¿Cuál es tu favorita?
Las plazas más bonitas de Barcelona
Explanadas de calma y puntos de encuentro. Recorremos la ciudad barrio a barrio en busca de los mejores oasis urbanos. Abrimos 'casting'
Albert Fernández
Con las plazas siempre hay preferencias. Te quedas con las de tu barrio o te aventuras en busca de otras explanadas de adoquines, terrazas, bancos y arboledas. Abrimos casting de plazas. Clica aquí para votar cuál es tu favorita.
Secretos de Sarrià
Pequeños paraísos
Cuando descubres el pequeño paraíso de la plaza de Sant Gaietà, te apetece hacer un pacto mudo con el lugar. Esta placita escondida en los intersticios de Sarrià se mantiene esplendorosa gracias al trato íntimo de una vecina, que cuidan con esmero su repertorio vegetal. Las diez casitas bajas que rodean la plaza son muestras de la arquitectura popular de Sarrià del siglo XVIII. Sus habitantes han creado un pequeño oasis repleto de tiestos, jarrones y enredaderas. Infinidad de hojas y flores centellean en este gran espectáculo secreto. Las baldosas rojas de la plaza no admiten bancos ni terrazas: apenas queda sitio entre el fantástico despliegue de ficus, geranios, ciclámenes y limoneros.
Algo más grande y concurrida, la acogedora plaza de Sant Viçenç procura una paz similar. Aquí el sol incide siempre amablemente. Las tenues sombras de los árboles y la escalinata que eleva la plaza le confieren un aire irreal. Coronando la fuente central, la estatua de piedra de Sant Vicenç sigue viendo cómo a su alrededor se ruedan anuncios y se pintan cuadros.
El encanto del Born
Santas plazas
Acceder a la plataforma sobre la cual destaca la plaza de Sant Agustí Vell es como rendirse a un glorioso sortilegio. Todo parece bello si nos recostamos en la terraza del Restaurant Joanet: el toldo verde del bar y su puerta de madera, la triple fuente rematada con farolas que divide el paso, las ramas arqueadas formando un bosque de reflejos, y las vistas a la parte medieval porticada que hacen pensar en el antiguo convento de Sant Agustí, ubicado justo donde ahora tomas un café.
La cercana plaza de Sant Pere también sigue el rastro de la Barcelona medieval. Sobrecoge el contraste entre los muros de la iglesia, que muestran vestigios de los mil cambios que ha sufrido este templo, y la forja de hierro de la fuente modernista diseñada por Pere Falqués en 1893. El resto es una cuesta de asfalto encantadora. Elige aquí la más bonita.
Multiverso gótico
Viaje alucinante
En lo profundo del Gòtic palpita una extraña placita que resigue una antigua muralla. Con su disposición ladeada en torno a la torre circular que defendía una fortificación romana dedicada a resistir frente a las invasiones bárbaras en el siglo IV, la plaza de los Traginers vuelve un ovillo cualquier conversación, y consigue el detenimiento del más distraído.
En cambio, en la muy predilecta plaza del Rei son las gárgolas quienes te observan a ti. Tratas de cerrar la boca mientras te pierdes en la contemplación de esa confluencia de edificios monumentales góticos y renacentistas. Te abruma la llanura de losas y la cercanía de la catedral, tanteas la tentación de visitar el Museo de Historia de Barcelona y ni así dejas de escuchar la disonante carcajada pétrea que te dedican esos monstruos de piedra desde las alturas.
Por suerte, encuentras refugio en la incomparable plaza de Sant Felip Neri. En esta placita resguardada del ruido quedan lejos los recuerdos de bombardeos de la guerra civil. La mirada queda absorta en las baldosas verdes de su fuente octogonal y en cada detalle de su iglesia barroca, marcas de metralla incluidas. Los turistas se dividen entre sus pantallas y las antiguas fachadas, mientras las conversaciones resuenan con la reverb encantadora de una quietud latente.
La Sagrera porticada
La importancia de una sombra
Los arcos que cubren las terrazas de la plaza de Masadas son ideales para cuando necesitas mañaneo sano y conversación larga entre tapas, a poder ser con un poco de sombra y en un barrio diferente. La Sagrera no es Gràcia, pero precisamente por eso vale la pena explorar sus calles y su gente. Si te sientes como un vampiro nómada, puedes huir del sol en esta peculiar plaza de soportales edificada a finales del siglo XIX en el corazón del barrio. El antiguo mercado cubierto se desmontó en los noventa. Con el primer vermut compruebas que todavía hay niños capaces de jugar con una pelota o en la fuente, en vez de volcarse sobre un móvil. La luz va cambiando sobre la plaza porticada y decides emplatarte viendo pasar paellas a diestro y siniestro. Se está tan a gusto, que te puede dar el tercer café mientras arreglas el mundo con tus colegas.
Poblenou sigiloso
Raíces marineras
Después de un atareado día en la oficina, entregarse a la tranquilidad que emana de la plaza de Prim es un premio singular. Esta mansa ubicación solía ser el punto de encuentro de pescadores y obreros del barrio a mediados del siglo XIX. Aún conserva las casas bajas típicas de los antiguos barrios marineros, y uno de los mejores restaurantes de pescado de la ciudad (Els Pescadors). Pero sin duda su mayor tesoro son las gruesas y deformadas raíces de esos árboles bellasombra, que sobresalen con magnificencia natural del río de baldosas concéntricas. Vota tu favorita.
Alto Poble Sec
Terrazas con vistas
Hay que atravesar la calle de Blai con los ojos cerrados, sortear cuestas y cruzar mucho los dedos para encontrar silla en una terraza de la plaza del Sortidor. Cuando lo logras, cuesta abandonar este pequeño oasis de Poble Sec, siempre hirviente de vida gracias a sus numerosos bares y restaurantes. Ah: conviene no confundir la réplica de la fuente de Canaletas con el verdadero surtidor que dio nombre a la plaza. La fuente ornamental de grandes dimensiones que se colocó en 1874 hace tiempo que voló. Si no hay sitio en el Sortidor, siempre puedes buscar cobijo en la más humilde plaza de Santa Madrona.
Ensanches de Les Corts
Exquisito eclecticismo
La plaza de la Concòrdia ensancha los pulmones de primeras. Dar con su amplitud en pleno corredor de calles por el centro de Les Corts dibuja una sonrisa instintiva. Se antoja como el lugar ideal para esperar una cita, o iniciarse con el lápiz carbón y las acuarelas. Modelos no faltan: caras sonrientes en cada terraza, antiguos comercios, la inmensa y harmoniosa iglesia del Remei y el bohemio Centre Cívic Can Deu (en el número 13), ubicado en una sublime finca modernista. Aciertes o no con los trazos, aquí solo te queda gozar de tu paz mental o esa cita anhelada: la tarde solo puede girar a mejor. ¿Cuál es la que más te gusta?
Horta familiar
El pueblo eterno
La plaza de Eivissa es la plaza eterna. Esta imperturbable muestra de la vida de pueblo sigue reuniendo a los vecinos de Horta con el encanto de sus terrazas, las ocasionales actividades y mercadillos, más su imperturbable armonía familiar. Desde un lado de este irregular espacio de recreo, la escultura que evoca a una campesina ibicenca, instalada en 1965, observa el paso de los años. Generaciones crecen y se extinguen, mientras las bravas y los helados siguen rebosando por las mesas.
Aperturas de Sants
Ancha es tu silla
El viento sisea llevándose el polen que cae de los plataneros. Las palomas siguen distraídas los círculos de polvillo. Alguien se pide otra en la mesa de al lado. En la plaza de Osca el despliegue de terrazas es generoso como pocos. El campamento de muebles de metal se extiende al sol en este espacio diáfano. Mientras apuras el quinto o sacudes las últimas gotas de Espinaler sobre tus chips puedes asistir a una reyerta de balcón a balcón, comparar las variedades cromáticas en el mosaico de dermis foráneas o dedicarte a saludar perretes encantadores.
Gràcia y el Farró
Continuidad de las plazas
Nos las sabemos de memoria, y siempre volvemos a ellas. Las plazas de Gràcia apenas guardan secretos ya, pero atesoran mil historias. Habrá quien prefiera entonar el verso en las escaleras de la iglesia de la plaza de la Virreina, y quien quede cautivado por el estribillo coral de la plaza de Rovira. El caso es que la música siempre resulta familiar y reconfortante, especialmente en la carismática plaza de la Vila de Gràcia, sede de episodios históricos, como el de la Revuelta de las Quintas en 1870. Su mítico campanario octogonal preside lo mismo almuerzos familiares, que partidillos de fútbol o noches de lateros. Recientemente, incluso sirvió de escenario en el rodaje de una peli apocalíptica. El compás de plazas graciencas sigue y sigue: la plaza del Raspall, la del Nord, la del Sol, la que dio título a una fabulosa novela de Mercè Rodoreda. Propongo fijarnos en una eterna olvidada, la plaza de Trilla. Este remanso de bancos y palmeras junto al tumulto de Gran de Gràcia sirve de puente hasta el vecino barrio del Farró. El Farró es otra cosa. Busca acomodo en la coqueta plaza de Mañé i Flaquer o su hermana, la plaza de Sant Joaquim, y me cuentas.
El Clot Clásico
Latidos de barrio
La serpenteante rambla peatonal que desemboca en el mercado del Clot da lugar a dos plazas contiguas que laten al unísono. La plaza de Font i Sagué nos acoge con el barullo de las sillas chirriantes y el saludo de camareros que portan decididos potentes cafés y cruasanes lustrosos. El rumor de las terrazas contrasta con la reconfortante presencia del clásico Quiosco del Clot. A veces la vida del barrio te puede salvar el día. El continuo de tiendas y bancos y plataneros y caras lleva a la plaza del Mercat, donde es fácil abstraerse con el bullicio de gente a la entrada del mercado, y suspirar por aquellos tiempos cuando la vida era tan sencilla como una barra de pan. Vota cuál es tu preferida.
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