí, conmigo, en un lugar seguro. No es una hipnosis. En el momento en que accede al trauma, reconecta con la cognición negativa que quedó almacenada con el recuerdo y la sensación física, y en ese momento se hace una estimulación bilateral cerebral. Por ejemplo, yo muevo los dedos de un lado a otro y la paciente tiene que seguir el recorrido de los dedos. Eso genera una sobrecarga, el cerebro se distrae al tener que concentrarse en hacer eso, y entonces el recuerdo avanza hacia algún lugar. El camino por el que el recuerdo avanza es el que elige el cerebro del paciente".

El objetivo final es "poder almacenar ese trauma de una forma sana, sabiendo que esto pasó pero llega un momento en que deja de doler. Que el recuerdo traumático se puede almacenar como uno más".

Pese a que sobre el papel pueda parecer sencillo, no lo es, en absoluto. "La terapia no es magia, es mucho trabajo. A nivel cognitivo desgasta muchísimo. Te deja agotado por días, es una terapia intensa. Han sido dos años y medio de trabajo", explica Goizueta. Esta terapia exige también que el paciente reviva todos los traumas del pasado, todos los episodios desagradables, y eso no es plato de gusto. En muchos momentos, y enfrentados ante ese abismo, el paciente puede sentir miedo y retroceder. No fue el caso de C.M.M.: "Esto no hubiera sido posible sin ella", afirma, categórica, la terapeuta: "Ella es muy valiente. Después de las sesiones, hacía un trabajo muy intenso también en su casa. Ha sido una paciente muy activa. Para mí, ella ha sido un regalo. Es mi paciente estrella".

Afrontar los traumas

La conexión entre estas dos mujeres ha sido muy intensa. Una conexión necesaria para poder transitar con éxito por un camino que ha sido largo y pedregoso, en el que paciente y terapeuta se han puesto a prueba. Pero C.M.M. lo tiene claro: "Los traumas tienes que atravesarlos. No puedes taparlos y hacer como que no existen, porque tu cabeza es una olla a presión hasta que explota. Hay que afrontarlos y, a partir de ahí, los puedes curar". "Ella es muy valiente", insiste la terapeuta.

Y precisamente esta palabra, ‘valiente’, es la que C.M.M. tiene tatuada en su brazo. En una de sus últimas sesiones de terapia, ella le preguntó a su Goizueta con qué palabra la definiría, y Naiara le escribió este adjetivo en un papel, para que ella siempre lo conservara. Después, decidió tatuársela en su brazo, con la letra de su psicóloga: "La llevo para recordar siempre todas las cosas positivas que he descubierto de mí y para darme fuerzas. Es la valentía lo que me ha permitido llegar hasta aquí". Tampoco quiere olvidarse de otras personas que han estado a su lado y le han acompañado en este proceso: "Mi marido y mis hijos". Ahora se reconoce «feliz» y señala que, por fin, "parece que la vida me esta devolviendo lo que me debía".

Los caminos se separan

"Gracias por estar a mi lado en esta transformación de ser y de vida. Gracias por dotarme de las herramientas necesarias para salir si vuelvo a caer. Gracias por cada hora juntas, por cada sesión en las que te he abierto mi corazón y has conectado conmigo. Gracias por creer en mí, cuando yo ni siquiera era capaz de mirarme en el espejo. Gracias por no dejarme caer. Y sobre todo gracias por salvarme. Estoy orgullosa de decir que se sale del hoyo más profundo. Gracias, siempre te llevaré en mí".

De esta forma termina la carta que C.M.M. le dedicó a su terapeuta. "Ahora ya tengo el alta. Hay mucha gente esperando ser atendida y ha llegado el momento de que otra persona ocupe mi lugar", explica. Sus caminos se separan, aunque esta historia les acompañará toda su vida. Naiara sabe que esta no será la última: hay otras mujeres y niños que están en una situación parecida.

"Animo a la gente a que dé el paso y denuncie", explica la psicóloga: "Hay muchísimos casos y como la mayoría sucede dentro de la familia, son pocos los que se denuncian, y se quedan dentro de las familias. El niño no lo dice y, aunque haya pasado el tiempo, todo eso que te callas, al final el cuerpo lo grita. Hay que hablarlo y denunciar siempre, siempre".

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