Relato de un infierno

Esclavizada por su familia e ignorada por los servicios sociales de Rubí: "Temí por mi vida"

Una mujer con discapacidad y con trastorno mental denuncia haber sufrido siete años de violencia por parte de su hermano y su cuñada

Acusa al Ayuntamiento de Rubí de no haber creído su versión hasta que las entidades sociales exigieron respuestas

Entidades sociales y de salud mental denuncian la "escandalosa" desatención a una víctima de violencia en Rubí

barcelona 17/05/2024 Paloma, una víctima de violencia, de Rubí, de 40 años. AUTOR: JORDI OTIX

barcelona 17/05/2024 Paloma, una víctima de violencia, de Rubí, de 40 años. AUTOR: JORDI OTIX / JORDI OTIX

Fidel Masreal

Fidel Masreal

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Al morir su madre, Paloma fue a vivir con su hermano y su cuñada a un piso de Rubí (Vallès Occidental). Allí empezó un infierno que duró siete años durante los cuales fue encerrada, humillada, agredida y desposeída del poco dinero que percibía. "Se avergonzaban de mí por mi trastorno mental", relata a EL PERIÓDICO. "Mi cuñada solía decir que [la violencia] era una forma de corregir mi enfermedad, de educarme", describe algo nerviosa por videollamada.

Paloma sufre un trastorno mental y parálisis cerebral de nacimiento, algo que no le impide relatar con todo detalle y aportando incluso grabaciones de audio el infierno que ha sufrido. Un infierno solo comparable a la desesperación posterior que la embargó al comprobar que los servicios sociales del Ayuntamiento de Rubí no se creían su versión, decían que "tenía tendencia a exagerar" y le recomendaban que volviera con su familia. Ningún responsable político de Ayuntamiento de Rubí ha aceptado ser entrevistado por este diario y el consistorio se ha limitado a enviar un comunicado.

"Mi cuñada solía decir que [la violencia] era una forma de corregir mi enfermedad"

Paloma (nombre ficticio)

"En casa todo eran gritos, amenazas, pellizcos, manotazos, collejas y algún guantazo o patada por parte de mi cuñada", relata Paloma, que en la actualidad tiene 38 años. Explica que controlaban su dinero. Tenían cámaras en el domicilio. La obligaban a hacer las tareas domésticas pese a que esto agravaba el trastorno obsesivo-compulsivo que sufre.

"Se avergonzaban de mí. Cuando hacían fiestas o iban al cine me dejaban en casa encerrada. No me llevaban nunca a ningún sitio", continúa. Y cuando se iban de vacaciones, la enviaban a Madrid con otra hermana.

A Paloma le quitaban el dinero, la tenían encerrada en casa y habían instalado cámaras para vigilarla

Estuvo siete años así. Siete. "Temí por mi vida, sí; pensé en suicidarme por lo mucho que estaba sufriendo. Tenía miedo de que mi hermano me diera un mal golpe y acabara muy mal". En su relato describe también la rabia que sentían hacia ella por su discapacidad, por sus dificultades de movilidad o por su manera de hablar, que no le impiden en ningún modo explicarse de forma clara y nítida.

"Temí por mi vida y pensé en suicidarme por lo mucho que estaba sufriendo"

Hizo grabaciones de audio de las vejaciones. Unos audios cuya crueldad los hace irreproducibles: se oyen vejaciones, insultos, golpes, muestras de asco y de desprecio. Paloma recuerda que tenía que pasar con diez euros a la semana. Y subraya que su hermano y su cuñada se negaron a llevarla a un profesional de salud mental. "No me dejaban salir de casa. Quería ir a servicios sociales pero me encerraban con llave", añade. Salía básicamente a hacer la compra.

barcelona 17/05/2024 Política. fotos a Paloma, una víctima de violencia, de Rubí, de 40 años. AUTOR: JORDI OTIX

barcelona 17/05/2024 Política. fotos a Paloma, una víctima de violencia, de Rubí, de 40 años. AUTOR: JORDI OTIX / JORDI OTIX

Los servicios sociales dijeron que exageraba

Pero Paloma (este nombre es lo único falso en todo este relato) no se amedrentó y luchó por sus derechos. Pidió ayuda a los servicios sociales de Rubí escribiendo un correo. Y acudiendo en persona.

"No se creían el maltrato por mi problema mental"

No la creyeron. "Dijeron que tenía tendencia a exagerar. No se creían el maltrato por mi problema mental". La Oficina de Atención a la Diversidad (OAD) la derivaba al Servicio de la Mujer (SIAD) y aquí le decían que su problema no era propiamente de violencia de género sino de salud mental. Se quedó en un limbo. Le ofrecieron incluso acudir al Servei de Rehabilitació Comunitària (SRC), donde hacía jardinería, ejercicio físico, mandalas... "Pero yo estaba sufriendo maltrato y no querían escuchar mi historia", insiste.

Finalmente, la propuesta de los servicios sociales respecto al maltrato denunciado fue organizar una reunión con su hermano y su cuñada. Acudió una vez, pero por consejo de su abogada no volvió a citarse con ellos así. A todo esto, Paloma aún convivía con su hermano.

Denuncia ante el juzgado

Denunció el caso ante la justicia, pero el SRC le aconsejaron que la retirase. Paloma recuerda perfectamente el nombre de las personas de servicios sociales y del servicio de atención a la mujer que la trataron. Y que incluso recomendaron en algún momento que su hermano procediera a tutelarla. Que, según Paloma, es lo que él pretendía.

El infierno se hizo todavía más negro tras presentar la denuncia en el juzgado (que no prosperó por problemas de forma, porque la presentó sola, en una muestra más de su determinación) y después de que eliminara a su hermano de su cuenta bancaria. "Mi hermano me exigió que no volviera de casa hasta que retirara la denuncia y diera marcha atrás a lo de mi cuenta. Al final me echaron de casa".

La intervención de la Fundació Lluís Artigues, de Salut Mental Catalunya y del Col·lectiu Ronda fue la salvación para Paloma

Paloma se vio literalmente en la calle, sin nada más que su monedero. Sin embargo, ese fue el primer día de una nueva vida. Ese mismo día estaba citada con Luis Varea, trabajador social y coordinador del área social de la Fundació Lluís Artigues, del grupo Pere Claver. Ya habían tomado cartas en el asunto la federación de entidades Salut Mental Catalunya (SMC) y la abogada Judith Franco, del Col·lectiu Ronda. Las tres organizaciones actuaron de forma coordinada para presionar a los servicios sociales y hallar soluciones.

Solo así Paloma pudo lograr que empezaran a creerla. "Supongo que mi cuñada les decía que me lo inventaba todo", apunta. Las entidades le consiguieron una habitación en una pensión. Ahí estuvo un par de meses hasta que su abogada inició el trámite ante el juzgado, de forma urgente, para que la Lluís Artigues se convirtiera en asistente de Paloma, a instancias de ella. La juez actuó, sí, con rapidez y a partir de ahí despegó la nueva vida de Paloma.

Las secuelas

Desde hace algo más de un año, Paloma comparte piso en otra ciudad. Con la ayuda de la Fundació Lluís Artigues y de un psicólogo que la ve cada 15 días. Se siente bien, pero lo que ha sufrido le ha dejado secuelas emocionales: "A veces tengo miedo de que la cosa se repita. Me pongo nerviosa, me cuesta confiar en la gente, hacer vida social, confiar en los profesionales, por el trauma que me ha causado esta situación".

Paloma llevará ahora el caso a Fiscalía: "Quiero que reconozcan que he sufrido maltrato y que esto no es culpa mía"

Pese a todo lo sufrido, Paloma se abre a la reconciliación: "Me gustaría hacer las paces con mis hermanos y que estuvieran dispuestos a admitir su error". A renglón seguido, añade: "Mi cuñada es una mala persona que siempre me ha odiado".

¿A qué aspira ahora esta mujer? A algo tan básico como a vivir tranquila. Pero no se olvida de sus derechos, por los que ha luchado ante todas las instancias. "Lo único que quiero es que reconozcan que he sufrido maltrato y que esto no es culpa mía. Quiero poder dormir tranquila sin sentirme juzgada, criticada y señalada; quiero poder estar tranquila, por mi salud mental".

La próxima estación será la denuncia en fiscalía. Mientras, vive de su pensión de orfandad, de vez en cuando va al cine y le gusta zambullirse en las novelas. De fantasía, preferentemente.

El ayuntamiento no detectó "ninguna conducta inadecuada"

El Ayuntamiento de Rubí ha rechazado la petición de EL PERIÓDICO de entrevistar a algún responsable del Gobierno municipal y ha optado por responder a través de un comunicado y adjuntando un informe del Síndic de Rubí que concluyó que en el caso de Paloma todo se hizo de forma correcta.

En el comunicado de dos páginas, se reconoce que en octubre de 2021 Paloma se dirigió al ayuntamiento en busca de ayuda. El consistorio explica que le proporcionó ayuda de forma coordinada con las entidades sociales, obviando que fue la insistencia de estas, por escrito y presencialmente, la que permitió dar una respuesta adecuada a la mujer.

El ayuntamiento -en un informe sin firma- destaca que la familia de Paloma detectaba en la mujer "conductas de riesgo". Y niega que estuviera viviendo un secuestro, aduciendo que pudo viajar a Madrid y que su familia reclamó medidas protectoras para ella, por lo que "nada hace sospechar a la Oficina de Atención a la Diversidad de ninguna conducta inadecuada" por parte de estos familiares.

El consistorio sostiene que cuando Paloma denunció maltrato se activaron "todos los recursos" y se citó a la familia de nuevo. El Servei d'Informació i Atenció a les Dones (SIAD) -como recoge EL PERIÓDICO en este reportaje- cerró el caso afirmando que no había violencia machista. Finalmente, el ayuntamiento se atribuye la gestión de haber instado a la Fiscalía a dictar medidas protectoras para Paloma. No menciona el papel decisivo de las entidades sociales, que tomaron esta iniciativa y presionaron a los servicios sociales municipales.

El consistorio adjunta un informe del Síndic de Rubí que, tras escuchar a Paloma, rechazó sus quejas y aseguró que se le hizo un "correcto acompañamiento".