El personaje

Muere Cassià Maria Just, el abad de Montserrat adelantado a su tiempo

El exabad de Montserrat Cassià Maria Just, en una imagen de archivo.

El exabad de Montserrat Cassià Maria Just, en una imagen de archivo.

JORDI CASABELLA
BARCELONA

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El que fue abad de Montserrat durante 22 años --entre 1966 y 1989--, Cassià Maria Just, murió en la madrugada de ayer en la enfermería del monasterio, 66 años después de haber ingresado en él. Contaba 81. Just reunía en su persona el compendio de virtudes exigibles a los eclesiásticos salidos del concilio Vaticano II, cuyo espíritu ha sido desmantelado por la jerarquía de la Iglesia católica en los últimos tres decenios. Le tocó, además, vivir los años de la transición política en España. Su mandato robusteció el perfil de Montserrat como comunidad comprometida con la defensa de los derechos humanos, el catalanismo y el progreso social. Su desaparición suscitó ayer un elogio unánime.

Desde su puesto de abad de la comunidad de monjes benedictinos se enfrentó primero a los gobernadores civiles de Barcelona dando cobijo, por ejemplo, al encuentro de intelectuales, artistas y profesionales que en 1970 se citaron en el monasterio para protestar contra el proceso de Burgos, el consejo de guerra a seis militantes de ETA para los que se reclamaba la pena de muerte. Aquello fue el embrión de la futura Assemblea de Catalunya. Más tarde apadrinó la Marxa per la Llibertat y las huelgas de hambre de Lluís Maria Xirinachs, que luego se convertiría en uno de los senadores más votados de la joven democracia. También se puso del lado de la familia de Salvador Puig Antich, ajusticiado por el franquismo en sus estertores.

Jaume Camprodón, obispo emérito de Girona, que fue uno de los primeros en visitar la capilla ardiente, resume así su actuación: "Supo estar en su lugar en momentos difíciles para la Iglesia y el país. Fue un hombre acogedor y de paz". Años difíciles también para la Iglesia, aclaró Camprodón, por la ola de secularizaciones, las deserciones de sacerdotes y religiosos que hubo que afrontar tras un concilio que dejó sentado que para poner en práctica los valores del Evangelio no era indispensable confinarse en la vida eclesiástica.

COMPRENSIVO

Just, que asumió la jefatura de Montserrat con 152 monjes, casi el doble de los actuales, también supo estar ahí a la altura de las circunstancias. "Lo gestionó bien, sin poner trabas a los que optaron por marcharse", recuerda el monje Jordi Castanyer, que ejerció como secretario del abad a finales de los 70. Tan bien que una de las primeras en acercarse al velatorio fue Laila, junto con su marido y su bebé, la hija de uno de aquellos clérigos secularizados. "Un hombre bueno", dijo a la salida, conmovida, cuando se le preguntó por el finado. "Ojalá hubiera más como él".

Castanyer rememora otro de los méritos del desaparecido. "Se supo retirar. Ahí dio otra lección". Su antiguo secretario se refiere a que sus sucesores, primero Sebastià Bardolet y, después, el actual abad, Josep Maria Soler, en ningún momento se han sentido condicionados en su labor por la sombra del histórico dirigente de la comunidad. Castanyer asegura que su salida de la jefatura, sobre la que hay versiones contradictorias, fue deseada y preparada por el interesado tras convencerse de que había consumido el tiempo prudencial para permanecer en el cargo.

Tras marcharse cuando aún era joven, a los 63 años, siguió evidenciando que se trataba de un hombre adelantado a su tiempo. A mediados de los 90 ya alertaba de los peligros de la COPE, la cadena radiofónica de los obispos, utilizada como "medio de fomento del odio, la calumnia y el recelo hacia Catalunya". Hace ocho años, en una entrevista concedida a Catalunya Ràdio hizo unas manifestaciones en las que reclamaba que la Iglesia católica se mostrara más permisiva con los anticonceptivos. "Los métodos naturales que propone la Iglesia no son seguros", espetó. También dijo entonces que la jerarquía católica daba la impresión de que a los homosexuales "no se les quiere" y se mostraba partidario de la eutanasia pasiva.

NEGOCIACIÓN CON ETA

Más tarde, en el 2004, al igual que había hecho antes defendiendo al antiguo obispo de San Sebastián, José Maria Setién, partidario de buscar el diálogo y la negociación con ETA, se dejó fotografiar al lado del presidente de ERC, Josep-Lluís Carod-Rovira, cuando este compareció ante la opinión pública para explicar su viaje a Perpinyà para entrevistarse con dirigentes de la organización terrorista. Hay quien opina que entonces fue instrumentalizado.

Just es además uno de los últimos representantes de una Iglesia catalana que un día fue escuchada en el Vaticano. A la hora de nombrar obispos, por ejemplo. Su sintonía con el nuncio Luigi Dadaglio, después cardenal, siempre fue manifiesta, también con Pablo VI y el cardenal Tarancón. Eran otros tiempos. Ayer, mientras yacía en un sencillo ataúd de pino en una de las dependencias del monasterio una mujer escribía en el libro de condolencias: "He venido a despedirme de una época, de un tiempo, de un país, de un hombre bueno".

A pesar de padecer un cáncer y de haber sufrido una intervención quirúrgica en el corazón, Just se mantuvo activo hasta el último momento. El sábado se le oyó dar un pequeño concierto de órgano, la gran pasión del músico con sólida formación que fue. Pero el domingo sufrió una embolia irreversible. El abad que fue "fiel al Evangelio", como lo describió Soler, su actual sucesor, recibirá mañana sepultura en la cripta del santuario.