SENSACIÓN NORUEGA

Drogas, violencia y 'hard trance': así es 'Kids in crime', la serie más salvaje de Filmin 

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Drogas, violencia y hard trance: así es 'Kids in crime', la serie más salvaje de Filmin 

Drogas, violencia y hard trance: así es 'Kids in crime', la serie más salvaje de Filmin  / TV 2

Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

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Kenneth Karlstad hizo 'Kids in crime' (Filmin, martes, día 17), su serie sobre jóvenes descarriados, pensando en otros jóvenes descarriados, pero al final conquistó con ella incluso al club de ganchillo de su madre y a la Asociación Noruega de Productores de Cine y Televisión, que decidió distinguirla con cuatro Gullruten televisivos (o los Emmy noruegos), incluyendo el de mejor serie dramática. La fórmula de esta historia iniciática es ganadora: delirio psicotrópico, violencia impactante, banda sonora trance, buenas dosis de humor y más bien poca moralina.

En su paso de los vídeos musicales y cortos a las series, Karlstad adoptó el viejo lema del "escribe sobre lo que conoces". La serie es, nos dice por videollamada, autobiográfica en al menos un 50%. Y sobre todo en el 50% de la serie, los cuatro primeros de sus generalmente breves (20 minutos) ocho capítulos. "Como mi protagonista, Tommy [Kristian Repshus], también hacía deporte de adolescente y tuve que dejarlo por una lesión. Para pasar el rato, me dediqué a estar por ahí con gente de mi edad. Pero quienes me interesaban eran algunos chicos más mayores que siempre la estaban liando, que se metían en peleas y cosas así".

En una pequeña ciudad, Sarpsborg, donde el nuevo siglo no ha traído grandes novedades, Tommy acaba dejándose engatusar por las drogas y la vida criminal tras reconectar con un viejo amigo, Pål Pot (Martin Øvrevik), aquejado de TDA (Trastorno de Déficit de Atención sin Hiperactividad) y amante de la velocidad. Es su enlace con el mayor camello de Rohypnol de la localidad: el carismático Freddy Infierno (ese astro noruego llamado Jakob Oftebro), cuya novia Monica (Lea Myren) llama la atención de los dos amigos. ¿Qué puede salir mal en todo esto? 


"Lo del Rohypnol fue casi como una epidemia en Noruega", recuerda Karlstad. "Era muy fácil conseguirlo y era muy barato. La gente empezó a tomarlo sin medida; era como la droga de iniciación". Él logró dejar su búsqueda de sensaciones antes de recorrer pasillos peores. "Nunca llegué a engancharme a nada. Solo era diversión para mí. Cuando tenía veintidós, veintitrés años, muchos de mis colegas empezaron a consumir drogas más duras y aquello dejó de tener cualquier gracia. Me había hecho carpintero y en eso me concentré, en llevar a cabo mis proyectos". 

Un gobierno castigador 

hubieron muchos debates sobre qué debía hacerse con ellos, y las conclusiones parecían ser siempre las mismas: castigos, castigos y más castigos, en lugar de tratar de escucharles

En más de un sentido, 'Kids in crime' invita a las comparaciones con 'Trainspotting', pero Karlstad señala también influencias escandinavas como la saga 'Pusher', de Nicolas Winding Refn, de la que es casi su revisión juvenil y semiparódica, o 'Lilya forever', imborrable drama sobre explotación sexual de Lukas Moodysson. En busca de la energía formal de todas estas referencias, Karlstad se divierte incrustando partes grabadas en VHS en el metraje panorámico en 4K. "Es como si la cruda realidad irrumpiera en el mundo 'cool' que los personajes tienen en su cabeza", dice el director.

Ya desde el magistral plano secuencia de la primera pelea (de unas cuantas) se advierte la importancia de la música para este prometedor cineasta: ese tema hard trance ('Supa-dupa-fly', de 666) no está ahí como floritura, sino que es la esencia de todo. "La música es la razón por la que hago cine. Cuando era joven ponía imágenes en mi cabeza a las canciones. Mis escenas favoritas parten de temas cuyo título aparecía escrito en el guion. En realidad no íbamos a usar a 666, sino 'La passion' de Gigi D'Agostino, pero el hombre no nos dejó usarla. Menos mal que al final 666 quedó tan bien".

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