Tráfico de mujeres

De las palizas y el control asfixiante a la libertad: la odisea de Marcela, superviviente brasileña de explotación sexual

La mujer trabaja ahora de mediadora de la asociación APRAMP, que brinda acompañamiento y oportunidades laborales a víctimas del tráfico de personas

La entidad identificó el año pasado cerca de 300 nuevos pisos en los que se ejercía la explotación sexual

Los nuevos proxenetas: bandas pequeñas que han cambiado los clubs por los pisos comunes

Mediadoras de APRAMP recorren zonas en las que hay víctimas de trata

Mediadoras de APRAMP recorren zonas en las que hay víctimas de trata / APRAMP

Germán González

Germán González

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Marcela soñaba con ser abogada en Brasil. Estudiaba Derecho en São Paulo y trabajaba como administrativa en un despacho legal hasta que el bufete cerró en 2003 por la crisis económica de su país. Sin oportunidades laborales, una amiga le explicó que una mujer buscaba personas para trabajar en Europa en el servicio doméstico. Marcela se hizo amiga de esa mujer, quien le prometió que en seis meses ganaría tanto dinero que podría volver a Brasil para acabar sus estudios.

Con esta idea embarcó, junto con otras siete acompañantes, desde São Paulo al norte de Portugal, pasando por París y Vigo. Tras una semana de turismo descubrió que la oferta de trabajo era falsa y que debía prostituirse, igual que sus siete compañeras, para pagar la deuda del viaje. Sus explotadores le retendrían el pasaporte hasta pagar una cantidad muy alta.

La organización logró evitar que la descubriera la policía lusa en una redada y la trasladó a Sevilla. Allí, su situación empeoró: desconocía el idioma, debía ofrecer drogas a los clientes y la banda la obligaba a prostituirse bajo la amenaza de dañar a sus familiares en Brasil.

Control constante

Con el tiempo fue trasladada a un club de Madrid en el que vivía en condiciones "extremadamente precarias" junto con con otras mujeres y "bajo constante control", ya que monitorizaban sus ya de por sí restringidas comunicaciones. Su vida, sin embargo, cambió radicalmente en 2006 cuando contactó con mediadoras de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituida (APRAMP), quienes frecuentaban la zona del club donde ella estaba, y le ofrecieron ayuda y alternativas para escapar de la explotación sexual.

Marcela acudió a ellas tras recibir una paliza, una más, por reclamar su pasaporte después de permanecer años prostituyéndose para saldar la deuda. Consiguió salir y ahora se ha convertido en mediadora de la APRAMP, desde donde ofrece información social, sanitaria y jurídica, así como orientación e inserción laboral, para mujeres que están atrapadas en situaciones similares a la que ella vivió. También trabaja en la formación de otras mediadoras y es miembro de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) en el estudio de la trata de personas.

Desde 1989, APRAMP, entidad sin ánimo de lucro, ofrece intervención integral y directa a mujeres y niñas que sufren explotación sexual, servicios que también brinda a otras víctimas del tráfico de personas con fines de explotación laboral, mendicidad forzada, servidumbre o extracción de organos

España, tercer país en demanda de prostitutas

Según Naciones Unidas, España es el tercer país del mundo en demanda de sexo de pago, tras Tailandia y Puerto Rico, por lo que a territorio español llegan muchas mujeres para ser explotadas sexualmente. La mayoría de víctimas, que desde España también pueden ser enviadas a Portugal, Francia o Alemania, proceden principalmente de Colombia, Venezuela, Rumanía, Brasil, Paraguay y Nigeria.

Desde esta entidad denuncian que España también es país de tránsito y destino para niños, niñas y adolescentes víctimas de tráfico con fines de explotación sexual. APRAMP –que realiza campañas de sensibilización dirigidas a víctimas, a clientes y a la sociedad en general– también alerta de que "el número de mujeres y niñas que detectan y atienden ha aumentado en los últimos años".

Taller y tienda de APRAMP en el centro de Madrid

Taller y tienda de APRAMP en el centro de Madrid / Apramp

Representantes de APRAMP subrayan que la trata de personas es una violación de Derechos Humanos y que el Estado debe contribuir a erradicarla para no convertirse en cómplice de su situación. A través de "unidades móviles", formadas por supervivientes del tráfico de personas, mujeres de la entidad detectan a posibles víctimas en la calle. El año pasado realizaron 1.166 actuaciones directas en varias ciudades, como Madrid, y se identificaron 294 nuevos pisos en los que se ejercía la prostitución.

Facilitan un teléfono 24 horas a las víctimas para que puedan contactar y les ofrecen asistencia social jurídica, psicológica, formativa y de inserción laboral. Además, tienen centros de acogida para esta atención integral y se les orienta sobre su posible cooperación en las investigaciones policiales, de su decisión de retorno a su país de origen o de permanecer en España, tal como permite la ley.

Inserción laboral

APRAMP forma a estas mujeres para encontrar un empleo y así "desarrollar y mejorar su autoestima, haciéndolas cada vez más independientes y ampliando sus alternativas de inserción laboral". Para ello tienen una escuela de Supervivientes y otra de Moda: en la primera dotan de mecanismos a las mujeres que salen de la explotación sexual para ayudar a otras tanto a nivel nacional como internacional, mientras que la segunda tiene su propia marca: “Alma by APRAMP” ha participado en la Cibeles Fashion Week y cuenta con su tienda de ropa en el centro de Madrid. 

Esta entidad también se coordina de forma directa con los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, con la Fiscalía, administraciones y con otras asociaciones especializadas, al tiempo que piden colaboración con los países de origen y organismos extranjeros para desarrollar prevención y asistencia a las mujeres cuando decidan retornar.

"Las principales protagonistas del proyecto de atención integral son las propias supervivientes, quienes, además, constituyen un elemento clave en el desarrollo de todo nuestro trabajo y sin quienes no sería posible alcanzar ningún objetivo", señalan desde la entidad. Su papel, cuentan, es clave desde la detección de otras víctimas, el acompañamiento, la formación, la búsqueda de empleo o la inserción laboral.

La entidad atendió el año pasado a 2.518 personas nuevas, una cifra muy superior a las 1.868 de 2022. En su centro de acogida informaron a 2.580 personas, de las que 56 interpusieron denuncia. También se ofreció atención psicológica a 401 personas, asesoría jurídica a 991 y orientación e información sanitaria a 849.

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