Atención a la infancia y la vejez

La 'generación sándwich' se asfixia: "Cuido de mi hija de 5 años y de mi padre, de 90 y con demencia"

El retraso de la maternidad y el envejecimiento de la población hace que muchas mujeres compaginen la crianza de sus hijos con el cuidado de sus progenitores dependientes

Residencias-hogares y más asistencia a domicilio: el nuevo modelo de cuidados arranca con 1.300 millones

Una madre, Anabel Sorroche, con su hijo de 12 años y su madre de 87 a la que cuida también

Una madre, Anabel Sorroche, con su hijo de 12 años y su madre de 87 a la que cuida también / JORDI OTIX

Olga Pereda

Olga Pereda

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“Vivo a base de parches y con la sensación de no hacer nada bien. Pienso que no soy ni buena profesional, ni buena madre, ni buena hija. Tampoco tengo tiempo para amigos, depilarme las piernas, ver una serie o estar al día con los deberes de mis hijos. Estoy ajada y gastada. En casa me dicen que pare, que voy a explotar. No les hago caso. Tengo en mi camino a todas estas personas y me debo a ellas”.

La periodista Ángeles Caballero define así la vida de las personas (básicamente, mujeres) atrapadas entre los cuidados de sus hijos pequeños y de sus padres mayores, lo que complica todavía más la conciliación de la vida laboral y personal. Así lo retrata Caballero en el ensayo 'Los parques de atracciones también cierran' (Arpa), un divertido y también estremecedor relato en primera persona sobre la responsabilidad de convertirte no solo en la madre de tus hijos pequeños sino en la madre de tus padres, ancianos y dependientes. “Tenemos el rol de cuidadoras en el DNI. Lo hacemos lo mejor que sabemos y podemos, pero nos torturamos con la culpa”, sentencia.

Un estudio del grupo de investigación Afín, de la UAB, concluyó que los hombres de unos 50 años alegaban que no sabían cuidar, que tenían que aprender a hacerlo

El término ‘generación sándwich’ define a las personas atrapadas entre dos generaciones, como el jamón y el queso entre los dos panes de un bocadillo. Mayoritariamente, son mujeres nacidas en los años 70 y 80 del siglo XX y que han retrasado la maternidad. O, como en el caso de Caballero, que tienen unos padres muy mayores. La periodista madrileña fue madre con 31 y 35 años, pero su padre tenía 45 cuando nació ella, y su madre, 38.

"Está naturalizado que el cuidado es responsabilidad de las mujeres, así que hablamos de una generación silenciada”

— Silvia Nanclares, escritora y activista

"Está naturalizado que el cuidado es responsabilidad de las mujeres, así que hablamos de una generación silenciada”, sentencia la escritora, activista y divulgadora Silvia Nanclares. “Los cuidados son una enorme tarea que nos mantiene como especie. Pero no existen, son invisibles”, añade.

En España, las mujeres son madres por primera vez con una edad media de 32,6 años, según la última estadística del INE. El retraso en la maternidad es una realidad palmaria dado que, en 2012, la edad para tener un niño era 31,6 años. Además, mientras que en 2012 el 6,2% de los nacimientos fueron de madres de 40 años o más, en 2022 ese porcentaje se elevó hasta el 11%. De hecho, España ya es el país de la UE con más mujeres que son madres a esas edades.

La fecundidad tardía, sin embargo, no es una cuestión personal sino estructural. Una cuestión de Estado. “Muchas mujeres no pueden tener hijos antes. ¿Cómo hacerlo sin estabilidad económica o laboral? Por no hablar de la vivienda, cuyos precios son una verdadera locura”, analiza Nanclares.

Evolución demográfica

La evolución demográfica tampoco invita al entusiasmo. El 20% de la población tiene más de 65 años, porcentaje que se disparará hasta el 30% en 2047. Los sociólogos avisan: si la natalidad no remonta, España será en 2050 el país más envejecido del mundo junto con Japón.

Estos datos también explican el desquicie de la 'generación sándwich', que comienzan su jornada dejando a sus padres en un centro de día (en caso de conseguir plaza) después de llevar a sus hijos a la escuela. Y lo terminan bañando en casa a sus progenitores tras hacer lo mismo con las criaturas. Lo hacen a pulmón, arañando horas del día y euros de la cuenta corriente para poder pagar una cuidadora y conciliar con la vida laboral.

“Vivimos una crisis de los cuidados. No hay estructura social para acompañarlos”

— Bruna Álvarez, profesora e investigadora de la UAB

“Vivimos una crisis de los cuidados. No hay estructura social para acompañarlos”, critica Bruna Álvarez, profesora de Antropología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) e investigadora del grupo Afín.

Una hija de 5 años y un padre de 90

Natalia J., funcionaria de 47 años, se ve reflejada en el análisis que hace la investigadora universitaria. Tiene una hija de 5, un padre de 90 y un tío de 81. Ella cuida a los tres. Su madre, a la que estuvo dos años alimentando, lavando y cuidando, murió el año pasado, con 87 años. “Ser el sostén de mis padres es lo más difícil que he hecho en mi vida. Mi suerte ha sido ser funcionaria y tener un horario laboral acotado. Pero, en general, parece que hay que elegir entre cuidar o trabajar”, denuncia.

“Yo he tenido suerte porque mi familia tiene recursos. Pero, aun así, mi vida consiste en ir día a día y dormir muy poco. Las ayudas de las administraciones son insuficientes. Si tienes suerte, puedes tener una cuidadora dos horas al día. Pero, ¿qué haces el resto de la jornada? Especialmente doloroso es cuando tus padres tienen demencia. Es todo tan complicado...”, se desespera Natalia.

"Voy día a día y duermo muy poco. Las ayudas de las administraciones son insuficientes. Especialmente doloroso es cuando tus padres tienen una demencia"

— Natalia J., tiene una hija de 5 años y un padre enfermo de 90

"Para morirse"

Anabel Sorroche, de 57 años, vivió con desesperación la decisión de su madre, de 87, de dejar de cocinar y de comer. Tuvo que compaginar la vida escolar y social de su hijo de 12 años (tiene otra de 18) con la atención a su madre, que vive en Barcelona (ella, en Cabrils).

Hace tiempo que pidió las ayudas por dependencia, pero tardaron un año en llegar y su madre empeoró considerablemente. La asistencia consistió en una cuidadora una hora al día y plaza en un centro de día al que Anabel se negó en redondo. "Las personas que estaban allí tenían problemas de deterioro mental muy grave y mi madre no. Si la hubiera llevado se habría deprimido", afirma Anabel, que se alegra de estar ya desvinculada del empleo que tuvo porque compaginar la atención de su madre y sus hijos con un trabajo "es para morirse".

Los hombres y los cuidados

Todas las especialistas coinciden en que la 'generación sándwich' tiene rostro de mujer. Los hombres se han incorporado (todavía con muchas desigualdades) a la crianza de los hijos e hijas. Pero el cuidado de los mayores sigue siendo una cuestión femenina. Una investigación realizada en 2017 por el grupo Afín, de la UAB, concluyó que los hombres de unos 50 años alegaban que no sabían cuidar, que tenían que aprender a hacerlo. “Socialmente está muy celebrado cuando un hombre pasea por el parque una tarde con sus niños pequeños. Pero el cuidado a los mayores no está reconocido. Es un cuidado silenciado, entre otras razones porque también está vinculado al tabú de la muerte”, analiza la profesora universitaria.

“El cuidado tiene que salir del ámbito privado. Ojalá no todo dependiera de la cuenta corriente”

— Ángeles Caballero, autora de 'Los parques de atracciones también cierran'

“La solución a los cuidados pasa por acciones individuales y privadas porque el Estado apenas existe. Las residencias públicas están saturadas y puedes esperar durante dos años a tener una plaza. Las privadas son tan caras que resultan prohibitivas. Hay familias que se están precarizando económicamente porque, a pesar de gozar de sueldos decentes, tienen que pagar la residencia de sus padres y la universidad de sus hijos. Y es imposible”, sentencia la investigadora.

“El cuidado tiene que salir del ámbito privado. Ojalá no todo dependiera de la cuenta corriente”, reflexiona la periodista Ángeles Caballero, quien, cuando sus padres enfermaron, se convirtió en la madre de sus hijos y de sus padres. No dormía y se alimentaba de patatas fritas y refrescos de la máquina del hospital, pero sobrevivió gracias a la solvencia económica, flexibilidad laboral y una pareja que se puso al hombro a los dos hijos. “Me pone nerviosa la etiqueta de 'superwoman', pero lo cierto es que el ser humano es resiliente y tiene una capacidad para enfrentarse a la adversidad. Sobre todo, en situaciones límite”, concluye.

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