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Cultivo de tabaco.

Cultivo de tabaco. / pixabay

Michele Catanzaro

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¿Cómo es posible que se siga cultivando tabaco en un mundo azotado por el hambre? Actualmente, 3,2 millones de hectáreas de tierra fértil, en las cuales se podrían cultivar plantas comestibles, están destinadas a ese producto cancerígeno. Más de la mitad se encuentran en Brasil, China e India. Pero la presencia del tabaco en África - el continente más castigado por el hambre - ha crecido un 20% entre 2005 y 2020. 

“Es una paradoja. Hay mucha gente hambrienta y destinamos tanta tierra a algo dañino”, afirma Kerstin Shotte, del programa de promoción de la salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En mayo, la organización publicó un informe que plantea una idea radical: 'Cultivar comida, no tabaco'. 

¿Por qué tabaco y comida están reñidos?

Unos 350 millones de personas

“Un campo de tabaco es un campo que no está produciendo comida. Con el cambio climático, la cantidad de tierra disponible se reducirá aún más”, afirma Rosemary Hiscock, del programa STOP (Stopping Tobacco Organisations and Products) de la Universidad de Bath (Reino Unido), no implicada en el informe de la OMS.

El cultivo del tabaco requiere una dedicación intensa y hasta nueve meses de maduración, lo que dificulta que los campesinos puedan compaginarlo con el cultivo de comida, explica Hiscock. Además, el tabaco vacía el terreno de nutrientes muy rápidamente. 

Además de las 8 millones de muertes anuales entre fumadores activos y pasivos (alrededor una de cada diez muertes por cualquier causa), el tabaco también tiene un devastador impacto ambiental 

Su cultivo genera 80 millones de toneladas de CO2 al año y causa el 5% de la desforestación, al ritmo de un árbol por cada 300 cigarros. Para hacer un cigarro, se consumen 3.7 litros de agua. Y cada colilla que se tira puede contaminar con su plástico y sustancias tóxicas al menos 100 litros de agua. “No se puede ir a los 'Fridays for Future' y a la vez ser fumador”, resume Esteve Fernández, director de la Unidad de Control del Tabaco del Institut Català d’Oncologia (ICO), no implicado en el informe de la OMS. 

Aunque parezca mentira, los gobiernos del mundo siguen gastando millones en subvencionar el tabaco. Por ejemplo, Argentina gastó más de 10% de sus subvenciones agrícolas en ese producto entre 2015 y 2020. En Europa, los agricultores del tabaco recibieron 52 millones de dólares en ese mismo periodo. 

A la vez, “la industria tabacalera financia grupos de campesinos que parecen auténticos y que en realidad actúan de 'lobby'”, explica Hiscock, en referencia a colectivos como la International Tobacco Growers’ Association. 

La industria también publicita entre los campesinos la idea de que el tabaco es una inversión muy rentable. Pero la evidencia es que los ingresos desaparecen en los años malos, advierte el informe. “Los campesinos podrían producir directamente la comida, en lugar de depender de los ingresos del tabaco para adquirirla”, observa Hiscock. 

Además, la industria atrapa a los campesinos: les vende semillas y fertilizantes al inicio de la temporada, con el acuerdo de descontar su costo cuando compre el producto, pero a veces los productores quedan en deuda con la industria y se ven obligados a repetir el ciclo.

¿Por qué las “soluciones” de las tabacaleras no sirven?

La estrategia de las tabacaleras para proteger su negocio se orienta hoy a promover los cigarros electrónicos y los productos de tabaco calentado. La industria los presenta como sistemas menos dañinos que los cigarros tradicionales, o como pasos intermedios para dejar de fumar. Sin embargo, ambas cosas no están demostradas, advierten los expertos.

Algunos cigarros electrónicos emplean nicotina sintética, no derivada del tabaco. Pero “la enorme mayoría de la nicotina usada viene del tabaco convencional. Hay una pequeña transición que no tiene un impacto en el cultivo de tabaco”, afirma Shotte. 

Sobre todo, esos productos no suelen reemplazar el consumo de cigarros. “La mayoría de los usuarios de cigarros electrónicos continúan fumando tabaco”, afirma Fernández. “Los que intentan dejar de fumar con cigarros electrónicos acaban teniendo un uso dual”, explica Shotte.

No obstante los intentos de la industria de aplazar su declive, este ya se está produciendo. Entre 2005 y 2020, el área dedicada al cultivo del tabaco se ha reducido un 16%.  

Promover alternativas a cultivo del tabaco es uno de los compromisos de la convención marco sobre el control del tabaco firmada por 182 países.  La OMS, junto con otras organizaciones internacionales, ha llevado a cabo un proyecto piloto en Kenya y Zambia, que ha ayudado a 5000 campesinos a pasar del cultivo de tabaco al de plantas comestibles.

De momento, se trata sólo de una “prueba de concepto”, afirma Shotte. Sin embargo, la experta cree que el objetivo se podría conseguir en cuestión de pocas décadas.

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