Colectivos vulnerables

La Generalitat aplica el modelo escandinavo contra la pederastia

Una prueba piloto en Tarragona triplica la detección de niños y adolescentes que sufren abusos sexuales

La Casa de los Niños (Barnahus) evita la revictimización de los menores y favorece las condenas de los agresores

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A1-120133799.jpg / Juan Revillas

Elisenda Colell

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Todos para uno, y uno para todos. La frase de 'Los tres mosqueteros' sirve, también, para explicar el modelo escandinavo para atender a los niños que han sido víctimas de abusos sexuales. Todos los profesionales implicados (maestros, profesores, sanitarios, jueces y trabajadores sociales) trabajan en un único espacio, y la víctima solo tiene que explicar los abusos una vez, a un profesional que se encarga exclusivamente de su desarrollo y recuperación. Este modelo, respetado internacionalmente, hace un año que se aplica en las comarcas de Tarragona. Desde entonces, la región ha triplicado el número de menores que han sido víctimas de abusos sexuales respecto a la media catalana. Los profesionales asumen que, hasta entonces, no se quería detectar los abusos porque no había forma de curar las heridas en los niños.

En realidad es un espacio provisional, pero no lo parece. En un par de habitaciones de la enfermería del Complex Educatiu de Tarragona (Tarragonès) se ha instalado una cocina, un despacho, una pequeña enfermería, y un par de salas con juguetes, peluches, sofás, balancines y libros infantiles. "Es importante crear un espacio donde los niños se sientan cómodos, seguros, donde podamos tomar un café con las familias...", explica la coordinadora de la Casa de los Niños o Barnahus (su nombre en sueco) y psicóloga Raquel Vila. Allí trabajan tres psicólogos y tres trabajadores sociales, responsables de escuchar y atender a los niños y sus familias.

Desde mediados de 2020, cuando se puso en marcha esta prueba, 208 niños y adolescentes menores de 18 años han sido atendidos en este espacio. "La tasa de maltrato sexual infantil en Catalunya es de 1,5; en Tarragona es de 4,5. El triple", cuenta Esther Cabanes, directora general de Atenció a la Infància i l'Adolescència de la Generalitat. No es que en Tarragona haya más abusadores sexuales, es que ahora se buscan y detectan.

Cambio sustancial

"El maltrato en la infancia siempre ha sido un tema tabú, pero lo que también nos pasaba es que los profesionales no queríamos encontrar casos", explica Vila. ¿Por qué? "En parte porque los profesionales que trabajan con niños no están formados para poderlos detectar, pero sobre todo porque es un marrón, es un problema muy gordo, y las consecuencias son terribles. Si ocurre dentro de una familia, esta se rompe y, además, los niños sufrían muchísimo durante todo el proceso", prosigue Vila. "En Tarragona, cuando detectábamos un caso, el niño tenía que denunciarlo en la comisaría, después ir a un hospital donde se le analizaban los genitales, que no es algo muy agradable, después tenía que declarar ante el juez e ir a juicio... Para hacer la recuperación psicológica solo los casos más graves podían ir a un servicio especializado en Barcelona. Era imposible salir de todo esto entero", añade.

Un profesor cesado

El cambio es sustancial. Con la Barnahus los profesores, los servicios sociales, los pediatras y psicólogos, los Mossos, los jueces y fiscales han sido formados sobre el maltrato sexual infantil y sus secuelas en los menores. "Es curioso pero una psicóloga de un CSMIJ de Salou me dijo que ahora a todos los niños les pregunta si han sufrido abusos sexuales. Es una pregunta que jamás hacíamos antes, y es necesaria", asume. Esta psicóloga, como tantos otros, ha derivado un buen puñado de casos. Uno, por ejemplo, ocurrió en una escuela y "como tenemos línea directa con Educació, el profesor fue cesado al momento", explica Vila. Aunque el 53% de casos los abusos los hace un familiar directo.

El segundo cambio está en la atención. "Cuando los Mossos, las escuelas o los servicios sociales encuentran un caso, no deben interrogarle ni preguntarle nada, así evitamos la revictimización. Les recibimos aquí, jamás les juzgamos, y desde el primer momento empezamos el tratamiento para la recuperación y, evidentemente, para que el agresor deje de actuar", explica Vila. Los forenses se trasladan también hacia el lugar, y les hacen los análisis corporales necesarios en una sala con intimidad y con todo el tiempo y pausas necesarias.

Interrogatorios sin público

La Barnahus también es sede judicial. Aquí, y solo aquí, los niños explican los abusos de los que han sido víctimas. Y lo hacen en una sala, interrogados por la profesional que les ha acompañado desde el primer minuto. "Es muy importante que se sientan cómodos y estén tranquilos, son relatos muy duros para ellos", asume Vila. Estas declaraciones se graban en una cámara, y el juez, el fiscal y los abogados defensores siguen el interrogatorio en directo por videollamada. "Son sesiones muy largas. Se hacen pausas y todas las partes pueden pedir que preguntemos cosas que no han quedado claras", cuenta Cabanes. Y lo esencial es que estas grabaciones sirven como pruebas preconstituidas: los niños no tendrán que participar en el juicio ni repetir su trauma ante desconocidos.

"La verdad es que la evolución, la reparación del abuso es mucho más rápida", cuenta Vila. Esta es la principal consecuencia de la prueba. Que vuelven las sonrisas. Comparado con el modelo Barnahus, la Generalitat es consciente de que el trato que da a los menores víctimas de abusos sexuales no es el que debería. Y por ello quiere implementar este modelo escandinavo a las 11 veguerías de Catalunya. ¿Cuándo? "Es algo que debe anunciar la 'consellera'", responde Cabanes.

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