Violencia de género

Luchar contra los matrimonios forzados en Catalunya: "Soy una transacción comercial para mi padre"

En dos años, la entidad Ahcama ha atendido a 12 víctimas de estos enlaces pactados

Obligada a casarse a los 14 años: "Se creen con el derecho a poseerte"

El drama de la ablación: "De pequeña preguntaba cuándo me tocaría"

La presidenta de Ahcama en la sede de la entidad

La presidenta de Ahcama en la sede de la entidad / El Periódico

Germán González

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"Tenía 17 años y quería estudiar, pero mi madre me dijo: 'Mi padre no me dejó estudiar, por lo que tienes que casarte, es lo que toca ahora'. Yo quería huir, quería irme a un país donde nadie me conociera y desaparecer, pero, si hiciera eso, sería una humillación para mi familia, que también tendría un gran problema". Fue por esa razón que Adama tuvo que casarse con un hombre mucho mayor al que no conocía de nada: "No somos ni del mismo pueblo, su familia es conocida de un vecino. Ahora llevo 20 años casada". 

Eso fue en su país, Guinea-Bisáu, poco antes de llegar a Catalunya, donde reside con su familia. Adama explica a este diario que su madre le explicó que debía casarse y que luego su marido podría dejarla seguir con los estudios, pero aquello "no pasó" y tuvo que dedicarse al cuidado de la casa y de los hijos. "Siempre he tenido ese miedo a defraudar a mi familia", relata Adama, quien veía una situación de maltrato machista en casa de sus padres y por eso tenía claro que debía "obedecer, para hacer las cosas bien" y que su madre no sufriera más.

Obediencia familiar

"Me casé sin estar enamorada, solo para obedecer a mi familia, a mi madre, me daba pena ver su relación con mi padrastro, porque no se llevaban bien, siempre había peleas", explicado Adama. Su historia es una de las que se puede encontrar en Ahcama, entidad que nació en 2015 como asociación humanitaria contra la ablación de la mujer africana, pero que desde 2022 amplía su trabajo para "combatir cualquier forma de violencia contra las mujeres", como cuenta Aissatou Diallo, su presidenta y fundadora.

Una de esas tareas es el acompañamiento de mujeres casadas a la fuerza y que se encuentran solas al llegar a Catalunya a sociedad que desconocen. Además, un grueso de ellas, según esta entidad, también sufren malos tratos. En los últimos dos años, la asociación ha atendido a 12 mujeres víctimas de enlaces pactados, en su mayoría de origen en países como Malí, Guinea, Senegal o Níger. También ayudaron a una víctima de Pakistán. La mayoría consiguió separarse.

Diallo, natural de Guinea-Conacri, asegura que cualquier mujer que ha sufrido algún tipo de maltrato o necesita ayuda puede acudir a la entidad. con sede en el centro de Barcelona. Desde ahí la acompañan en cualquier situación, dentro de sus posibilidades. "En Catalunya falta bastante información sobre la comunidad africana, que tiene un código cultural propio", explica la presidenta de Ahcama.

Bodas tras la "primera regla"

En algunos contextos, las hijas pueden ser vistas por sus padres como una forma de "devolver los préstamos que les dan y no pueden pagar". "Todas pensamos 'soy como una transacción comercial para mi padre', mientras que los hermanos son los reyes de la casa", relata Diallo. Habitualmente se casa a las niñas entre los 12 y los 17 años, "cuando les llega su primera regla", explica la activista, quien añade que habitualmente "a los 20 años ya tienen dos hijos". Algunas mujeres ven en ese enlace una forma de salir de una situación de violencia que viven en sus casas, aunque pueden acabar en otra.

Esta situación se da tanto en los países africanos de origen como aquí, pese a los servicios de lucha contra la violencia de género que se ofrece en países con un sistema de prestación social más avanzados. "Casi nadie planta cara, por miedo a ser repudiada o odiada por su familia o la comunidad, es lo que nos enseñan culturalmente", destaca Diallo, quien añade que a las niñas nacidas aquí –o las que viven desde muy pequeñas– también les cuesta romper con esta situación. En los últimos años, sin embargo, los Mossos han detectado que cada vez son más las menores que se atreven a denunciar.

En Ahcama explican que han visto casos de mujeres casadas por la fuerza en su país con hombres que les llevan 20 o 30 años y que son traídas a España "como sus hijas, en una falsa reagrupación familiar" cuando el hombre ya tiene una primera esposa. En muchos casos, estas víctimas de matrimonios forzados tienen enfrentamientos con sus maridos, ya que no los conocen, y les impiden seguir estudiando o llevar una vida normal. Ahí es cuando puede empezar el posible maltrato para obligarlas a hacer cosas, como relaciones sexuales.

Obediencia total

"Su familia les ha insistido en que deben hacer todo lo que el marido quiera, que deben obedecer, nadie habla del respeto hacia ellas", destacado Diallo. En este sentido, explica el caso de una una mujer joven no quería tener relaciones sexuales con su marido, ya que siempre sufría infecciones, lo que provocaba a peleas y enfrentamientos constantes. Cuando ella se lo dijo a su madre, cuenta Diallo, esta la insultó y dijo: "Tú no vales nada".

Estas víctimas apenas tienen relación con otras personas, no conocen el idioma, y únicamente se reúnen con más mujeres en celebraciones, como bodas, en las que hay una clara separación por sexos. Es cuando las técnicas de Ahcama se acercan a ellas y, tras ganar su confianza, les preguntan por su situación y les ofrecen sus servicios: "Empezamos a comunicar con ellas, nos explicab su problema, vemos que sufren y les invitamos a venir a la asociación". También reciben informaciones de posibles casos de otras mujeres de la comunidad.

La asociación también ha detectado casos de hombres que devuelven, con engaños, a sus mujeres si les salen "respondonas", ya que las llevan a su país y les quitan el pasaporte, por lo que no pueden viajar. También hay padres que, si su hija cuestiona un enlace forzoso, la envían con la familia a África para que la eduquen. Sin embargo, desde Ahcama se remarca que debe ser la víctima quien debe denunciar y apuntan a un punto ciego: si tuvieran más recursos, como pisos de acogida, muchas mujeres se atreverían a romper ese clima de violencia dentro de la comunidad.

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