PERE MARGALEF. ALCALDE DE L'AMETLLA DE MAR
"Los pescadores tenían las barcas listas para huir"
Era casi la hora de ir a la cama cuando sonó el teléfono en la casa del alcalde de l'Ametlla de Mar. "Era un vecino y me dijo que había explotado la nuclear". Así, tal cual, lo recuerda Pere Margalef a sus 85 lúcidos años. A 10 kilómetros de un reactor nuclear en riesgo, su primer recurso a mano fue el aparato de radio y después de nuevo el teléfono para contactar con otros alcaldes de la zona y vecinos con la intención de atisbar cuál era la situación real que iban a afrontar esa noche de octubre.
"La sensación era de que teníamos que abandonar el pueblo. Vinieron algunos amigos patrones de pesca para anunciarme que tenían las barcas preparadas para irse y que iban a embarcar", explica. "Pere, que te va la vida", le advirtieron. "Tenía ganas de irme, pero un alcalde tiene una responsabilidad muy grande porque si se va, aquello es un caos", apunta asumiendo el papel de capitán de barco.
"Al principio, el desconcierto era terrible. La gente preguntaba por la calle que debían hacer. Los marineros se preparaban para irse hacia el sur. Lo que hacía falta era mantener la calma y no sembrar alarma", asegura.
La querella
Aunque el drama se quedó en unos pocos grados más de calor, ciertamente hubo calma. "Este pueblo siempre fue, es y será antinuclear", afirma el exalcalde, cuyo consistorio fue el único que presentó una querella contra la empresa explotadora de Vandellòs1, Hispanofrancesa de Energía Nuclear SA (Hifrensa), y el Consejo de Seguridad Nuclear.
Sin embargo, cuando los directivos Carlos Fernández Palomero, Mariano Mataix y Fernando Roset y los directores técnicos del CSN, Jacobo Díaz y Luís Echavarri, fueron juzgados, en el año 2000, el Ayuntamiento de l'Ametlla no estaba ya entre los acusadores. De hecho, retiró la querella cuatro años más tarde del suceso, lo que colocó para siempre en la figura de ese alcalde inquieto y perspicaz la sombra de la duda respecto a las supuestas contrapartidas que pesaron en su decisión de salir de escena.
Escudarse en sus actuales 85 años, es para Margalef una muestra más de lucidez: "No recuerdo por qué nos retiramos. Supongo que fue porque el resto de ayuntamientos tampoco estaban", dice con un mirada traviesa.
Al minuto, apela a un dato: "Nos ofrecieron 10 millones de pesetas a invertir en infraestructuras, aunque todavía hoy no las hemos visto. Eran para construir una carretera por la costa y así poder escapar en dirección al sur en caso de un accidente. Pero en todos estos años no se ha hecho nada. Ahora parece que va a entrar en los presupuestos del Estado. Lo he leído en algún sitio, ya veremos", señala mientras enseña antiguas fotos suyas en las manifestaciones antinucleares.
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