PSICOLOGÍA
El éxito es de guapos
La belleza es uno de los factores determinantes en el éxito personal y laboral de una persona
Ángel Rull
Licenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, con más de 10 años de experiencia en el ámbito de la Psicología Sanitaria, tanto en clínica con población general, como en hospitales, con patologías más severas. Desde 2017, trabajo diariamente con personas de diferentes edades y con una amplio abanico de problemas de manera online, rompiendo las barreras físicas de la terapia convencional.
Ángel Rull
La importancia social de la belleza se remonta siglos atrás, un estándar que ha ido cambiando con el paso del tiempo. Independientemente de los cánones establecidos por las revistas de moda, existe una propensión innata a fijarnos en aquellas personas que nos parecen bellas, algo que empuja al éxito.
El éxito es, ante todo, un valor subjetivo. Cada persona tiene su propia idea de lo que es importante y de las metas que son necesarias alcanzar en función de valores genéticos, culturales y sociales.
¿Necesito belleza o inteligencia?
Durante décadas, se ha pensado que la inteligencia, concretamente el Cociente Intelectual (CI), era el mayor predictor del éxito en la carrera profesional, el nivel de ingresos o la nota media en la escuela.
Sin embargo, en paralelo se iban desarrollando otras sobre la importancia de la capacidad de resistencia, la confianza o la resiliencia como mejor indicador de triunfo. Además, existe una variable crucial para el éxito que es la alta autoestima, tal y como descubrió Martin Seligman, experto mundial en Psicología Positiva, en la década de los 80.
Pero no todo es carácter o personalidad: Eric Wargo publicó un estudio en el que destacaba la importancia de la belleza en el futuro de las personas. Observó como aquellos niños que tenían características más estéticas acabarían recibiendo más atención por familiares, profesores y amigos, por lo que tendrían un recorrido más fácil en su vida adulta.
Mejor en Bolsa
Este hallazgo concuerda con lo que encontraron Joseph Halford y Hung-Chia Hsu, de la Universidad de Wisconsin, que observaron cómo aquellas empresas con un CEO atractivo y mediático obtenían un mejor rendimiento en Bolsa. Y es que salir en televisión es más que suficiente para atraer a los demás. De hecho, en tan solo 13 milisegundos una persona juzga a otra como guapa o no, según Olson y Marshuetz de la Universidad de Yale.
A la luz de los hechos, sí parece existir una relación entre autoestima y belleza. La autovaloración y el amor propio se presentan como altos indicadores de un funcionamiento adaptado en la sociedad y, por tanto, capaz de hacernos alcanzar el éxito y lograr todas aquellas metas que nos propongamos. No ayuda a relacionarnos mejor, nos capacita para aprender de una forma óptima, superar los fracasos y persistir en la necesidad de alcanzar el logro. Además, las personas con alta autoestima acaban resultando más atractivas, ya que tienen una mayor seguridad, autoconfianza y asertividad.
Y es que, al final, todo acaba resumiéndose en la forma en que otros nos ven y no hay nada más rápido para atraer que la belleza y el carisma.
Así es la belleza objetiva
Definir la belleza en términos generales y estéticos no es fácil, de hecho, multitud de filósofos han teorizado siempre sobre este concepto, desde Platón hasta Kant pasando por Aristóteles. Pero no es solo simetría, orden, mesura o sensibilidad, es ante todo una relación formal con el mundo y con quien mira. Y, además, apoyándonos en Kant, la belleza requiere de objetividad y corrección, de placer en oposición al desagrado.
Pero, además, esta belleza y su apreciación se encuentra presente ya en la infancia. Y es que, según los estudios de Rubenstein y colaboradores, "los niños de seis meses prefieren mirar las mismas caras relativamente atractivas que los adultos". Por lo tanto, si un bebé es capaz de discernir belleza a tan corta edad es absolutamente independiente a la norma social estética, ya que no ha podido ser influido de ninguna forma por medios de comunicación o redes sociales.
* Ángel Rull, psicólogo clínico
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