CINE
'Amanece que no es poco': manual del buen reír
Repasamos los momentos estelares de uno de los filmes españoles más originales e hilarantes con motivo del estreno de su secuela espiritual, 'Tiempo después'
Si buscáramos en España el máximo exponente del cine de culto, sin duda lo encontraríamos en 'Amanece, que no es poco'. Dirigida en 1989 por José Luis Cuerda, esta obra cumbre del humor esperpéntico no solo es el tipo de película cuyos diálogos se graban a fuego en la memoria de quien la ve –frases como «Todos somos contingentes pero tú eres necesario» o «Pues yo creo que me voy a sacar la chorra»–; también es referente esencial de toda la comedia patria que ha venido después y, en especial, de la que cómicos como Joaquín Reyes, Raúl Cimas y Carlos Areces inventaron a bordo del mítico programa 'La hora chanante'.
No es casual, por tanto, que actúen en 'Tiempo después', la secuela espiritual que hoy llega a los cines. ¿Contendrá la nueva película tantas escenas memorables como su predecesora? Para poder comparar con conocimiento de causa, a continuación repasamos algunos de los mejores momentos de aquel clásico.
1. Amor de padre
Dos forasteros llegan al pueblo en sidecar. El hijo, Teodoro (Antonio Resines), trabaja como profesor en la Universidad de Oklahoma; el padre, Jimmy (Luis Ciges), es su representante aunque nunca ha salido de España. El ruido que emite la moto no invita a charlas íntimas, pero aun así Jimmy pregunta a gritos: «¿Me quieres?». Teodoro detiene la moto: «Padre, no me joda». El padre replica: «No, si tampoco creas…».
2. Elecciones generales
Las mujeres del pueblo se reúnen para designar las candidaturas a las elecciones generales que ha convocado el alcalde. Deben decidir quiénes se presentan a puta y a adúlteras, y si a alguna le interesa presentarse a monja o a marimacho. «¿Vamos a elegir también al tonto del pueblo?», pregunta una joven, saliéndose del orden del día. «Es que mi hermano ya está harto».
3. Ha brotado un hombre
La cabeza de un hombre acaba de brotar en un bancal. «Pues ya sabes lo que tienes que hacer: arrancarlo y trasplantarlo», le aconseja un campesino a la dueña del terreno. «Se te puede morir en el cambio pero, si no, estás perdida. ¡Tú no sabes lo que chupa un hombre…! Te deja la tierra seca». Ella contempla al hombre brotado con ternura: «Me da lástima, es tan guapo...». Es el principio de una historia de amor.
4. Pasión por Faulkner
Morencos (Tito Valverde) lee la novela de Bruno (Arturo Bonin) y descubre el engaño: es un plagio de 'Luz de agosto', de Faulkner. «¿Es que no sabe que es verdadera devoción lo que hay en este pueblo por Faulkner?», le pregunta luego en comisaría el cabo Gutiérrez (José Sazatornil). Escenas más tarde, Bruno pregunta a Morencos: «¿Y a Nabokov? ¿Se lo lee mucho en el pueblo?».
5. Lecciones con ritmo
En la escuela, don Roberto da lecciones de anatomía a ritmo de góspel. «No es una máquina / tampoco es un motor / solo es una víscera / se llama corazón». Los niños se van levantando por filas, y cada una de ellas canta una frase del estribillo: «Causa admiración / causa admiración / cómo trabaja el corazón». Llevado por la pasión, el maestro exclama: «¡Everybody!».
6. El cornudo desdoblado
Gabriela (Rosalía Dans) pasea con su amante, Ngé, el negro del pueblo. Les sigue Carmelo (Miguel Rellán), el marido de ella, beodo perdido. De repente, Carmelo se desdobla, presentándose ante ellos completamente sereno mientras, a la vez, les sigue borracho. En vista de la admiración de la mujer, pregunta: «¿Quieres que lo haga todos los días?». Celoso, Ngé replica: «Yo le doy unas prestaciones sexuales a tu mujer muy buenas».
7. Un coito supervisado
De patrulla por el campo, dos guardias civiles topan con una pareja presta a practicar sexo. «¡Alto ahí! ¿Qué están haciendo?», exclama uno. Y añade: «¿Pero no ves que la muchacha así no va a disfrutar? Eso hay que prepararlo un poco; unas caricias, unos besos aquí y allá... ¡Coño!». Cuando los amantes vuelven a lo suyo, el otro pregunta: «¿Te está acariciando? ¿A que es mejor?». Ella contesta: «¡Dónde va a parar!».
8. La muerte deleitosa
El doctor del pueblo habla con el hijo de su paciente: «Se está muriendo divinamente, te lo juro. Puedes estar orgulloso. En los años que llevo de médico, nunca vi a nadie morirse tan bien como se está muriendo tu padre. ¡Qué irse! ¡Qué apagarse! ¡Qué parsimonia! Estoy disfrutando que no te lo puedes imaginar». El hijo pregunta: «¿Y él? ¿Sufre?». El médico no duda: «A la fuerza, seguro que sí».
9. El ritual del vicio
En el bar del pueblo –que no es un bar sino un café-teatro en el que se cantan arias de Puccini–, los parroquianos esperan rigurosamente su turno para ser conducidos a la barra por la Guardia Civil y emborracharse de forma tan veloz como proporcionada. «¡Cómo madrugamos para el vicio, ¿eh, abuelo? Para ir a labrar no se da tanta prisa», bromea el camarero mientras sirve chupitos de anís al primer cliente.
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