CRÍTICA DE SERIE
'La jauría': Cómo se construye un monstruo
Habla de Chile en conjunto, de sus militares, religiosos y pervertidos, y de ese juego misógino institucionalizado que permite acosar a mujeres y destruirlas
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
Hace un par de semanas hablábamos de la pujanza del cine chileno a partir del estreno de 'Algunas bestias', película protagonizada por Alfredo Castro y Paulina García. La jauría, miniserie en la que también participa Castro en un papel sinuoso y enigmático, demuestra ese vigor en la televisión chilena. Pese a tratar un tema similar en una de sus tramas principales, no tiene nada que ver ni con los hechos protagonizados por La Manada ni con la obra de teatro 'Jauría'. Pero ese es uno de los elementos inductores de la serie, el vídeo de una violación en grupo con el que se cierra el primer episodio, una invitación a penetrar en el horror de la violencia de género, la misoginia y el mal uso de las redes sociales.
Hay muchas más presencias chilenas destacadas en la serie. Daniela Vega, la intérprete transgénero de la oscarizada 'Una mujer fantástica', encarna a una inspectora de policía. No hay explicación alguna sobre su sexualidad. Normalización en toda regla, por fin. A la comisaria Fernández, especializada en delitos de género, la interpreta Antonia Zegers, excelente en 'Los perros', un filme sobre los residuos de la dictadura chilena. Y Mariana Di Girolamo, presencia total en 'Ema', de Pablo Larraín, da vida a una de las alumnas del colegio para jóvenes de clase alta que claman contra los abusos de un profesor, que utiliza sus talleres de teatro para intimidar sexualmente a las estudiantes.
La identidad del mal
Precisamente Larraín es uno de los productores de la serie. En 'El club' arremetió contra la pedofilia del clero chileno. Aquí se centra en los abusos machistas. Porque pese a su cobertura de relato policíaco, con pistas que se tuercen, personajes ambivalentes y sorpresas finales, La jauría disecciona esa sociedad imperfecta en la que los hombres se consideran superiores a las mujeres y un juego por internet promueve la violación. La identidad del mal 'La jauría' habla de cómo se construye un monstruo, de qué manera se modela la identidad de un individuo capaz de cometer las mayores atrocidades a partir de las enseñanzas que recibe en la escuela o en el seno de su propia familia burguesa. Habla de Chile en conjunto, de sus militares, religiosos y pervertidos, y de ese juego misógino institucionalizado que permite acosar a mujeres y destruirlas. El final de la serie decae un poco, pero en su recorrido suministra suficientes elementos, siempre en clave de relato popular, para advertirnos de al miseria cotidiana en la que estamos instalados.
- Esta fruta no la come casi nadie, siempre está en los supermercados y está llena de proteína y antioxidantes
- La nueva multa de la DGT a quien no lleve esto en el coche a partir de agosto
- El apellido de origen gitano que tienen más de tres millones de españoles
- Crisis en una escuela compleja de Badalona: pierde a 20 profesores de un plumazo tras el proceso de estabilización docente
- ¿No sabes qué hacer con tanto calabacín? Tres recetas para aprovecharlos
- Vecinos de Sants piden al Ayuntamiento de Barcelona que compre su bloque para no quedarse sin alquiler
- Un brote de salmonelosis en un bar de Barcelona deja al menos 22 afectados tras comer tortilla de patatas
- La inauguración de los Juegos vive un gran final tras el despropósito