Educación y mayores

Montserrat Rosset: "Mi padre me puso a trabajar con 14 años; estoy recuperando el tiempo perdido"

La Universitat de l'Experiència, programa social de la Universitat de Barcelona, es para cientos de personas mayores la oportunidad para estudiar todo aquello que no pudieron aprender de jóvenes.

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A1-157695670.jpg / Ferran Nadeu

Helena López

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Su madre era pianista, una mujer de una gran cultura, pero murió cuando ella tenía 11 meses y su padre se volvió a casar con una mujer que "era totalmente lo contrario". Montserrat Rosset, que este domingo cumplirá 76 años, explica la historia de su vida sentada en un banco de hierro de uno de los jardines del edificio histórico de la UB, donde, al fin, está estudiando. Y lo cuenta casi como si fuera una de esas novelas que le apasiona leer -y que muchas veces lo hace en inglés, para practicar- o las que les cuentan en las clases del programa de Humanidades de la Universitat de l'Experiència, en esta misma facultad, de donde es alumna.

Estudió hasta los 13 y a los 14 su padre la puso a trabajar, pero ella tenía sed de conocimiento y ya entonces se apuntó a francés y a taquigrafía. "Quería estudiar música, como mi madre, pero en casa me lo prohibieron, así que a los 18 años me matriculé en el conservatorio. Trabajaba de día y estudiaba de noche. Mis dos tías, hermanas de mi madre, me regalaron un piano y a las seis de la madrugada me levantaba, en Santa Coloma, donde vivía, y estudiaba, y así hasta que me casé, prácticamente para salir de casa, y dejé los estudios", prosigue Rosset, una de las de las 1.800 estudiantes de la Universitat de l'Experiència, programa social de la UB cuyo único requisito para participar es tener más de 55 años. 

Animada por su hija

Tras 25 años regentando una tienda de material de ropa deportiva junto al que ahora es su exmarido, lustros que la mantuvieron alejada de su gran pasión, la música, Rosset empezó a trabajar como administrativa en la Federación Catalana de Entidades Corales, lo que le dio pie a hacer cursos de canto coral, primero, y de dirección, después. "Fue mi hija mayor, que vive en Francia y es pedagoga y maestra y está muy puesta en temas de educación y cultura, la que me contó que existía la Universitat de l'Experiència. El primer año fue virtual, por la pandemia, y el curso pasado ya empezamos de forma presencial. ¡Y me encanta! Además, como yo no vengo del mundo universitario y nos proporcionan unos profesores de primer nivel, estoy súper encantada. Para mí todo es nuevo y me interesa muchísimo. Es fantástico; yo salgo de aquí diciendo que me entusiasma", prosigue.

A su lado, sentado en el mismo banco, la escucha Magí Valls, compañero del programa de Humanidades y uno de los veteranos de la Universitat de l'Experiència, quien ha pasado ya por varios cursos desde que le jubilaron a los 65. Valls es médico, ginecólogo, especialidad que ejerció en el mismo hospital durante 34 años, hasta 2009, cuando tuvo que retirarse "por imperativo legal". "A los 65 años, si no eras profesor universitario te jubilaban", recuerda. Al poco del no buscado retiro se enteró, también por su hijo, como Rosset, de la existencia de la Universitat de l'Experiència y empezó por Lengua y literatura, algo a las antípodas de la disciplina a la que había dedicado toda su vida profesional, pero una de sus pasiones.

Punto de inflexión

"Antes nos dejaban elegir optativas que eran asignaturas de los grados, y así nos mezclábamos con los jóvenes, pero después de la pandemia ya no", señala el doctor, quien lleva mucho tiempo intentando apuntarse al programa de Historia del Arte, el más demandado, pero aún no ha tenido suerte (va por sorteo). 

En estos años, eso sí, ha hecho cursos casi de todo. Hizo uno sobre la transición española y un taller de escritura en el Ateneu Barcelonès, "que es muy bueno, pero es carísimo", a diferencia de los precios sociales de la Universitat de l'Experiència

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