CRÍTICA DE SERIE
'Vernon Subutex': entre el caos y la melancolía
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
En el París de 1995, 'Vernon Subutex' es un ídolo. Su tienda de discos, Revolver, está siempre llena de gente y organiza concurridas fiestas y actuaciones. No se es nadie si no se está entre las cubetas de discos de Revolver. Para Subutex y los suyos, el rock es una religión, “la última gran aventura de nuestra civilización”, tal como lo cuenta el mismo protagonista en el capítulo inicial de la serie. Pero al poco tiempo, el CD mató al vinilo y desaparecieron las cintas y el walkman. Y en la época actual, con la tienda cerrada definitivamente, Subutex es desahuciado de su apartamento por casi dos años de impago y emprende un recorrido de casa en casa, de amigo en amigo, con la poca ropa que tiene y un puñado de discos en una bolsa.
La iconoclasta y airada Virgine Despentes, autora de ‘Fóllame’, ha contado las experiencias de Subutex en tres novelas aparecidas entre el 2016 y el 2018. La directora y guionista Cathy Verney les ha dado forma de relato televisivo contando con las excelentes prestaciones de Romain Duris, que en pantalla luce pintas de Charles Manson pero sin nada de violencia y enajenación en su mirada.
El actor expresa muy bien la extraña mezcla entre caos y melancolía en la que anda sumido el personaje, recordando siempre tiempos mejores mientras realiza inverosímiles ejercicios de supervivencia intentando pernoctar en casas de amigos, examigas enfadadas y jóvenes camareras cuyos padres, en el pasado, acudían todos los días a la mítica tienda de discos. Es un recorrido casi fantasmal por un pretérito divertido que ahora es un presente agrio.
La peripecia de Subutex va unida al suicidio de uno de sus mejores amigos, y el pasado de este aparece relacionado con un productor de cine, la cazatalentos que ha contratado para su compañía y la enigmática La Hiena, una maestra en destrozar la reputación de una estrella musical o del cine a través de ‘fakes’ y otras argucias. Las dos historias, los dos espacios (el París de Subutex y el Cannes donde se reúne el resto de personajes durante el festival), no acaban de mezclar bien, aunque las dos historias estén siempre conectadas y converjan hacia un único final.
Siendo el rock de las últimas décadas del siglo XX el nutriente principal del personaje y su nostalgia, la serie tira de manual –pero lo hace muy bien– para ilustrarla musical y emocionalmente con canciones de Suicide, Sonic Youth, Janis Joplin, Karen Dalton, Jesus and Mary Chain, Low, Les Thugs, Spacemen 3, Mink de Ville, Ramones, New Order… Ahí es nada.
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