urbanismo sin control

Los expertos vuelven a alertar de la excesiva 'chaletización' del litoral mediterráneo

zentauroepp55552457 chusa201106192629

zentauroepp55552457 chusa201106192629 / periodico

Julia Camacho

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Los miles de kilómetros de costa de los que dispone España son claves para su desarrollo económico y social, por cuanto proporciona seguridad alimentaria o turismo, y además sirven de barrera frente al impacto del cambio climático, ya que generan lluvias para frenar el avance de la sequía, controlan la erosión del suelo y ayudan a amortiguar las inundaciones. Pero ese valor estratégico ha pasado a segundo plano, e incluso puesto en riesgo, con la vorágine del ladrillo de las últimas décadas. ¿Resultado? No se sabe cuándo volverá a producirse un temporal como 'Gloria', que asoló Catalunya a comienzos del 2020 (o más recientemente, el temporal de la semana pasada en la Comunitat Valenciana), pero sí hay certezas de dónde tendrá mayor impacto: en el 40% de municipios del litoral que han urbanizado más de la mitad de su costa.  

El último informe del Observatorio de la Sostenibilidad, que analiza los 50 municipios costeros más construidos, constata que la zona más expuesta a temporales y danas (o gotas frías) es la costa cálida peninsular, en concreto 12 municipios andaluces, 11 valencianos, y otros dos catalanes (Sitges y L’Ametlla de Mar). También parajes insulares (10 localidades baleares y 10 canarias). La zona menos afectada sería la costa norte ya que, salvo el área de las Rías Baixas, es la zona que ha experimentado un menor desarrollo urbanístico vinculado al turismo. El dato global es demoledor: el conjunto de superficie artificial construida en los primeros 500 metros de costa suma 625 kilómetros cuadrados, una cifra superior al área total que abarca el municipio de Madrid (605 kilómetros cuadrados).

El documento constata cómo estos núcleos rurales vivieron en el tramo final del siglo XX un espectacular crecimiento urbano con escasa planificación, ya que su diseño "solo respondió al máximo estímulo económico" que proporcionó el sector turístico-residencial. Y aquí, el beneficio privado en la actividad constructora era proporcional a la mayor cercanía al agua. No es de extrañar, pues, que el 80% de las áreas artificiales de costa se corresponde con edificios y urbanizaciones dedicadas al uso exclusivamente residencial en 22 de los municipios costeros analizados. Eso sí, mientras que en Canarias el modelo de desarrollo se ligó a complejos hoteleros del tipo resort, “desvinculado del tejido urbano” y con “escaso beneficio económico en los municipios y comercios locales, en beneficio de tour-operadores foráneos”, en el Mediterráneo los reyes son los chalets y los campos de golf. Solo en Puerto Real y Sagunto dominan los usos industriales o productivos.

Del sur de Valencia a la Costa del Sol

Alicante y el sur de Valencia y la Costa del Sol son las zonas donde mayor es el impacto del ladrillo, aunque también se observan importantes transformaciones en la costa gaditana de poniente o en Baleares. Por conjunción de todos los indicadores, Marbella es claramente “el municipio anteriormente rural más impactado por la turistificación intensiva de España”, ya que el fenómeno se extiende a los municipios adyacentes, como Mijas, Estepona y Benalmádena. Junto con Calvià (Mallorca), son los municipios que más área de costa han pavimentado para satisfacer la demanda de turismo, con 988 y 983 hectáreas, respectivamente.

Por su parte, Benicàssim es la localidad que más ha transformado sus primeros 500 metros de costa, con el 83% de su superficie modificada con fines turísticos. Le van a la zaga Orihuela, Mijas, Marbella, Torrevieja y Benalmádena (todos por encima del 30%). Este último, junto a Calpe, ostenta el triste récord de ser los municipios que más han artificializado el conjunto de su término municipal, muy cerca ambos del 45%. El informe destaca la situación de Orihuela, que sobresale por tener el 100% de la superficie residencial ribereña plagada de chalets, o L’Ametlla de Mar, donde los chalets suponen en 93,8% de su superficie residencial.

El informe concluye con la necesidad de adoptar medidas de forma urgente, ya que el cambio climático ha vuelto más frecuentes e intensos los temporales y danas y el riesgo de estas zonas artificializadas es muy alto, ya que quedan expuestos a la elevación del nivel del mar sin ningún elemento que lo frene. Por eso, el Observatorio explica que para lograr una “costa sostenible y resiliente” hay que “dar un paso atrás” y “devolver al mar lo que es del mar”, demoliendo las zonas de mayor riesgo.

Asimismo, el Observatorio aboga por aplicar soluciones basadas en la naturaleza tales como recuperar humedales o crear estructuras para captar arenas y sedimentos (a fin de crear barreras artificiales) y fijar vegetación. Y apunta la necesidad de crear un sistema de compensación para municipios que no han deteriorado su litoral, además de aprobar una nueva ley de costas que incluya el cambio climático y derogue la de norma del 2013 y los indultos a una serie de núcleos que ya se han inundado en estos años. 

Nuevos núcleos desconectados de los antiguos

Fernando Prieto, director del observatorio y coautor del informe, apunta que este modelo de urbanismo, orientado casi en exclusiva al turismo y la inversión inmobiliaria, produce grandes desequilibrios. Además de ser “muy arriesgado”, como se vio con la crisis financiera de la pasada década o con la actual pandemia por el coronavirus. “La extensión del territorio urbano se ha hecho completamente a espaldas de los núcleos urbanos originales, desconectados incluso territorialmente, y siguiendo un modelo disperso de baja densidad”, explica, “y esto supone una importante carga económica para los ayuntamientos, que deben proporcionar servicios a urbanizaciones alejadas del casco urbano original, con un elevado coste, que muy frecuentemente no se reparte de forma equitativa”.