El tren de la historia

¿Todos los 'tions' tienen cara?

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La conversión del tronco navideño en un personaje de ficción ha hecho que a su alrededor aparezcan un relato y un universo simbólico muy alejados del que tenían nuestros antepasados

ONBARCELONA CAGA TIO

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Xavier Carmaniu Mainadé

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Hacer el pesebre, decorar el árbol, hacer 'cagar el tió', preparar la escudella y los canelones, tomar las uvas para dar la bienvenida al nuevo año a toque de campana, ir a esperar a los reyes… ¿Verdad que todo esto les resulta familiar? Evidentemente, porque son nuestras tradiciones. Son ese tipo de cosas que no sabes exactamente cómo las has aprendido, pero que forman parte de uno mismo de una manera tan íntima y profunda que cuando tienes hijos te esfuerzas en transmitírselo, aunque cuando eras joven, quizás no les prestabas demasiada atención.

Ahora bien, esto no significa que siempre se hayan celebrado de la misma forma y con la misma intensidad. Como explica el folclorista Amadeu Carbó en el pódcast de esta semana del Tren de la Historia, las tradiciones que tenemos hoy en día son una acumulación de las que se hacían siglos atrás. Él que es un comunicador nato, utiliza una imagen muy gráfica: las tradiciones son como las capas de un pastel y el resultado final es el que tenemos en nuestro presente.

A él le hemos invitado a subir a nuestro Tren de la Historia para que nos explique qué capas hay en el fondo de las principales tradiciones navideñas y empezamos por una de las que más debate está generando últimamente: el 'tió'. Lo que empezó como un simple tronco se ha convertido en todo un personaje de ficción, con ojos, nariz, boca y barretina, que llega a casa de forma inesperada o que hay que ir a buscar al bosque.

Primer impacto de la conversación con Amadeu Carbó: el 'tió' no es (exclusivamente) catalán, sino que originariamente estaba presente por toda Europa y se asimilaba a una especie de cuerno de la abundancia simbólico, con el que se representaba el hecho de que después del invierno, la naturaleza volvería a dar sus frutos. Lo que ha pasado en los últimos años es que en Catalunya se ha incorporado como un elemento identitario frente a otras tradiciones navideñas foráneas como puede ser Papá Noel.

Es un proceso relativamente reciente, porque según explica este folclorista, durante los años sesenta y setenta en las zonas urbanas del país no se celebraba con el mismo entusiasmo que ahora. De hecho en muchos pisos de ciudad el 'tió' era una simple caja girada del revés. Nada de tronco convertido en ser animado. Esto vendría después y en buena parte gracias a un doble proceso. Por un lado la infantilización de las tradiciones y por otro a la influencia del mundo cinematográfico. Gracias a las películas de dibujos de Disney nos hemos acostumbrado a que tanto los animales como los objetos se conviertan en personajes con rostro y sentimientos humanos. Si un cangrejo toca las maracas junto a la Sirenita bajo el mar y un candelabro habla con acento francés en 'La Bella y la Bestia', ya me dirás porque un tronco no puede tener una bonita cara, ¿verdad?

La conversión de un 'tió' en un personaje de ficción ha hecho que a su alrededor aparezcan un relato y un universo simbólico muy alejados del que tenían nuestros antepasados, porque en las masías el tronco (que no cagaba juguetes sino unos pocos dulces y poca cosa más) terminaba en el fuego en un acto cargado de significado. La Navidad coincide con la llegada del invierno, por tanto el momento en que los días empiezan a alargarse y el encendido de aquel tronco era el fuego nuevo que marcaba el nuevo ciclo anual. Además, se consideraba que sus cenizas tenían propiedades para proteger los campos de las plagas e incluso se ponía algún pequeño fragmento del tronco quemado bajo el tejado para ahuyentar rayos, granizadas y maleficios de brujería.

Ahora imagínate que a los niños del siglo XXI les dijéramos que tiene que echar el 'tió' al fuego y quemarlo, acabarían traumatizados pobrecitos. Pero es que tampoco tendríamos dónde, porque en la mayoría de casas no hay chimenea. De hecho, su lugar simbólico lo ocupa ahora la televisión, que es el elemento de reunión para toda la familia.

Por lo menos hasta ahora, porque con la multiplicidad de pantallas, el consumo audiovisual cada vez es más individual y personalizado. Como la religión. Al menos, esto es lo que afirma el catedrático de antropología de la Universidad de Barcelona, Manuel Delgado en nuestro pódcast. A su juicio, aunque ahora no se siguen los preceptos del cristianismo, la religión ha escapado de su ámbito natural para conectar con espiritualidad más individualizada. Pero al mismo tiempo, se mantienen las tradiciones porque son las que nos explican como grupo humano y sirven para encontrarnos. Como dice él, lo importante de Navidad son los canelones de la abuela.

La noticia se basaba en el reciente experimento de fusión nuclear que aún no tiene aplicaciones en la vida real y, además, estaríamos hablando de la llamada agua pesada, que no tiene que ver con la que sale del grifo o del mar.