Acto de reconocimiento
Los hombres de Vandellòs que evitaron un desastre nuclear en 1989: "Nos sentimos malditos"
Los trabajadores de la central serán por fin homenajeados, 33 años después del incidente más grave de la historia de España
"Las pesadillas no me han abandonado. He pasado muchas noches soñando con la central", confiesa dice Ángel Ruiz, supervisor entonces
Juan Ruiz Sierra
Periodista
Este sábado 19 de noviembre, a las 12.00 del mediodía, se celebrará en el municipio de Vandellòs-L’Hospitalet de l’Infant (Tarragona) un acto que debería haber tenido lugar hace muchísimo tiempo. La fecha escogida no coincide con la del incidente que se conmemora. El aniversario tampoco cae en una cifra redonda. Pero eso es lo de menos: 33 años y un mes después del siniestro nuclear de Vandellòs I, el más grave de la historia de España, los trabajadores de la central, que fueron quienes impidieron la tragedia, serán por fin homenajeados. El Ministerio del Interior se ha desentendido de la convocatoria. La Generalitat está invitada, pero se desconoce si acudirá alguien en su nombre. El único respaldo institucional vendrá del ayuntamiento de esta localidad costera.
El enorme lapso de tiempo y el desinterés de los gobiernos central y autonómico resultan ilustrativos. No es que los operarios se hayan movilizado para recibir un reconocimiento. Al contrario. Todos los consultados rechazan el término de "héroes" e insisten en que solo hicieron "lo que tenían que hacer". Rechazan cualquier protagonismo. Pero el hecho de que hayan pasado más de tres décadas sin ninguna consideración pública dice algunas cosas sobre la manera en la que la sociedad española, y sus instituciones, se relacionan con lo que ocurrió entonces.
Reportajes sobre la noche del 19 de octubre de 1989 (el fallo de una turbina, el incendio que provocó, la inundación del sótano y la falta de transparencia de la empresa, llamada Hifrensa) ha habido muchos. Algunos, muy buenos. Lo que se conoce menos es cómo se sintieron, después de que todo acabara, los responsables de lograr que el siniestro, que fue considerado un incidente de nivel 3, solo un peldaño por debajo del accidente nuclear, apenas tuviera consecuencias.
"¿Y ahora qué?"
Está Braulio Conejo, de 75 años, por ejemplo, que era entonces técnico de mantenimiento y acudió a Vandellòs I en cuanto vio desde su vivienda el humo negro. "Cuando todo acabó, fue como si se te hubiese quemado tu casa -explica-. '¿Y ahora qué?', piensas. ¿Seguiremos trabajando? La empresa nunca manifestó que fuese a echar a nadie a la calle, pero no lo sabíamos. Pasamos de pensar que éramos los mejores, por trabajar allí, a sentirnos malditos, como si hubiésemos sido los responsables de haber quemado la central. Merecíamos este homenaje desde 1989".
Se percibe cierto rubor cuando todos hablan de sus méritos. "El reconocimiento debería haber tenido lugar cuando ocurrió el incidente. Hacerlo ahora, qué quiere que le diga… A nosotros ni nos han atacado, ni nos han aplaudido. Hemos estado en el anonimato. Ni infierno, ni gloria", explica Ángel Ruiz, de 75 años, el supervisor que estaba a cargo de la instalación atómica a las 21.39, cuando todo se desencadenó.
"A mí también me parece muy mal que no haya habido ningún acto como el que tendrá lugar este sábado, pero qué le vamos a hacer", añade Francisco Trujillo, de 86 años, otro de los supervisores de la central. "En otro país hubieran reconocido nuestro trabajo, pero aquí, pues no. Somos así", coincide Juan José Colavida, de 71 años, que trabajaba de auxiliar, encargado de vigilar las máquinas de la central.
Muchos ya han fallecido
Si por fin hay un homenaje de este tipo es en gran parte gracias a Julio Pérez, vicepresidente de la Asociación de Técnicos en Seguridad Nuclear y Protección Radiológica (ASTECSN), extrabajador del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) y uno de los especialistas que ha analizado más a fondo el siniestro. "A estos trabajadores no se les ha dado ni las gracias. La sociedad tiene una deuda con ellos que nunca ha sido reconocida. Antes de la pandemia, intentamos que el Ministerio del Interior se implicara, pero allí nos remitieron a Protección Civil, que a su vez nos pidió que hablásemos con la subdelegación del Gobierno. Estuvimos yendo de un sitio a otro. Al comprobar que no había ningún interés, y viendo que muchos de los técnicos ya se estaban muriendo de viejos, pensamos que si nosotros no hacíamos el homenaje, no lo iba a hacer nadie", explica.
"¿Qué ha ocurrido aquí? -continúa Pérez-. Que la empresa nunca quiso reconocer lo cerca que estuvimos de un accidente grave. Quería minimizar lo que había pasado, porque temía que la central se cerrara, como acabó ocurriendo. Y si reconocía el mérito de los trabajadores, tenía que admitir que la situación había sido muy complicada".
Pero lo fue. Más de tres décadas después del siniestro, aquellas horas continúan muy presentes entre sus protagonistas. "Las pesadillas no me han abandonado. He pasado muchas noches soñando con la central", dice Ruiz. Conejo, por su parte, comenzó a ver hace unos años la miniserie Chernobyl, sobre el accidente nuclear en la central del norte de Ucrania, ocurrido tres años antes que el siniestro de Vandellòs I. "En el primer capítulo, cuando vi a los trabajadores correr por los pasillos, me volvió un olor que no había vuelto a sentir desde entonces -cuenta-. Tuve que dejar de verla".
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