FENÓMENO DE LAS SERIES

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Crítica final de 'Yellowjackets (temporada 2)': bocados al corazón / Showtime

Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

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'Yellowjackets' debe ser, con permiso de la reciente 'Silo', la mejor consecuencia hasta la fecha del modelo de intriga propuesto por 'Perdidos'. Cambia el paisaje (un bosque en lugar de una isla), cambia el factor demográfico (en este naufragio casi todo son chicas, las jugadoras del equipo de fútbol juvenil del título) y cambian los géneros predominantes (aquí el terror se impone a la aventura y la ciencia ficción), pero es inevitable reconocer la huella de aquella leyenda de la televisión.  

Ashley Lyle y Bart Nickerson, creadores de esta odisea de supervivencia, juegan como Abrams y amigos con los contrastes temporales. En los noventa de esta segunda temporada, el grupo empezó lidiando con la mala digestión de un festín caníbal musicado con 'Climbing up the walls' de Radiohead. Una entidad superior podría estar dirigiendo sus movimientos, pero igual solo es el relato que han elegido contarse a sí mismas para sobrevivir a la culpa. Esa fuerza (o el trauma) está incordiando a las (escasas) supervivientes en el presente y llevándolas por caminos desesperados, incluyendo la repetición de viejos rituales que nunca debieron realizarse por primera vez. 

Aunque esta breve descripción suene a pesar infinito, en la mezcla de géneros no faltan buenas dosis de humor, especialmente acertadas cuando tienen que ver con una Shauna adulta (Melanie Lynskey) empeñada en revitalizar su matrimonio con Jeff (Warren Kole) a través del peligro. O con el detective aficionado encarnado por Elijah Wood, que en estos últimos episodios ha vuelto a formar equipo con Christina Ricci más de un cuarto de siglo después de 'La tormenta de hielo'. Otra novedad del reparto: la gran Lauren Ambrose, recién salida de 'Servant', volviendo a explorar las fauces del trauma desde una perspectiva fantástica o al menos retorcida. 

Los últimos episodios se han visto con saludable inquietud. En primer lugar, por lo poco fiable de casi todas las perspectivas: la Lottie adulta (Simone Kessell), antigua curandera del grupo (con el rostro de Courtney Eaton), vuelve a tener visiones extrañas después de décadas; Taissa (Tawny Cypress) vive acosada por la persecución de una oscura versión alternativa de sí misma, y en el pasado, el hambre acuciante que todos padecen está haciendo mella en la coherencia mental. Las fantasías más diversas se han dado la mano esta temporada: hay océanos de distancia emocional entre la crónica sin abstracciones de los (falsos) primeros días de un bebé y ese número musical con loro gigante (John Cameron Mitchell) y cortinas rojas al más puro estilo de David Lynch.

Lo concreto y lo imaginado se han fundido en uno, igual que unas épocas cosidas hábilmente a través de la asociación de imágenes, sinuosos movimientos de cámara o temas y conceptos, como las relaciones madre-hija o las distancias físicas y figuradas. El entrenador Ben (Steven Krueger) puede rebobinar en su cabeza para observar el bonito culebrón de mediodía que pudo ser su vida con Paul (François Arnaud); recuerdos imposibles, transparentes pero extraños, en los que se van filtrando la oscura realidad de la cabaña. 

Ha correspondido a la excelente directora Karyn Kusama ('La invitación') poner en imágenes la oscura desembocadura de la(s) historia(s) en esta segunda temporada: una canción de hielo, fuego y sangre con imágenes de impacto, sobre todo un bocado al corazón que retrotrae a cierta visita al frigorífico en la película 'Crudo' de Julia Ducournau. Pasado y presente han dialogado de formas misteriosas hasta casi el último minuto: el importante personaje caído aquí y ahora es el mismo coronado cerca del final en los bosques. 

Y hablando de canciones, igual se podría haber desestimado 'The killing moon' (Echo & The Bunnymen) como tema climático, dado que ya se ha usado en, literalmente, decenas de películas y series no demasiado lejanas. Se podría haber seguido explotando el 'Under the pink' de Tori Amos (del que han sonado 'Cornflake girl' y 'Bells for her'): escúchese, por ejemplo, 'Cloud on my tongue', con un verso tan apropiado para el desenlace como… "todas las chicas están congeladas de frío".

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