LA OTRA PANDEMIA

Dejar de fumar sigue siendo una tarea difícil

Se cumplen dos años desde que Sanidad incluyó en la receta la financiación de dos fármacos antitabaco

La pandemia dejó al tabaquismo, como otras enfermedades crónicas, en un segundo plano

Fumar cigarrillos electrónicos duplica el riesgo de tener un infarto

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Miriam Ruiz Castro

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“La única manera de dejar de fumar es no fumar más”. El premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez contó que el “chiste flojo” lo iba repitiendo una y otra vez cuando se convirtió en un “fumador retirado”. Su último cigarrillo de los 80 que fumaba a diario lo aplastó contra un cenicero de un restaurante de Barcelona tras una cena con un amigo médico y su mujer, según él mismo dejó escrito. ‘Gabo’ dejó de fumar sin ayuda, a golpe de fuerza de voluntad. Nada de parches, pastillas, libros o acupuntura. El suyo pertenece a ese escuálido 4% de intentos de dejar de fumar sin apoyo externo que, según la OMS, funcionan.

Entre esos apoyos están los fármacos que ayudan a la deshabituación tabáquica. Dos de ellos, vareniclina y bupropion, se incluyeron en la receta por primera vez en 2020, y el Sistema Nacional de Salud pasó a financiar un intento anual por paciente. Era una reclamación histórica de las sociedades científicas, que creen que su coste era una barrera de acceso. “Son tratamientos caros”, señala el responsable de Área de Información del Medicamento del Consejo General de Colegios Farmacéuticos, Iván Espada. “Para un paciente, ronda los 300 euros”. El medicamento más dispensado es ‘Champix’, la marca comercial de la vareniclina, aunque lleva meses con problemas de desabastecimiento, como señala Espada. La falta de suministros debido a problemas con algunos lotes ha provocado que la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) haya pedido que no se prescriba y que se busquen tratamientos alternativos. La citisina es otro fármaco nuevo, de unos 200 euros, pero aún no está financiado. Bupropion, el otro incluido en la receta, se autorizó por primera vez en España como tratamiento antidepresivo. “Hay que considerarlo más como una inversión que como un gasto. Ahorramos el dinero del propio usuario, y también de las patologías que van asociadas al tabaco, un coste indirecto de calidad y de esperanza de vida”, defiende Espada.

Intentarlo... otra vez

Carmen Pardo tiene 31 años. A los 26, se cansó de fumar por primera vez. Lo dejó seis meses, pero volvió al cigarrillo. Hace algo más de un año volvió a intentarlo. “Tenía bastante fatiga al subir escaleras, estaba cansada, empecé a hacer deporte y fumar me empeoraba mucho”, explica. “También estaba cansada de quedarme sin tabaco y tener que bajar a comprar”. En su trabajo organizaban sesiones para dejar de fumar y decidió apuntarse. Le recetaron vareniclina y estuvo tomándola mientras asistía a sesiones motivacionales con su médico. A los seis meses le hicieron el primer seguimiento. Otro al año. Pero unos meses después le ofrecieron un cigarro y todo se fue al traste. “Me dijeron que nunca más lo probara… Pero empecé dándole unas caladas, luego me fumé unos cigarros en una boda, y al final me compré un paquete y volví a recaer completamente”, se lamenta. Las tasas de éxito no son tan altas como se podría esperar, en torno al 30%-35%, pero ayudan.

Uno de esos médicos que recetan estos fármacos es Raúl de Simón, coordinador del grupo de trabajo de Tabaquismo de SEMERGEN. El doctor explica que, en consulta, hay que distinguir entre los fumadores que quieren dejar de serlo y los que todavía no se lo han planteado. Ambos deben recibir “consejo antitabaco”, pero son los primeros los que deben recibir fármacos. Lucía Rubio, de 64 años, es de las proactivas. “Decidí que lo debía dejar cuando el médico cardiovascular me dijo que tenía las arterias fastidiadas. Me voy haciendo mayor y veo que va llegando el día en que me va a perjudicar muchísimo”, dice. Pidió ayuda a su médico de cabecera, que le recetó el “Champion”, como ella lo llama. Cuenta que en aquel momento ella no pasaba un buen momento y su doctor le dijo que no empezara hasta que no se viera con fuerzas. “Hay que estar muy mentalizada”, dice convencida.

Según los datos de la consultora de mercados IQVIA facilitados a EL PERIÓDICO, las ventas de vareniclina crecieron un 309% en enero de 2020, primer mes incluido en la receta. Los productos de deshabituación tabáquica doblaron su venta en valores, y casi 4 de cada 10 unidades vendidas fueron reembolsadas. Sin embargo, la cifra de ventas de 2020 (1.427.345) no fue tan alta como se esperaba con respecto a la de 2019 (1.123.593 fármacos). Y en 2021 ha caído (1.239.884 unidades). Son los estragos de la pandemia.

Los estragos de la pandemia

A la financiación de estos medicamentos solo pueden acceder quienes estén incluidos en los programas de deshabituación tabáquica supervisados por el personal médico de una atención primaria que ha acumulado meses desbordada entre test PCR y pinchazos de vacuna. “Estos programas han estado muy limitados y afectados por la dificultad de acceso a los centros de salud. Ha habido épocas en las que prácticamente ni se ha consultado. El tabaquismo, como todas las enfermedades crónicas, ha quedado relegada en la pandemia, especialmente la primera ola”, explica el doctor Simón. “Pero nunca se ha dejado de hacer atención al fumador que quería dejar de serlo”, añade.

Algunas comunidades incluyen también en su cartera los parches o chicles de nicotina. Es en estos medicamentos sin receta en los que el farmacéutico tiene un papel fundamental. “Estos medicamentos no son mágicos, no sustituyen a la voluntad”, insiste Espada. “Es una sustancia que crea una altísima dependencia y lo que hacen estos fármacos es reducir los efectos desapacibles del mono, pero hay que sumarle que el usuario quiere dejarlo”.

La Guía del Institut Català de la Salut señala que “los fumadores se mueven a través de las fases de contemplación-acción-recaída una media de 4-5 veces antes de conseguir el éxito”. Carmen ha vuelto a dejar de fumar tras una sesión de hipnosis que le ha costado unos 40 euros y que una amiga le recomendó. “Te dicen que te imagines como un humo blanco que entra por tu garganta y te contamina todos los alveolos mientras ves unas imágenes que te generan bastante aversión. De momento ha sido un empujón”, dice, animada. Aunque le quede algún intento más según la estadística, tiene a favor el refranero: a la tercera va la vencida.

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