Medio ambiente

Provocar la muerte de árboles para salvar a los bosques centenarios: Catalunya ensaya un proyecto pionero

¿Por qué la madera muerta no debe retirarse del bosque? Un estudio advierte de su criminalización

MULTIMEDIA | Último intento para salvar al urogallo

Árbol anillado.

Árbol anillado. / JORDI VAYREDA

Guillem Costa

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La piedra filosofal de los bosques maduros consiste en lo contrario de lo que desean los humanos en busca de la eternidad. Hombres y mujeres sueñan con rejuvenecer. En cambio, la única poción que puede alargar la vida a estos viejos hábitats, tan recónditos en la región mediterránea, depende del envejecimiento constante, incluso de la muerte, en pequeñas dosis. Regresar a la juventud, para ellos, supondría una auténtica pesadilla.

Siglos atrás, los bosques accedían fácilmente a este elixir de la vida. Evolucionaban de forma natural, libres de fenómenos extremos. Envejecían y se marchitaban en un ciclo constante. El problema llegó cuando los humanos intervinieron en estos espacios y pusieron fin a la dinámica innata de la flora y la fauna.

En Catalunya, menos del 1% de los bosques son maduros, un hábitat clave para la biodiversidad

A día de hoy, la situación es preocupante: aún se pueden detectar algunas arboledas relativamente maduras en los Pirineos, pero encontrarlas en pleno paisaje mediterráneo es misión imposible. Estos espacios no llegan al 1% de la superficie forestal de Catalunya, según las conclusiones del proyecto europeo Life Biorgest.

Intromisión salvadora

Con las actuales circunstancias, estos sabios ecosistemas centenarios cada vez lo tienen más complicado para dar con el secreto de la inmortalidad. Sin embargo, un grupo de científicos encontró una solución esperanzadora cuyo éxito se ha confirmado en las conclusiones del proyecto: si se provoca la muerte de algunos árboles de forma artificial, se acelera la maduración de algunos bosques. Y esta estrategia es lo que se ha empezado a ensayar.

Primero hace falta saber qué ingredientes conforman un bosque maduro. Para que este tipo de ecosistemas se originen, se requieren unos 300 años sin que el bosque sufra grandes perturbaciones. Estos espacios tienen madera muerta de grandes dimensiones, algunos claros, y son muy heterogéneos. %

"Con los bosques que todavía no son maduros pero que van en buena dirección, se puede actuar de varias formas. O no hacer nada y dejar que sigan progresando, o eliminar pequeños árboles alrededor de uno viejo para que este siga vivo. También se pueden cortar árboles para reforzar la heterogeneidad", explica el investigador Jordi Vayreda, investigador del Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals (CREAF), que participa en el proyecto europeo que concluyó una semana atrás. "Intervenimos para que acaben de madurar", precisa.

Anillo mortal

Pero el método ideal que provoca la muerte de ciertos árboles y los convierte en madera muerta, pero en pie, es el anillado. Consiste en la eliminación de una parte de corteza ancha y del cámbium (el siguiente tejido después de la corteza) del tronco. Esta intervención corta las conducciones por las que se alimenta el árbol, por lo que, si no consigue rebrotar por debajo del anillado, morirá.

"Hemos conseguido que mueran entre el 80% y el 90% de los árboles que anillamos, un gran éxito. Primero, se convierten en madera muerta en pie. Cuando pasen los años serán madera muerta caída, también clave para el ecosistema", cuenta el experto. Este procedimiento, que se había aplicado en bosques pirenaicos, se ha puesto en marcha en zonas, por ejemplo, de Collserola. "Como hemos gestionado e intervenido demasiado en los bosques, tienen dificultades para madurar. Por esta razón les ayudamos a hacer el proceso. Lo realizamos con encinas, robles o bosques de pino carrasco", detalla Vayreda.

El proyecto seleccionó ocho hectáreas de bosques mediterráneos. Una vez se ha comprobado que funciona, se pretende aplicarlo en más lugares con el fin de volver a disponer de bosques maduros, este hábitat resiliente al cambio climático y tan poco frecuente en nuestro paisaje.

Este método es solo una de las opciones que plantea el proyecto europeo. En otros bosques, más jóvenes, se pone sobre la mesa la posibilidad de compatibilizar la presevación de la biodiversidad y el aprovechamiento económico de la madera.

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