Plantón al donjuán estafador
Es difícil congregar a todas las policías del Estado detrás de alguien, cada una por un caso, pero Rodrigo N. va camino de conseguirlo. El hombre, que se hace llamar Roi, Adrián, Leto, y que pasa por ser alemán, italiano, sueco, diseñador, tatuador, programador o cocinero, acumula una varias denuncias por estafa en toda España de una decenas de víctimas, en su mayoría mujeres, a las que hizo creer que era el hombre de sus sueños antes de sustraerles dinero, móviles, ordenadores y otros aparatos, siempre bajo la coartada de un préstamo que nunca veía la fecha de devolución.
El donjuán virtual siempre se ha manejado por lo bajo. Cifras de entre 200 y 3.000 euros, un móvil, un ordenador portátil, instrumentos de tatuar, una cuenta de hotel, estancias en casas que sus víctimas le prestaban... Cuantías ajustadas que hicieran que sus víctimas, mujeres independientes, con recursos, universitarias y sin hijos, valoraran la conveniencia de entrar en un proceso judicial y topar con la incomprensión de su entorno.
Pero Rodrigo ha acabado por colmar la paciencia de algunas de quienes más creyeron en él y la venganza ha hecho que las afectadas estén difundiendo el caso en un blog y coordinando una demanda colectiva. Cuatro de las de Barcelona presentaron una demanda conjunta por estafa por un importe total que ronda los 8.000 euros que acabó archivada y que ahora se intenta reavivar. Pero hay otra en Getxo (Vizcaya), que sigue viva, y por la que han pedido prisión provisional para el demandado, y otras dos denuncias en Galicia. Más dos condenas previas, una en Málaga y otra en Valencia.
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“Nos conocimos por Badoo, una web de contactos. Pasamos un tiempo chateando y de ahí a Whatsapp y a hablar por teléfono”, explica E., una de las impulsoras de la demanda. “Me explicó que era tatuador, que vivía en Suecia y que tenía que ir a Galicia para hacerse cargo de su hermana drogadicta. Meses después, con la confianza, le contó que su hermana se había muerto y E. le ofreció venir a Barcelona para ayudarle a superar el mal trago. “Vino por una semana, pero cuando le conocí no me gustó su físico. Nuestra relación fue siempre de amigos”, relata.
Mientras cocinaba para E. en Barcelona, Rodrigo quedaba con otras mujeres a las que había conocido por otras páginas de contactos. Nunca, relatan las víctimas, les presentaba a nadie de su círculo familiar o de amistades. Ni tampoco daba su nombre real, que descubrió una de sus enamoradas cuando halló su DNI, caducado desde hacía tiempo y que mostraba que había nacido en Marín (Pontevedra) en 1973.
FALSO TATUADOR
“Se presenta en todo momento como la persona que esperas: si te gustan las motos, aprenderá de motos, si te gusta el rojo, todo será rojo. Siempre se comporta como un caballero”, señala N., la única que afirma que siempre fue invitada por el donjuán, aunque perdió varios objetos. Esta tatuadora descubrió parte del engaño cuando forzó al supuesto artista del tatuaje a plasmarle una de sus obras en su pierna. “De teoría sabía mucho y de dibujar también, pero en la práctica me hizo una desgracia que voy a llevar encima toda mi vida”, comenta.
Rodrigo también utilizaba Facebook y en su perfil discriminaba la información que mostraba a cada una de sus víctimas. Hasta que se equivocó y evidenció a una que andaba con otra de sus conquistas. Esta le revisó su cuenta en la red social y contactó con otras mujeres a las que tenía agregadas. Y al comentar sus sospechas con sus amigos, alguien ató cabos y le habló de otra víctima.
E., N., M. y A., la última afectada, pasaron de Facebook a tomarse un café y decidieron emprender acciones legales. Le denunciaron por robo y estafa ante los Mossos d’Esquadra y les indicaron cuándo y dónde podían detenerle: la noche de San Valentín del 2014, en la casa de una de ellas. Acabó pasando 72 horas en comisaría porque le pillaron con objetos de las mujeres que en un primer momento dijo que eran suyos y de los que sus dueñas pudieron acreditar que los habían comprado ellas, pero el caso acabó archivado.
DAÑO EMOCIONAL
“Hay víctimas que se han quedado convencidas de que era el hombre de su vida o de que quería tener un hijo con ellas, incluso cuando ya les había robado y había desaparecido. Y a otras las ha intentado convencer de que todo era un complot en su contra”, afirma E. “Hay algunas que todavía están en tratamiento psicológico, porque las suele abordar cuando superan una ruptura o un divorcio”.
Uno de los problemas a los que se enfrentan las afectadas es la falta de conexión entre demandas, en tiempo y lugar pero también porque muchas se han puesto sobre identidades falsas… También se cuidaba de que las víctimas no se conocieran entre ellas y cambiaba de zona geográfica cuando consideraba que ya levantaba sospechas. Ahora ellas solo quieren pasar página y que no haya más afectadas.
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