Salud

Las mujeres sufren un infradiagnóstico de enfermedades profesionales del mar

El sobreesfuerzo tras sus lesiones es el mismo que realizan cuando acuden a consulta, donde son las propias pacientes quienes “pelean” para que se reconozca su dolencia

La redera Ángeles Mille, a la derecha, en una de sus jornadas laborales antes de su última baja.

La redera Ángeles Mille, a la derecha, en una de sus jornadas laborales antes de su última baja. / / FDV

Jorge Garnelo

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No hay una cifra oficial, pero son “muchas” las trabajadoras del mar que con frecuencia telefonean a la Asociación Nacional de Mujeres de la Pesca (Anmupesca) por una dolencia provocada por la actividad que desempeñan. La gallega Rita Míguez, su presidenta, explica que las razones son diferentes aunque el quid de la cuestión siempre sea el mismo: informarse. “Hace 15 días, por ejemplo, nos llamó una compañera con un problema en el hombro. Le tienen que poner una prótesis y fue a coger una baja, porque no le quedaba más remedio, y se la concedieron por enfermedad común”, indica. Tras el asesoramiento prestado por la entidad y una nueva visita de la afectada al médico consiguieron “convertirla” en enfermedad profesional. “A veces es triste que tengamos que ser nosotras quienes nos diagnostiquemos”, agrega, “pero llevamos así muchos años”.

Sea por la “dejadez” o el “desconocimiento” de determinados facultativos, lo cierto es que el infradiagnóstico de enfermedades profesionales es una realidad con la que conviven gremios como el de las mariscadoras o las rederas. Tendinitis, lesiones en brazos, espalda e incluso piernas son comunes en su día a día. “Tomarse un paracetamol es como desayunar, hay gente que incluso viene a base de calmantes”, señalaba una de ellas hace meses en declaraciones a este periódico.

Por este motivo, la Xunta lanzó a finales de mayo una campaña de sensibilización para mejorar la identificación de las enfermedades profesionales de las mujeres del mar. Una iniciativa en la que colabora Anmupesca y que recoge dos catálogos en los que se incluyen diferentes dolencias vinculadas a su actividad con el fin de “defender los derechos” de las mariscadoras y las rederas. En el caso de ambas constan enfermedades causadas por “agentes físicos” como la bursitis crónica, el síndrome de túnel carpiano o el síndrome del canal de Guyon, así como otras ocasionadas por “agentes biológicos” como la micosis, la legionella y la helmintiasis.

El objetivo es que los documentos sirvan a ambos colectivos para “colaborar con sus médicos”, fundamentalmente para que el sobreesfuerzo que en muchos casos origina sus lesiones no sea el mismo que estas profesionales tengan que realizar cuando acuden a consulta, donde en múltiples ocasiones son las propias pacientes quienes “pelean” para que se reconozca su dolencia. “Al final quienes tenemos que aprender y saber somos nosotras, cuando quien lo tendría que hacer es el profesional (médico)”, lamenta Míguez, pese a reconocer que “la información es poder y ayuda”.

Cuando Anmupesca recibe la llamada de alguna compañera, el modus operandi suele ser el mismo. La profesional llega porque ha sido incapaz de que le den una baja por enfermedad profesional, al ser diagnosticada por su especialista como común, y entonces la entidad se pone en contacto con el Instituto de Seguridade e Saúde Laboral de Galicia (Issga) y el Instituto Social de la Marina (ISM), que median en todo lo posible para revertir la situación. “Pero lo que nosotros pretendemos es no tener que molestar a determinadas personas cada vez que sucede esto”, indican, evidenciando que también es necesario sensibilizar a los profesionales sanitarios.

Más sensibilización

La relevancia que tiene para las mariscadoras y las rederas que su enfermedad sea catalogada como profesional y no como común radica en diferentes factores, entre ellos mayores beneficios en las prestaciones que reciben por su incapacidad temporal. En el caso de las enfermedades comunes, la prestación solamente cubre el 60% de la base reguladora desde el cuarto día de la baja hasta el vigésimo, y a partir de ese momento se extiende al 75%. Para las enfermedades profesionales, en cambio, es el 75% desde el día siguiente al de la baja en el trabajo.

Además de la incapacidad temporal, las enfermedades profesionales también conllevan mejoras respecto a las comunes en las incapacidades permanentes, por las cuales se obtienen pensiones de mayor o menor envergadura. “Cuando el motivo de la incapacidad sea un accidente de trabajo o enfermedad profesional y se haya determinado la responsabilidad empresarial, la prestación económica tendrá un aumento, según la gravedad de la falta, de un 30 a un 50%”, indica para este caso concreto el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones en su página web.

“Muchas veces nuestros casos se meten en un cajón del que raras veces salen”

Ángeles Mille lleva un cuarto de siglo trabajando como redera. A sus 62 años nota cómo el oficio le ha pasado factura a su cuerpo, con dolores que se extienden desde las manos hasta los lumbares y que también pasan por las muñecas, los codos, los hombros o el cuello. Artrosis o síndrome de túnel carpiano son solo dos de las enfermedades que le han hecho parar como consecuencia del esfuerzo físico prolongado, que ha cicatrizado en las operaciones a las que se ha tenido que someter. Pero son dolencias que en un primer momento se diagnosticaron como comunes, no como profesionales, y por cuyo reconocimiento ella ha tenido que luchar.

“Si no somos nosotras las que nos implicamos en esto, muchas veces nuestros casos se meten en un cajón del que raras veces salen”, cuenta, asegurando que “todo depende del médico que te toque”. Según explica, el grueso de las veces que tuvo que acudir a consulta por alguna patología se encargó de decirle a los especialistas que ese cuadro estaba vinculado a las tareas realizadas en su día a día. Y pese a ello, aun teniendo que pasar después por el visto bueno del tribunal médico, algunos se negaron a diagnosticar su enfermedad como profesional y la catalogaron como común, eternizando todavía más el proceso.

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