CIUDAD ON
Aquí podrás volver a jugar a los marcianitos
Cuidado, que de la impresión ochentera se te puede salir una teta a lo Sabrina. Este sábado, 29, abre Rex Arcade Bar. El nirvana de todo exniño de EGB: recreativos con bebida, comida y arcades retro. Ponte a la cola, Pepsicola
Ana Sánchez
Periodista
En vez de “¿cómo estás?”, a ella le preguntan “¿que has hecho qué?”. No sabe cocinar, pero sí tirar hachas. Si le haces una pregunta retórica, lo más probable es que la responda. Autora de ‘Barcelona increíble’ (Ediciones B).
Ana Sánchez
No te borraría esa sonrisita ni Pancho gritándote en la oreja «¡Chanquete ha muerto!». Estás flipando en colores, igual que en los 80. Cuidado, que de la impresión se te puede salir una teta a lo Sabrina. Diez minutos aquí y se te escapará sin querer algún «Okey Makey» y un par de «aquí andamios». ¿Tú también quieres jugar? Pues a la cola, Pepsicola.
Este es el nirvana de todo exniño de EGB. ¿No la oyes? La musiquita del Tetris te está abduciendo. Estás rodeado por una quincena de máquinas arcade, futbolín, billar, seis pinballs de los 90, una máquina de grúa que «coge peluches de verdad», te garantizan. Como los recreativos de antes, pero con bar. Ahora hay hasta mesitas con pantalla donde puedes comer mientras matas marcianitos.
Este sábado, 29, se inaugura Rex Arcade Bar. Con la bebida y las tapas te dan una carta de juegos retro que pondrían los pelos de punta a los niños de Stranger things: Space Invaders, Tetris, Pacman, Arkanoid, Super Pang, Street Fighter. Como si acabaras de salir del Delorean de Regreso al futuro. «Son máquinas como las de antes –explica José–, pero con tecnología nueva».
José Luis Moreno, se llama. No, no es el ventrílocuo, aunque guarda por casa un Macario. Tiene 30 años, pero aguanta al Tetris con la dignidad de los cuarentones que soñaban con las fichas. «Intento jugar un par de horas al día», resopla con deje de obligación laboral. Hace cinco años que él y Eugenio fabrican y personalizan máquinas arcade como las de los 80 y 90.
Fabrican máquinas con vinoteca incorporada
Él es informático. Eugenio Huertas, su socio manitas, tiene 42 años y se crio a 15 metros de unos recreativos. Era el que estaba pegado al Street Fighter. «A raíz de ver unas máquinas –recuerda José–, Eugenio me dijo: ‘¿Puedes hacer la tecnología para hacerlas funcionar y yo me encargo de los muebles?’». Y pudo. Crearon la empresa Rex Arcade y explotó el boom por la nostalgia. Ahora fabrican 30 máquinas al mes de media. En el último año habrán vendido unas 300, calculan.
Sus clientes son sobre todo particulares, dicen. «Bastantes youtubers». Hay gente que se las compra solo como atrezo. Aunque «en estos dos últimos años –añaden– se han empezado a interesar empresas grandes para tener zonas de ocio para sus trabajadores». Precio medio de una máquina estándar: mil euros. «Depende del tipo de accesorios», puntualizan sus creadores. Las han fabricado hasta con vinoteca incorporada. Incluso híbridas. «Para la gente que tenga varias consolas. Mediante un mando a distancia, puedes ir cambiando a la que quieras jugar». Las más económicas son las portátiles, que se conectan a la tele. «Es un panel de mando con el mismo contenido de la máquina». Cuesta 300 euros.
En vez de un solo juego por máquina, ahora caben los que quieras. Hasta 10.000 sin cambiar de mandos. «Aquí las tenemos con una selección de 130 para que la gente no se agobie», dice José. Funcionan con tokens. Con cualquier consumición, te dan una de estas monedas customizadas (1 partida). Se pueden comprar sueltas: 1 euro, 3.
Si eres un purista, busca las máquinas con culo, como el de los televisores de antes. Las Kardashian arcade. Esas son las originales. «El aspecto de la imagen se ve con más luz y hace el abombado», detalla José. Para antipuristas hay una versión mesa: con dos monitores frente a frente. Puedes compartir partida y tapa. «Yo creo que vamos a tener que quitar todo esto –Eugenio señala las mesas normales– y poner máquinas de estas».
Abrirán más locales como este, auguran Eugenio y José con convicción de pitonisos. «Seguro». En Barcelona ciudad, de momento, se pueden encontrar cinco máquinas para quitarte el gusanillo ochentero. Hay una en el New Park Bowling de La Maquinista, dos comparten local con juegos virtuales en Virtua Barcelona (Viladomat, 95, y Taquígraf Garriga, 51) y hay otras dos en la sección de videojuegos de Norma Cómics (paseo de Sant Joan, 9). «Siempre hay alguien jugando», asegura Eric, uno de los empleados de la tienda. No vayas corriendo a buscar monedas de cinco duros por algún sofá de escay. 50 céntimos cuesta cada partida aquí. No tardarás ni un cuarto de hora en volver a pedir la paga.
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