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Meditación con remos en Barcelona

Alucinación ‘vintage’ en tiempos de la Copa América. El artista Mark Redden enseña a remar en currachs, barcos irlandeses tradicionales. Los construye él. “Es una forma de terapia”, garantiza   

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Mark Redden (izquierda) durante una de sus salidas en currach, esta semana.

Mark Redden (izquierda) durante una de sus salidas en currach, esta semana. / Irene Vilà Capafons

Ana Sánchez

Ana Sánchez

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Aquí uno se siente más tranquilo que Puigdemont viendo las noticias desde Bélgica. Es un ‘mindfulness’ que también podría servir para fugarse. Meditación con remos. “Es una forma de terapia”, garantiza el capitán de la barca. Pequeñita, de madera, solo tres asientos, la ha construido él mismo sin un solo clavo. Una alucinación ‘vintage’ en Barcelona en tiempos de la Copa América. Nada que ver con los barcos voladores de las regatas ‘deluxe’. “Confío más en un currach”, asegura Mark sin titubear. 

Mark Redden, en uno de sus currach.

Mark Redden, en uno de sus currach. / Irene Vilà Capafons

Mark Redden es irlandés, de Dublín. 44 años, lleva 17 en Barcelona. Tiene callos en las manos que podrían dar ruedas de prensa. Remando remando ha llegado de Barcelona a Lloret (tardó 3 días). Pintor, escultor, constructor de currachs. Habrá solo media docena de artesanos que los fabrican por el mundo, calcula. Es una embarcación tradicional con más años que Jordi Hurtado. Canoas en versión irlandesa. ¿Con escondites para cervezas? Mark te enseña unos huecos en los laterales: “En este espacio de aquí cabe exactamente una lata de 33 cl”, sonríe. "La cultura irlandesa -se pone serio- necesita ser mas conocida por el arte que por el alcohol".  

Detalle de un currach contruido sin un solo clavo.

Detalle de un currach contruido sin un solo clavo. / Irene Vilà Capafons

Mark es incapaz de tirar madera a la basura. “Es como nosotros –se encoge de hombros-: toma nutrientes de la tierra, tiene una vida, tiene su historia. Y creo que tiene algo dentro que quiere mostrar a los humanos”, sonríe. La madera que le sobra de los barcos él la convierte en esculturas. Es su forma de rendirle homenaje. “Sin este material –apunta- no tendríamos civilización”. 

Los dos coloridos currachs en los que Mark organiza las salidas.

Los dos coloridos currachs en los que Mark organiza las salidas. / Irene Vilà Capafons

Son fáciles de reconocer: los currachs de Mark son de colores, como su arte abstracto. Uno rosa, otro verde. Los guarda en la Base Náutica Municipal de Barcelona, junto a la playa de la Mar Bella. Desde aquí monta sus salidas irlandesas al mar (10€ por día; 80€, todo el año). Normalmente sale dos veces por semana. “Depende del tiempo”. Hasta el Fórum, ida y vuelta (6 km) o hasta el hotel Vela (8 km). La comunidad es muy cambiante. Han venido cientos de personas a remar, apunta, pero pocos regresan. Mark no engaña: “Es un deporte duro”. Hoy te lleva de paseo lo justo como para que no tengas agujetas al día siguiente. “Poco a poco”, te pica para que vuelvas.  

Con los remos en alto: los de los currach no tienen pala.

Con los remos en alto: los de los currach no tienen pala. / Irene Vilà Capafons

¿Qué tienen de especial estas barcas? “Son muy ágiles –responde Mark-, son muy ligeras. Si tenemos olas y viento, son más controlables que un barco de plástico o metal”. Están hechas para sobrevivir al mar de Irlanda. Los remos no tienen pala. Son un poco más largos –justifica Mark-. Es más fácil remar cuando hay viento. “Has visto que funcionan”. Sí, sí, asientes, enseguida coges velocidad. 

“¡Respira!”. Mark te lo tiene que recordar varias veces cuando te echas a remar. “Respira. Espalda recta. Brazos estirados. Tira de los remos con tu propio peso”. Aquí todo se hace con tu propio peso, recalca, como caminar. Al principio te sientes como Abel Caballero intentando bailar ‘break dance’. “Todo el mundo va desequilibrado”, te tranquiliza el capitán.

"Relaja mucho"

“El remo me da una vida social –se ríe el artista-. La pintura y escultura es muy solitaria. Esta es como la parte social de mi trabajo. Siempre tenemos buenas conversaciones en la barca y relaja mucho”. Sí, a ratos te habla como si estuvieras en una clase de yoga. “Remar –suele decir- es como estar en trance”. “Llega un momento en el que estamos todos en silencio –detalla al lado Laia, una de las remeras habituales-. Estás acompañado, pero te sientes muy contigo mismo”.  

Gerard, un veterano de los currach, rema frente a la Mar Bella.

Gerard, un veterano de las salidas en currach, rema frente a la Mar Bella. / Irene Vilà Capafons

El casco de un currach suele estar hecho de piel animal. De vaca, en concreto, detalla el artista. Pero en los suyos usa nylon balístico. Se lo enseñó su amigo Narcís Fors, un constructor de kayaks que merecería otro artículo. Vive en Lloret de Mar. “Hace cosas increíbles”. Juntos construyeron el primer currach de Barcelona. La barca –ya jubilada- ahora decora un pub de Irlanda, en Galway.  

Saliendo de la Base Naútica Municipal de Barcelona.

Saliendo de la Base Náutica Municipal de Barcelona. / Irene Vilà Capafons

Otro de sus currach veteranos ahora cuelga del techo de su taller. Hay otro en el pub irlandés McCarthy’s, en Via Laetana. En total, ha construido 7 desde que está en Barcelona. Invierte unas 240 horas por barco. Un mes duro o dos más llevaderos. “Este invierno construiré otro más –adelanta-. Un proyecto social. Me han dado una beca de la embajada de Irlanda para construir un barco e involucrar a la diáspora irlandesa de Barcelona. Usaremos la lengua irlandesa durante la construcción y mostraremos un poco de nuestra cultura en Barcelona”.

Mark, en la puerta de su nave-taller-casa.

Mark, en la puerta de su nave-taller-casa. / Maia Pacheco

Aún se encuentra alguna piel de naranja viejuna al cambiar una luz de su taller. Hace una década que vive y trabaja en una antigua fábrica de zumos. Un oasis artístico en Sant Andreu. Se ven lienzos, lienzos por todas partes, obras abstractas a medio hacer, esculturas coloristas, trozos de madera esperando su momento de estrellato. Del techo cuelgan currachs junto a una paloma XXL, colaboración de otro amigo artista. “Es un templo de paz”, se ríe Mark. Suele organizar días de puertas abiertas. El próximo Open Studio será el 26 de septiembre (con reserva al mail mreddenstudio@gmail.com). 

Mark, pintando en su estudio de Sant Andreu.

Mark, pintando en su estudio de Sant Andreu. / Maia Pacheco

Iomramh”, se lee en la puerta. El taller también es sede de esta asociación cultural. El nombre viene de unos antiguos relatos irlandeses a lo ‘Odisea’ de Ulises, compara Mark. “Un viaje espiritual por mar”. Ese es su objetivo: “Enseñar una cultura náutica casi perdida. La idea de que aún podemos construir barcos a mano y con materiales naturales”. 

Preparando los currachs para salir al mar.

Preparando los currachs para salir al mar. / Irene Vilà Capafons

Cada año organizan regatas por el Día de St Patrick. Este 17 marzo se celebró la número 12. “Viene mucha gente de Irlanda a competir”, saca pecho Mark. También se suelen ver sus barcos haciendo de soporte en las limpiezas submarinas de las playas. “Tengo una hija de 5 años –justifica el artista-, quiero que el planeta esté cuidado para ella”. De hecho, suele volver de sus salidas a remo con el currach lleno de los plásticos que se encuentra por el mar. “Hay muchos”, resopla. Hace años hasta hicieron un estudio. “Encontramos plástico en cada pez. En su tracto digestivo, pero también en la carne”. 

¿Su sueño? “Continuar”, se encoge de hombros. “Me gustaría amplificar la comunidad entre el arte, la sostenibilidad y los barcos”. Y seguramente llegue hasta el fondo: se está planteando exponer sus esculturas incluso en el fondo del mar

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