La Cantudo de la robótica

Go Nagai, autor de Mazinger y de varias obscenas obras de culto manga en Japón inoculó en una generación imberbe la curiosidad insana con Afrodita A y el barón Ashler

Afrodita, en el instante icónico, cuando sus mamas salían volando..

Afrodita, en el instante icónico, cuando sus mamas salían volando..

Carles Cols

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El primer desnudo integral del cine español tras la muerte de Franco lo protagonizó una entonces impresionante María José Cantudo en La trastienda, dirigida por Jorge Grau Eran solo tres segundos de estriptís completo en pantalla, pero que le quitaron el hipo a millones de españoles. Se supone que aquellos años del destape y del cine clasificado S fueron la semilla de la desinhibición de los posteriores locos años 80, pero muchos de los protagonistas de aquella década inolvidable eran en realidad, cuando lo de la Cantudo, niños y preadolescentes, menores de edad, telespectadores a las tres de la tarde de los sábados en TVE de Mazinger Z, en principio una inocente serie infantil de robots a la greña, pero que en realidad era más bien el sótano moral de la mansión de un súcubo. Se supone que los responsables de la televisión pública española lo descubrieron, aunque fuera tarde. El 16 de septiembre de 1978, sin previo aviso, no se emitió ya el capítulo 33 de los 92 de la serie. Apareció en pantalla Orzowei, el tarzán italiano. Se quedó así colgada en el aire la duda eterna que los niños discutían en el patio del colegio: qué tenía en la entrepierna el barón Ashler, malo siniestro de la trama, literalmente mitad hombre y mitad mujer.

Esa es la cuestión. Los padres iban al cine a ver fugaces desnudos y los hijos disfrutaban de una pubertad como no la había habido en 40 años, de la mano de una historia concebida por Go Nagai, dibujante japonés del que basta dar una par de datos para comprender de qué iba preñada en verdad la serie Mazinger Z. Antes de su aventura robótica, Nagai ya había alcanzado una cierta notoriedad al otro lado del planeta con La escuela indecente, título de un cómic que no tiene más significado que el que tiene. Años después fue autor de otra aventura memorable, Kekko Kamen, una superheroína con la que lamentablemente Hollywood no se atreverá, pues su disfraz de combate se reducía, todo en rojo, a una capucha, unos guantes, unas botas altas y nada más. Nagai, queda claro ya, ha dibujado a lo largo de su trayectoria miles de formidables pechos, y la etapa de Mazinger Z no fue una excepción.

Unos pechos de leyenda

Que Afrodita A, compañera de armas de Mazinger, gritaba «¡pechos fuera! antes de lanzar sus mamas como obuses es falso. Es una leyenda urbana. Era Mazinger quien proyectaba el «fuego de pecho» y gritaba «puños fuera», lo otro era lo que la imaginación destilaba con tanta hormona, pero tanto da, lo cierto es que las tetas de Afrodita volaban. Hay quien incluso sostiene que los puños del macho eran un guiño a las prácticas más extremas del colectivo gay. Quién sabe. La conclusión es que, mucho más que el felpudo de la Cantudo, aquella bocanada de vicio nipón a mediados de los 70 incidió en una generación que alcanzó la mayoría de edad en los 80, la década de la movida madrileña, la de las solapas exageradas, más o menos como las que lucía el propio Mazinger Z.

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