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El otro día me levanté de madrugada con mucha sed y, sin darme cuenta, bebí agua del grifo, desde entonces no he vuelto a ser el mismo. Lo primero es que debido al nefasto sabor en mis papilas gustativas ya no me pude volver a dormir, y desde entonces me cuesta seguir en un piso en el que sé que hay agua con este sabor a mi alrededor. Por favor que nadie beba el agua del grifo o se arrepentirá.

Rubén lleva días sin levantarse de la cama y sin venir a la oficina, lo cual me parece de una dejadez tremenda. La gente, como siempre, lo defiende diciendo que ha tenido un grave accidente y ha perdido la movilidad en prácticamente la totalidad de su cuerpo, pero yo estoy harto de pasarle una tras otra. Hoy le tocaba a él vaciar las cápsulas de café y todavía no se ha dignado a venir a hacerlo.