Opinión | The conversation

Laura Zaurín Paniagua (Docente e investigadora Grado en Enfermería Universidad San Jorge, Universidad San Jorge)

No es demencia, es delirium: el síndrome que afecta con frecuencia a los pacientes mayores hospitalizados

Un hombre, en la cama de un hospital.

Un hombre, en la cama de un hospital. / 123rf

“Por el día está muy tranquilo, pero por la noche se transforma: se muestra muy inquieto”.
“Esta noche no ha parado de llamar a su madre, que falleció hace muchos años. Sin embargo, lleva todo el día durmiendo y casi es imposible despertarla”.

Estas frases, características de familiares o cuidadores de pacientes mayores ingresados, responden a una situación que se da con mucha frecuencia: una persona de edad avanzada es hospitalizada y, de forma súbita, experimenta un deterioro de su estado de salud, caracterizado fundamentalmente por desorientación espaciotemporal y agitación. ¿Nos enfrentamos a una demencia?

Síntomas coincidentes con la demencia

La demencia no es una enfermedad específica, sino un término general que se emplea para describir la pérdida progresiva de las funciones cognitivas: atención, concentración, orientación, capacidad de resolución de problemas… A la postre, socava la autonomía del sujeto para desempeñar las actividades de la vida diaria.

Aunque muchos de los síntomas pueden coincidir con los que presenta el paciente anciano que se agita de forma inesperada, la demencia se desarrolla progresivamente, durante el trascurso de un periodo de tiempo largo.

Entonces, ¿que le está pasando a nuestro paciente?

Puede ser víctima del llamado síndrome confusional agudo o delirium: una complicación frecuente y compleja de la hospitalización que puede tener un impacto directo en la morbilidad y la mortalidad del individuo ingresado. De ahí la importancia de prevenirlo o, en su defecto, de establecer un diagnóstico precoz para tratarlo de forma correcta. Según distintos estudios, podría afectar a entre el 20 % y el 30 % de los pacientes mayores hospitalizados.

El paciente con delirium puede experimentar las siguientes manifestaciones:

  • Afectación del nivel de atención y alerta, que puede variar a lo largo del día. Es frecuente que la persona afectada esté en hiperalerta durante la noche, pero muy adormilado durante el día.
  • Alteraciones de las funciones cognitivas: memoria (el paciente no se acuerda de lo que ha hecho durante la noche), orientación (piensa que sigue en su domicilio), lenguaje (palabras inconexas), etc.
  • Otros síntomas incluyen alteraciones de la percepción como alucinaciones, agitación o cambios de humor impredecibles.

Múltiples factores

Son muchos los factores que pueden concurrir en el paciente de edad avanzada y dar lugar a un cuadro de estas características. Algunos de ellos son intrínsecos al mismo proceso de envejecimiento como la polifarmacia (uso simultáneo de varios medicamentos) o el deterioro sensorial.

Otros muchos tienen que ver con el proceso de hospitalización como el estrés causado por enfermedades agudas (una infección), la administración de ciertos fármacos, una cirugía o factores ambientales. Si han estado hospitalizados en alguna ocasión, seguro que se acuerdan de las numerosas interrupciones del equipo de enfermería en la habitación, lo que dificulta el descanso nocturno.

Veíamos cómo la demencia y el delirium, pese a tratarse de síndromes con características comunes, son dos entidades clínicas diferenciadas. Pero ¿pueden concurrir en el mismo paciente? La respuesta es sí. De hecho, hay más probabilidades de que un paciente diagnosticado de demencia presente un delirium durante un periodo de hospitalización. Esto puede ser debido a una disminución de la reserva cognitiva; es decir, los recursos cerebrales con los que esa persona cuenta para hacer frente a factores estresantes son menores.

¿Tiene tratamiento?

Este síndrome es susceptible de ser tratado y, cuanto antes se haga, muchísimo mejor. Hemos de tener en cuenta que uno de los principales riesgos es que pase inadvertido y no se tomen medidas. Esto se acentúa, por ejemplo, en los pacientes con demencia, ya que esta cursa precisamente con alteraciones del nivel de alerta.

Si el delirium es consecuencia de la acción de algún fármaco, la solución consistiría, simplemente, en retirarlo. Si el factor precipitante es una infección, al tratarla pueden aliviarse los síntomas. En otras ocasiones, una terapia farmacológica específica permitirá controlar los trastornos de conducta. Todo lo anterior debe plantearse, por supuesto, tras una exhaustiva evaluación por parte del correspondiente especialista.

Cabe mencionar la importancia de la prevención para minimizar el impacto de los factores precipitantes (o evitables). Existen iniciativas como el programa HELP (siglas de Hospital Elder Life Program), que considera medidas no farmacológicas tales como la reorientación, el manejo del sueño, la movilización temprana, la utilización de dispositivos sensoriales (gafas, audífonos…), la hidratación y la prevención del estreñimiento.

La implantación de este tipo de programas y la formación continua de los profesionales de la salud son esenciales en la prevención y diagnóstico precoz de un problema que se está convirtiendo en una epidemia silente.

Pautas para el acompañante

Algunos consejos esenciales en el manejo del paciente con delirium incluyen:

  • Mantener un horario regular de día y de noche. Hay que abrir las cortinas para que entre la luz del sol durante el día y ayudarle a dormir durante la noche, reduciendo el ruido y apagando las luces.
  • Conservar la habitación en silencio, procurando que la persona esté lo más cómoda y confortable posible.
  • Establecer conversaciones básicas, empleando frases cortas y sencillas y dejando al paciente el tiempo necesario para responder.
  • Si la persona está confundida o asustada, debemos recordarle dónde se encuentra y qué está pasando.
  • En el caso de que el paciente se muestre agitado o molesto por algo, hay que mantener la calma, evitando la discusión. A veces es más fácil cambiar de tema, pudiendo ser útil también cambiar de ambiente.
  • Si el paciente tiene alucinaciones, evitaremos discutir con él o llevarle la contraria. Hay que reconocer sus sentimientos e intentar tranquilizarle con calma.

En conclusión, la prevención y detección precoz son esenciales para instaurar el tratamiento óptimo del delirium, un trastorno que puede tener un importante impacto en la salud física y mental de la persona afectada, sin olvidar las consecuencias para el sistema sanitario.

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