RETOS DE LA EDUCACIÓN

La UB ayuda a jóvenes en riesgo de exclusión a llegar a la universidad

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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«¿Me está usted diciendo que mi hijo podría llegar algún día a ser médico?» Pep Alsina, vicedecano de la facultad de Educación de la Universitat de Barcelona (UB) e impulsor del plan social de acceso a la universidad (PSAU) para jóvenes en riesgo de exclusión, aún se emociona cuando recuerda la reacción de aquel padre, inmigrante, al que acababa de comunicar que su hijo había sido seleccionado para participar en el programa. «Para muchos progenitores, además de una gran satisfacción, esto supone también una grandísima oportunidad», subraya Alsina. Respuestas como aquella son, posiblemente, una de las mayores gratificaciones de este trabajo, confiesa el coordinador de la iniciativa.

La idea del PSAU, una experiencia que funciona exclusivamente con voluntarios, nació para tratar de poner remedio a una preocupante constatación: «Nos dimos cuenta de que casi todos nuestros alumnos eran de perfiles sociales muy similares y prácticamente de un único color», recuerda Alsina. Con el programa, que funciona desde el 2010 y que es fruto de un encargo hecho años antes por el exrector Joan Tugores al profesor Ignasi Puigdellívol, se quiere que la universidad sea tan diversa como la misma sociedad.

«Para ensanchar el abanico de perfiles, condiciones y culturas de los universitarios, contactamos con los institutos y prestamos apoyo académico y asesoramiento institucional a alumnos de secundaria, para que puedan acceder a la educación superior», señala el vicedecano. Las labores de apoyo y guía a los estudiantes de instituto las desempeñan universitarios, que hacen las veces de mentores y acuden semanalmente a los centros de secundaria. «Muchas veces, relaciones que empiezan siendo estrictamente académicas, acaban creando vínculos emocionales», cuenta Alsina.

MANCHA DE ACEITE

«Además, si abrimos la universidad a los colectivos más vulnerables, proporcionaremos a la sociedad profesionales de perfiles y orígenes diversos», destaca el vicedecano, responsable del área de Transferencia y Relación con la Sociedad en su facultad «Y, de paso, formando a estas personas estamos incidiendo en el resto de miembros de sus colectivos, ya que actúan como ejemplo», indica.

La tarea es lenta y los casos que terminan de forma exitosa son aún escasos, pero el propósito es que el programa se vaya extendiendo como mancha de aceite. De momento, el PSAU se concentra en el colectivo de inmigrantes, «aunque no se descarta ampliarlo en un futuro a otros grupos vulnerables castigados también por la crisis», apunta Alsina. Este curso han participado en el programa una docena de jóvenes de los institutos Miquel Tarradell y Joan Salvat Papasseit de Barcelona.

El curso 2013-2014, realizaron estudios de grado en Catalunya 9.410 alumnos de origen extranjero. Representaron un 5% respecto a los más de 187.000 universitarios que hubo ese año. Aunque el porcentaje es aún bajo (sobre todo, teniendo en cuenta que en primaria los extranjeros suponen un 13% del total de estudiantes y que en secundaria son un 16%), lo cierto es que la presencia de los inmigrantes en la universidad no deja de aumentar. Hace cinco años, en el curso 2009-2010, las universidades catalanas tenían matriculados a unos 5.400 extranjeros, un 42% menos que ahora.

BUENA CABEZA Y MUCHA VOLUNTAD

«No es sencillo, son muchas horas de estudio y mucha fuerza de voluntad», clama Nadia Nazeer, una de las jóvenes estudiantes de bachillerato que este curso han pasado por el PSAU. Aunque ella, antes de salir de Pakistán, su país de origen, había superado ya los exámenes de acceso a estudios superiores de Ciencias, al llegar aquí hubo de volver a empezar.

«En el 2010 me vine a España con mi familia. Tuve que aprender el idioma y hacer el bachillerato», rememora la joven en un catalán impecable. Y es que, además de acabar satisfactoriamente el segundo curso del bachillerato científico-tecnológico en el Miquel Tarradell, Nadia también ha seguido un curso de catalán en la Escola Oficial d'Idiomes. En septiembre, tras la selectividad, espera ingresar en la facultad de Matemáticas «o en alguna ingeniería, quién sabe».

¿Qué destaca ella del PSAU? «Dos cosas: la primera, lo útil que ha sido su asesoramiento, no solo en las cuestiones académicas, sino sobre todo a la hora de orientarnos sobre qué hacer a partir de ahora. Y la segunda, lo amables que han sido conmigo», responde mientras saca del bolso un pequeño paquete de regalo, que piensa ofrecer a su mentora, Marta Lupiáñez, como muestra de agradecimiento. «Creo que puedo decir que nos hemos hecho amigas y, al menos por mi parte, espero seguir en contacto con ella», afirma.

Para la joven universitaria, que este año ha hecho segundo curso del grado de Maestro de Primaria en la UB, la experiencia en el instituto ha sido «excepcional». «Hemos formado un equipo de cuatro mentores y cuatro alumnas paquistanís y, cada viernes a lo largo del curso, nos encontrábamos para tratar de resolver sus dudas», cuenta.

«¿Lo que más les ha costado? ¡La Historia de España! Hemos tenido que ponerles al corriente de casi todo, porque, claro, a ellas les faltaba bagaje», dice la futura maestra.