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'Assaig sobre la lucidesa': democracia 'game over'

El Teatre Akadèmia recupera la adaptación de la novela de Saramago de la compañía La Danesa , una cruda radiografía sobre el poder, los medios de comunicación y la democracia real

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Aída Pallarès

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Una patada, una muestra de indignación, de protesta. Esto era, según José Saramago, su novela 'Ensayo sobre la lucidez'. La historia de una ciudad en la que el 75% de los electores votan en blanco. Estupefacción, indignación. «Esto no puede ser», repiten los políticos una y otra vez. ¿Cómo van a votar en blanco? «Debe de tratarse de un error. Que vuelvan a votar». Y los ciudadanos salieron a la calle y volvieron a votar. Y el 83% de los votos estaban en blanco. ¿La solución? Censura, represión, estado de sitio. Que la patria, dicen, está por encima de todo. ¿Estamos frente a una revolución pacífica o, como acusan los políticos de la obra, de un atentado contra los pilares de la democracia participativa?

'<strong>Ensayo sobre la lucidez</strong>' es una crítica a los males de la democracia, una reflexión sobre gobierno y pueblo que funciona, a su vez, como la continuación de 'Ensayo sobre la ceguera', esa fábula sobre un país que se queda completamente ciego durante tres largas semanas. No es de extrañar, pues, que el <strong>Teatre Akadèmia</strong> haya decidido, muy acertadamente, recuperar esta producción de la compañía <strong>La Danesa</strong> que pudo verse, durante muy pocos días, hace un año en el <strong>Grec</strong>.

La adaptación, que firman Jumon Erra y Roger Julià, director de la pieza, casi no ha cambiado. Más corta y ágil que la novela de Saramago pero directa a la esencia, a la cruda radiografía sobre el poder, los medios de comunicación y la democracia real. Porque, huelga decirlo, cuando todo parece perdido, cuando los ciudadanos parecen haber recuperado su poder, los políticos de Saramago optan por la manipulación y la censura periodística. Que la prensa, dicen, está al servicio del gobierno. Sí que ha cambiado el reparto -donde destaca un contenido Marc Pujol-  aunque Julià sigue optando por potenciar la farsa de la novela y acercarla al gran 'guignol'. Una decisión que, si bien, provoca cierto histrionismo en algunas interpretaciones, se torna necesaria al hablar de una pieza tan política y llena de ecos a la actualidad.

¿Seríamos capaces de tomar la distancia necesaria para reflexionar y tomar conciencia como quería Brecht? ¿O nos dejaríamos llevar por la trama y las emociones? Julià y compañía no han olvidado que el objetivo de Saramago era, precisamente, criticar el mal funcionamiento de la democracia. En la misma línea juega la escenografía; un suelo de pizarra negra en el que los intérpretes van dibujando los elementos de escena necesarios, y la puesta en escena, donde los actores pasan de un papel a otro en una milésima de segundo. Una decisión que otorga dinamismo a una narración que podría pecar de cierta lentitud, al haberse eliminado la trama más detectivesca.  Porque lo que hace necesaria e idónea '<strong>Assaig sobre la lucidesa</strong>', es, precisamente, el texto. Sin artificios ni exageraciones. Saramago en estado puro. Político, combativo, lúcido. Recordándonos que, a veces, hay quién nos quiere ciegos. Recordándonos que, pase lo que pase, no debemos ni podemos dejar de aullar. Es lo último que nos queda.