Soledad no deseada

Una de cada cuatro personas mayores no recibe visitas nunca: la soledad alcanza al 70% de los ancianos

La soledad no deseada en la vejez está relacionada con la pérdida de seres queridos, la enfermedad o el edadismo y se ve acentuada por una sociedad cada vez más individualista

"Yo no te cuido": aumentan los hijos maltratados en la infancia que rechazan ocuparse de su padre en la vejez

Una mujer en una residencia.

Una mujer en una residencia. / CARLOS MONTAÑÉS

Patricia Martín

Patricia Martín

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El aumento de hombres dependientes cuyos hijos rechazan hacerse cargo por un pasado de violencia o abandono es un fenómeno nuevo aún poco auscultado pero creciente dado el cambio de valores sociales. Sin embargo, la soledad y el aislamiento de las personas mayores es un problema de gran alcance y trascendencia en el que se trabaja desde hace años desde las políticas públicas y las entidades sociales. De hecho, Cruz Roja tiene un informe que apunta a que una de cada cuatro personas mayores no recibe visitas nunca.

Diversos estudios sugieren que la soledad no deseada, que es una experiencia personal negativa que no afecta a todas las personas que viven solas ni únicamente a los ‘singles’, incide especialmente en la población más joven y en los mayores, sobre todo en las etapas más avanzadas de la vida.

En España no existen datos oficiales, pero un estudio realizado por la Fundación La Caixa, realizado entre más de 14.000 personas que acuden a sus centros sociales y de ocio, indica que el 68% de los usuarios de estos espacios experimentan en alguna medida sentimientos de soledad no deseada. No obstante, el 53,6% de forma moderada y solo un 14,8% de forma grave o muy grave, porcentaje que se acerca al 10% de soledad no deseada que han reportado estudios internacionales en el conjunto de la población.

Respecto al género, no existen grandes diferencias en la incidencia, pero según investigación de La Caixa, sí hay diferencias en la percepción y sentimientos. Para los hombres mayores, la soledad está relacionada con la falta de apoyos o la carencia de amistades y para las mujeres es más un sentimiento de vacío y abandono.

Factores de riesgo

La soledad no deseada es un problema social al alza y, en personas mayores, tiene que ver con un conjunto de factores desencadenantes, en un momento de la vida que suele caracterizarse por las pérdidas de seres queridos, la enfermedad y la cercaría al final del ciclo vital. Otro factor de riesgo, según apunta Sacramento Pinazo, coordinadora de la Comisión de la soledad no deseada de la Plataforma de Mayores y Pensionistas, es el edadismo, dado que “la idea de que en el final de tu vida ya no vales para nada acaba calando y cuando te pasa cualquier cosa, como una enfermedad grave o que se muere tu pareja, tiendes a quedarte en casa porque crees que es lo que te toca”.

También tiene influencia, apunta la experta, una sociedad cada vez más individualista y los cambios sociales y familiares. Entre ellos, la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, que ha puesto punto final a su rol de cuidadora a tiempo completo. “A su vez, ahora las casas son más pequeñas, por lo que ya no pueden vivir padres e hijos juntos ni hay personas en casa permanentemente. Los hijos hacen sus vidas y los padres tampoco quieren mudarse y ser una carga para sus hijos”. Además, las nuevas tecnologías facilitan la comunicación pero no de calidad y ya no suele existir tanta relación entre vecinos.

“El hecho de vivir solo, por ejemplo, porque se haya enviudado, es una variable de riesgo pero no la más importante. Algunas mujeres mayores están encantadas con su soledad, pero para otras es un problema”, añade la especialista.

Impacto en la salud

En términos generales, hay mayor incidencia de este problema en personas con peor salud, dificultades de movilidad y menor contacto con sus familiares y el entorno. “Y es una pescadilla que se muerde la cola, porque precisamente la soledad provoca que autoperciban que tienen peor salud y tengan tendencia a aislarse y mantener menos relaciones sociales. Entran en pozo del que es difícil salir”, avisa Pinazo.

Los estudios indican que estados depresivos asociados a la soledad hacen que las personas que lo sufren se alimenten peor, no sigan adecuadamente los tratamientos y, al salir menos de casa, se ven agravados sus problemas de movilidad o hay más riesgo de caídas. La soledad también puede acelerar procesos de deterioro cognitivo o demencias. 

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