Orgullo en el campo

La lucha "callada" del colectivo LGTBIQ+ desde la agricultura y el mundo rural

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Asistentes a la manifestación del Orgullo LGTBIQ+.

Asistentes a la manifestación del Orgullo LGTBIQ+. / EFE

EFE / Juan Javier Ríos

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Es una lucha más "callada", no acapara el foco mediático del Orgullo estos días pero ellos, los agricultores que pertenecen al colectivo LGTBIQ+, también existen y reivindican su derecho a ser quienes son y a vivir la vida que quieren en un entorno rural, que no siempre se lo puso fácil.

Manuel Fortón, Baldomero López y Remedios Sánchez decidieron no esconder su homosexualidad y son ejemplo de la valentía que tuvieron para emprender un negocio agrario sin salir de sus pueblos a pesar de que sabían que podrían encontrarse con ciertas reticencias en los comienzos al no dar el perfil para una profesión aún bastante masculinizada.

La noticia debería ser que Manuel, Baldomero y Remedios, con 41, 42 y 36 años respectivamente, han apostado por el campo, luchando contra la falta acuciante de relevo generacional en este sector, pero no se debería obviar que su condición sexual les llenó, en su día, de temores que no deberían haber tenido nunca. Por eso, sus historias sirven de inspiración y ejemplo para todos aquellos que aman el campo pero no se atreven a dedicarse a ello por miedo a no encajar en el perfil previsto.

Ante un chat de 35.000 agricultrores

Manuel Fortón es ingeniero agrónomo y ejerce de agricultor y ganadero en Alcolea de Cinca (Huesca) donde un buen día, aprovechando las celebraciones del Orgullo, decidió confesar su homosexualidad en un chat de 35.000 agricultores españoles: "Quería reivindicar el orgullo rural de que se puede vivir con quien quieras en tu pueblo, haciendo lo que te gusta y no renunciar a tu forma de vivir por miedo al 'qué dirán'". Ese pensamiento le animó a hacerlo y, aunque luego le "cayeron" algunas críticas, él se quedó con los mensajes que recibió por privado de otros agricultores que se sentían identificados. No ha renunciado a su pasión, el campo, a pesar de que los inicios no le fueron fáciles al "no tener un perfil receptivo" dentro del sector agrario.

La clave, dice, está en normalizarlo: "Yo nunca me he escondido si me han preguntado" mi preferencia sexual porque, "si lo dices tú, hablarán un mes" pero, "si te escondes, hablarán toda la vida". Con esa normalidad vive ahora junto a su pareja en un pueblo que les respeta y cuyos vecinos ven cómo se han convertido en emprendedores de referencia en su zona.

Manuel tiene dos granjas de cerdos y 200 hectáreas con olivos y otros cultivos frutales, como la granada, de los que obtiene productos que vende a Europa y a Brasil, principalmente. Además es fuente de empleo porque en las temporadas de alta producción tiene en la plantilla hasta 10 trabajadores.

Ganadero por amor

Baldomero López se hizo ganadero por amor en la comarca leonesa de El Bierzo donde gestiona junto a su pareja, Isidro Lorences, una ganadería de vacuno de carne. Según cuenta a EFEAGRO, ha trabajado como vigilante de seguridad y cocinero fuera de su pueblo (Tejedo del Sil) durante 21 años hasta que volvió a su pueblo, conoció a Isidro y se decidieron por el campo ya que su familia política era ganadera y tenía algunas reses.

Baldomero reconoce que es su pareja la que le está enseñando "mucho" del oficio de ganadero, que "no es fácil". En su caso, tras confesar su homosexualidad, sí tuvo que hacer frente a las críticas de vecinos del pueblo pero su familia, especialmente su madre, defendía que "todo el mundo tenía derecho a ser feliz tal como es". Actualmente, hacen más vida en el municipio de Isidro, Cuevas del Sil, porque "nos tratan como unos más" pero reconoce que, al principio, a la gente le chocaba que "un gay fuese ganadero".

Con el tiempo, "lo ven todo muy normal" y le gustaría que su testimonio "sirviese de ejemplo" para todos los que, estando en una situación parecida, no se atreven a dar el paso y cumplir sus sueños.

Cabrera en Estepa

Remedios Sánchez es cabrera en Estepa (Sevilla) donde vive con su mujer, Rosario, tras coger en 2016 el testigo de su padre y de su abuelo al frente de una ganadería de caprino de leche. A pesar de ser ingeniera técnica, decidió ampliar la ganadería familiar de tal forma que tiene más de 400 cabras.

Reconoce que tiene una vida muy normalizada con su pareja en el pueblo y que las reticencias que ha encontrado han sido más por el hecho de ser mujer que por ser lesbiana, porque a muchos cabreros les sigue sorprendiendo que una chica pueda llevar para adelante ella sola una explotación de ganado.

Su matrimonio no escapa a la dura rutina de la ganadería porque, por ejemplo, cuando se casaron, en diciembre pasado, apenas pudieron disfrutar de cinco días de luna de miel. No fue un problema porque su mujer entiende este oficio e incluso le echa una mano en la granja cuando puede. Ahora, su siguiente meta es seguir construyendo este proyecto de vida juntas con la llegada de algún hijo.

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