Entender más

Las empresas fantasma agrarias toman al cuenca del Segura

Este tipo de sociedades sin arraigo en el territorio generan inquietud, especialmente en las zonas más castigadas por la sequía

Jornaleros recogen una plantación hortícola en el Valle del Quípar, en Caracava de la Cruz

Jornaleros recogen una plantación hortícola en el Valle del Quípar, en Caracava de la Cruz / ENRIQUE SOLER

José Antonio Sánchez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ni agricultores ni administraciones ven con buenos ojos a las grandes empresas que llegan a los territorios, alquilan parcelas y las explotan sin miramientos. Lo único que buscan es maximizar los rendimientos de las explotaciones sin arraigo alguno en el territorio. Ni la mano de obra es local, porque la traen desde fuera.

Es lo que denunció el alcalde de Caravaca (Murcia), José Francisco García, en el I Foro de Municipalismo organizado por La Opinión, diario del grupo Prensa Ibérica, que se celebró esta semana. Una denuncia que no se circunscribe únicamente a este municipio de la región. "No es ni más ni menos que empresas que llegan ante la falta de relevo en las tierras o que ofrecen un dinero interesante a los propietarios. Alquilan las tierras y las cultivan de una manera ultraintensiva con el agua de los manantiales y los pozos de toda la vida", asegura el alcalde .

No confirma que estas sociedades usan más agua de la que les corresponde, porque no tienen forma de probarlo y porque esa es la competencia de la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS), pero sí tiene claro que con las concesiones de agua de las que disponen no se puede cultivar cuatro cosechas al año. Y eso está ocurriendo. "En todo el Valle del Quípar es preocupante. Son empresas totalmente deslocalizadas. Llegan con su propia mano de obra. Hacen varias plantaciones con tres o cuatro cosechas de lechuga o brócoli y contaminan la tierra. Revientan los caminos, no dan nunca la cara y son insensibles al territorio", añade un molesto alcalde que incluso dice que son incapaces de patrocinar a un equipo de fútbol sala de una pedanía. "Se irán cuando los recursos estén esquilmados", sentencia.

Del secano al intensivo

En unas tierras acostumbradas al secano, estas prácticas intensivas alarman a los vecinos. Cuando tienen que abonar la tierra, los nervios afloran. Carlos Salero es un agricultor de cereal de secano. Vive en La Almudema, una pequeña pedanía de Caravaca. Se dedica al campo, pero esas prácticas le chocan. Y mucho. "Hay pozos que están los 365 días del año extrayendo agua para riego o la embalsan. Como mucho, antes aquí había dos plantaciones sobre el mismo terreno, pero ahora mismo hay tres o cuatro. Y no cortan. Se aprovechaba el verano y para ello se empezaba a plantar en mayo, pero esta gente ya empieza en febrero y cortan en diciembre. Incluso algunas fincas están activas todo el año", relata Salero.

Este Asegura que estas empresas se han apoderado de casi todos los recursos hídricos. Que se han hecho con las fuentes naturales de agua y que ya no hay cultivos tradicionales. Que donde había pequeños grupos de ganado y un bancal con manzanos, ahora hay plantaciones todo el año: «El agua está prácticamente en sus manos».

Y la cuestión es económica porque, asegura este agricultor, vienen estas grandes empresas y les pagan un alquiler que está de media en los 1.000 y 1.500 euros por hectárea al año. "La gente no tiene la culpa, pero estas empresas están esquilmando los recursos. Es una agricultura agresiva", dice el productor.  ¿Qué trabajo dejan aquí? Traen autobuses llenos de trabajadores. Nos rompen las carreteras y lo dejan todo hecho polvo, afiram .

Esto pasa en muchos puntos de la Región de Murcia. Como en el Altiplano. La alcaldesa de Yecla, Remedios Lajara, tiene el mismo punto de vista: "Hay muchas empresas que vienen y que hacen cultivos que no son tradicionales de esta zona. Nuestra filosofía es apoyar los cultivos, sean de la modalidad que sean y más con las empresas que están aquí y compran. Pero es que las que alquilan ni recogen las cosechas".

«A veces, la segunda o la tercera floración ni la recogen», añade la alcaldesa de Yecla. Estas sociedades no son de capital murciano, por lo que no ven el territorio como algo que cuidar. "Con tres o más cosechas al año no dejan descansar la tierra. En 20 años habrán esquilmado el acuífero", asevera el alcalde de Caravaca.

El secretario general de (la Asociacion Agraria de Jovenes Agricultores) Asaja en la región, Alfonso Gálvez, subraya que "desde el punto de vista ético y de gestión de los recursos, la situación ideal sería que los propios agricultores sean los que exploten los terrenos de aquí y que tengan prioridad. Pero hay ocasiones en las que por falta de relevo generacional, los propietarios tienen que alquilar las explotaciones a este tipo de empresas agrícolas". Gálvez analiza más rentable para los propietarios alquilar los terrenos y recureda a que desde Asaja han hecho propuestas tanto al Gobierno regional como a la (CHS) para facilitar el acceso a los jóvenes al sector primario, lo que ayudaría a ese relevo que hoy llega a parecer utópico.

La 'España vaciada'

Todos los actores que hablan sobre esta situación inciden en un aspecto: este tipo de empresas son lo contrario a las que están arraigadas al territorio desde hace muchos años. Esas empresas que sí dan un valor añadido, como explica José Francisco García, primer edil de Caravaca de la Cruz: "Hay que aprovechar los recursos naturales, pero sin agotarlos".  "Los agricultores de esta zona son unos grandes ecologistas, porque son los que han regulado los recursos naturales y son los que mantienen el territorio", concluye García. 

Además, el concepto de la ‘España Vaciada’ cobra una especial relevancia. El agricultor Carlos Salero suelta una carcajada amarga. "Cuando se ponen a hablar de la ‘España Vaciada’ y del relevo generacional… ¡Qué falsedad! Tengo 46 años y en mi pueblo (La Almudema) había 800 personas hace 35 años. Esto era un pueblo maravilloso en el que incluso había hasta cuatro tiendas de comestibles. Ahora hay 160 personas con la singularidad que más del 50% tienen más de 70 años".

La realidad es que no hay gente joven que se haga cargo de los cultivos tradicionales, por lo que, cuando estas empresas fantasma del campo llegan y ofrecen entre 60.000 y 70.000 euros por hectárea, reconoce Salero, es totalmente normal que la gente venda sus terrenos o, al menos, los alquile. "Aunque todos somos agricultores, ellos arrasan. La potencia económica es salvaje", finaliza con tristeza.