Entrevista | Yayo Herrero Activista ecofeminista y licenciada en Antropología Social y Cultural

"Cuidar de un familiar no debería implicar la inmolación personal o la explotación laboral extrema"

Defensora de las políticas públicas para atender a la infancia y a la vejez, la divulgadora insiste en que "no hay economía ni vida posible sin los cuidados"

La 'generación sándwich' se asfixia: "Cuido de mi hija de 5 años y de mi padre, de 90 y con demencia"

Una madre, Anabel Sorroche, con su madre de 87 a la que cuida.

Una madre, Anabel Sorroche, con su madre de 87 a la que cuida. / Jordi Otix

Olga Pereda

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Antropóloga e ingeniera agrícola Yayo Herrero (Madrid, 1965) es una de las voces más reconocidas del activismo ecofeminista. Los cuidados son una de sus banderas políticas. “Dado que hay que seguir atendiendo a la infancia y a la vejez y que los hombres miran mayoritariamente a otro lado, las mujeres acaban asumiendo dobles o triples jornadas y buscando estrategias para hacerlo todo a la vez”, explica la activista en ‘Toma de Tierra’ (editorial Caniche), libro que recopila y ordena el pensamiento crítico de la divulgadora.

Las maternidades cada vez más tardías y el envejecimiento de la población explican el desquicie de la 'generación sándwich', mujeres atrapadas entre los cuidados a sus hijos pequeños y a sus padres, muy mayores y dependientes. ¿Qué reflexión le merece?

Hay maternidades y paternidades tardías, efectivamente. Cuando es voluntario, perfecto. Pero, en muchos casos, tener hijos es una decisión que se retrasa porque la vivienda está imposible o no hay empleos estables y compatibles con la vida. Cada cual es dueño de reproducirse cuando quiere, pero hablamos no de una cuestión personal sino de una estructura social. Las maternidades tardías, efectivamente, hacen que se concatene la tarea de la crianza con la atención a madres y padres mayores.

"En el terreno de los cuidados, hay un ejército de trabajadoras gratuitas en los hogares"

Yayo Herrero, activista ecofeminista, ingeniera agrícola y licenciada en Antropología Social y Cultural

Yayo Herrero, activista ecofeminista, ingeniera agrícola y licenciada en Antropología Social y Cultural / Clara Elías

Es una tarea titánica.

Es un trabajo de una intensidad enorme y cuando se hace en el ámbito privado también es de una intensidad emocional muy grande. Si, además, lo compaginas con un empleo, entras en la dinámica del agotamiento. También hay hombres, pero básicamente hablamos de mujeres. Las palabras que más escucho es “estoy agotada” y “no puedo con la vida”. Esa extenuación, además, tiene perspectiva de clase.

"Las palabras que más oigo son 'estoy agotada' y 'no puedo con la vida'; esa extenuación, además, tiene perspectiva de clase"

¿Por qué?

Las personas empobrecidas lo viven con más angustia. Hay sectores de la población que pueden permitirse pagar parte de esos trabajos a otras personas, a las que, por cierto, también habría que preguntar cómo están. A veces son los empleos peor pagados y peor considerados socialmente. Cuando hablamos de cuidados lo hacemos, básicamente, de cuidadoras. En muchos casos, son personas migradas que trabajan en condiciones terribles, como las internas. Son las herederas de aquellas chicas de pueblo que venían a la ciudad a ganarse la vida. Es un trabajo imprescindible. Pero su dificultad es enorme tanto si lo haces gratis, en tu familia, como si lo pagas.

El Ministerio de Derechos Sociales acaba de aprobar una estrategia para un nuevo modelo de cuidados. El objetivo es que haya residencias-hogares y más asistencia a domicilio. ¿Cómo lo analiza?

El anterior Ministerio de Igualdad ya tenía una línea de trabajo para el plan estatal de cuidados. No un cuidado individual sino asumido como una responsabilidad social. Los cuidados tienen que estar en el centro de la política. Existe el derecho a ser cuidado y el derecho de las personas que cuidan a hacerlo no en condiciones de inmolación, que es lo que sucede cuando se hace en el ámbito familiar, o de explotación extrema, cuando se hace de forma remunerada.

"Existe el derecho a ser cuidado y el derecho de las personas que cuidan a hacerlo de una forma digna"

¿Por dónde debe ir esa estrategia?

Es un camino largo que implica fortalecer los servicios comunitarios. El cuidado se tiene que bajar a los barrios y a la vida cotidiana para que las personas que necesitan atención la reciban en su entorno o en un modelo de residencia que no sea el de la macroresidencia, sino en pisos y hogares cercanos al lugar donde se ha vivido. El problema es que al capitalismo le ha venido siempre muy bien tener un ejército de trabajadoras gratuitas en los hogares o de trabajadores mal pagados. No hay economía ni vida posible sin los cuidados. Es una responsabilidad colectiva y social. Se da por hecho que es gratuito y no genera derechos.

Las residencias públicas tienen lista de espera y las privadas son prohibitivas.

El derecho al cuidado es el derecho a la vida. Debe haber una dimensión pública, no solo estatal. Toda la sociedad debe ser consciente de que los recursos tienen que estar disponibles. Para tener bien a las personas hace falta tiempo. Hay que levantarlos, lavarlos, acostarlos. El tiempo también hace falta para que los residentes no se infantilicen, que tenga posibilidad de gozar de una vida decente, y no en una residencia-aparcamiento para esperar a morir. Hacen faltan recursos y personas decentemente pagadas, con contratos y vacaciones. No es un trabajo mecánico. Quien no tiene dinero acaba cayendo en redes de contratación mal pagadas porque el otro camino es inviable. Es clave que existan recursos públicos.

"Aunque los hombres están haciendo cambios profundos, el cuidado de mayores sigue siendo un trabajo muy feminizado"

¿Cree que los hombres se han incorporado a la crianza de los hijos e hijas pero no al cuidado de los mayores dependientes?

Se van produciendo avances. Muchos hombres cuidan a las criaturas. Aunque hay tareas muy feminizadas, como las tutorías, el chat del colegio y todo lo que tiene que ver con el ámbito de las relaciones sociales. Pero sería injusto decir que los hombres no están haciendo un profundo cambio. El cuidado de mayores, sin embargo, sigue siendo un trabajo muy feminizado. En muchas familias, el cuerpo desnudo de un padre o una madre sigue estando identificado con el rol femenino.

¿Se refiere a que las mujeres duchan a sus madres y padres, algo que no hacen los hombres?

Yo me he encontrado con dificultades, efectivamente, pero porque las propias personas mayores reclaman a una mujer. Vivimos en sociedades patriarcarles y hay cuestiones que tienen que ver con la educación. Un hombre tiene plena capacidad para ocuparse del cuerpo de una persona mayor, ya sea su padre o su madre. Pero todavía existe esa mentalidad contraria que viene de tiempo atrás. De hecho, las personas que cuidan en residencias son mayoritariamente mujeres.

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