Grito de socorro
La muerte de Eduard, otro mazazo para las familias de jóvenes con trastornos de conducta
Los padres lanzaron un mensaje de socorro a las administraciones antes del fallecimiento, el octavo en siete años
La entidad de familiares admite avances en el tratamiento de estos casos de alta complejidad pero pide más sensibilidad
Fidel Masreal
Periodista
Licenciado en Ciències de la Comunicació por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), curso de periodismo jurídico-político por la UAM - El País, ha ejercido como periodista político en Onda Cero, diari Menorca, Ràdio Barcelona (cadena SER) -donde fue jefe de la sección de Política- y Els Matins de TV3. Desde septiembre del 2008 es redactor en El Periódico, primero como cronista parlamentario en Madrid y en la actualidad especializado política catalana. Autor de "Conviure amb la depressió" (Mina, Eniclopèdia Catalana, 2007), "Game Over: els partits polítics, corrupció i vicis del sistema" (La Mansarda, 2013), "Cuentos Ex" (Magma Editorial, 2019) y "Contes del procés" (Magma, 2019). Colabora como analista en TVE, Catalunya Ràdio, SER Catalunya y RAC-1, entre otros.
Sus padres llevaban mucho tiempo sufriendo. No había manera de estabilizar emocionalmente a su hijo, que tenía ya 41 años. Lo habían intentado todo, y nada servía. Hace dos semanas lanzaron el grito de socorro en forma de carta dirigida a todas las instituciones. El mismo día que la desesperación se publicaba en las redes sociales, Eduard moría en el hospital de Mataró. Es el octavo de los hijos de 340 familias de afectados por trastornos de conducta que fallece en los últimos siete años.
El desenlace final de Eduard llegó al quedarse dormido en un banco de una estación de tren bajo la ola de calor. Llegó la ambulancia y lo vio inconsciente. Llegó al Hospital de Mataró. Muerte cerebral. Finalmente, fue desconectado. La causa oficial del fallecimiento fue un golpe de calor. Pero tras la historia de este hombre se esconde un drama más, el octavo hombre, en un colectivo de familias agrupadas en torno a una asociación (AFATRAC) que reclama atención para sus hijos, que se enfrentan una tormenta perfecta interior: no tienen un diagnóstico claro y tienen varios de ellos a lo largo de la vida, relacionados con conductas extremas, a menudo acuden al consumo de drogas para aliviar el malestar. Eso lleva también a reacciones violentas y, en suma, a una vida muy difícil de encajar. Además, se trata de personas adultas, plenamente independientes a todos los efectos, y que no acostumbran a encajar en un horario laboral o en el compromiso de ir al psiquiatra. Un cóctel durísimo para las madres y padres.
"Te culpabilizas como padre"
Joan Maria Sala es el presidente en funciones de la asociación. Sabe de qué habla porque también ha perdido un hijo. Llamó a los padres de Eduard la semana pasada porque una madre en una situación similar quería contactar con ellos...y al otro lado del teléfono se encontró con un padre destrozado. Eduard acababa de morir al 'desconectarlo' ante la irreversibilidad de la muerte cerebral.
Son situaciones muy complejas, te culpabilizas como padre, piensas en qué has hecho mal
"Son situaciones muy complejas, y te culpabilizas como padre, piensas en qué has hecho mal; la mayoría tienen cuatro o cinco diagnósticos, y todos son una parte del problema, no hay una etiqueta, lo que los une es el comportamiento: puedes estar hablando tranquilamente con ellos y al pronunciar una palabra les cambia de inmediato el rostro", describe Joan con serenidad. La entidad hace de paraguas para acoger esta desesperación familiar. Horas de conversación en las que madres y padres al límite ven que su caso no es único y que se les escucha sin juzgarles ni culpabilizarles.
"Damos miedo"
Otra cosa, muy distinta, es la mirada de la sociedad. "Si tienes una asociación contra el cáncer infantil, los niños generan pena, pero nuestros chicos dan miedo, mucha gente te dice que son maleducados, que no le hemos puesto límites. Ahora bien, quien profundiza en el tema, nos entiende y a menudo se da cuenta de que en su entorno también hay un caso", detalla Joan Maria.
Qué se puede hacer
Con todo el dolor acumulado también convive cierta esperanza. La entidad ha logrado avances del Govern para tratar de atajar estos casos tan complejos, que no se resuelven con un piso tutelado, con un trabajo o con una visita regular al psiquiatra. Se ha puesto en marcha un programa para tratar a estos casos de forma inteSon casosncasos de elevada complejidad, es bueno recordarlo. Existen equipos guía (psiquiatra, psicólogo, enfermera, trabajador social) que se desplazan donde está el hombre afectado, y se han creado centros para menores de edad. Es un trabajo a largo plazo para crear vínculo y lograr una cierta rutina y seguimiento. La entidad acoge a familias procedentes de centros de salud mental, ha trabajado con los Mossos para abordar situaciones difíciles y ha abierto un centro de inserción laboral para los jóvenes afectados.
Joan Maria no recuperará a su hijo, pero pide encarecidamente que haya prevención desde la infancia, en las familias y centros escolares, para evitar que los casos se acaben cronificando. "Cada vez empiezan más jóvenes y se inician en el cannabis o el alcohol, y parece que el porro no es nada, pero si se cronifica el caso se vuelve casi irreversible; debemos sensibilizar a los padres y a la escuela", reclama.
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