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La jugada maestra de Salvador Illa

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Júlia Regué

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Salvador Illa tenía los apoyos amarrados para ser president, pero dudaba de que fuera a ser elegido el jueves 8 de agosto, a sabiendas de que una reaparición de Carles Puigdemont en Catalunya podía implicar una detención que forzara a Junts, con el apoyo de ERC y Comuns, a suspender el pleno. Pero la huida del expresident y el operativo fallido de los Mossos d'Esquadra le ungió incluso antes de lo que él mismo preveía. JxCat trató de aplazar la sesión y Esquerra se plantó. Así empezó su nueva etapa de rivalidad en la oposición e Illa salió de la Cámara pasando revista a los Mossos.

Diez días después, el Ejecutivo de Illa ya está en marcha. El president ha tomado posesión, al igual que sus consellers, y ya ha celebrado el primer Consell Executiu. "Trabajar, trabajar y trabajar", repite el jefe de la Generalitat en Palau, mientras pule su 'sottogoverno', en el que repesca a cargos de Esquerra para dar continuidad al aparato que estaba en marcha y, de paso, cumple con los acuerdos con los republicanos poniéndolos en manos de aquellos a quienes Pere Aragonès ya le otorgó su confianza: los consellers Francesc Xavier Vila (Política Lingüística) y Sonia Hernández (Cultura), pero también Pere Macias en el comisionado de Rodalies.

"Unir y servir"

La primera reunión del Govern fue un intercambio de impresiones, en el que Illa quiso imprimir sus prioridades: trenes, barrios y policía. Bajo el mantra de "unir y servir", y el legado de Tarradellas al que tanto apela, el jefe del nuevo Govern ata toda su estrategia.

Rodalies une los territorios y sirve a los miles de usuarios cuando acuden a su puesto de trabajo; los barrios unen a los vecinos en favor de la convivencia y crean unos lazos que sirven para expulsar los populismos de la extrema derecha; y la policía une y sirve a todos los catalanes, independientemente de sus ideas políticas. Esta es la tesis que esparce el president a los despachos de Palau, y que marcará sus próximos pasos, con una remodelación de los servicios públicos, una cartera de medidas para combatir la sequía, y una reunión con el Gobierno en septiembre para empezar a trazar la nueva financiación singular para Catalunya a la vista.

Puigdemont y los Mossos

La primera visita oficial del president fue, precisamente, al complejo de los Mossos d'Esquadra en Sabadell. Lo que para el independentismo iba a ser una estructura de Estado, es ahora para Illa el símbolo del reforzamiento del autogobierno. La ampliación de los agentes hasta los 22.000 en el año 2030, es también un cumplimiento de los acuerdos, y la futura remodelación de la cúpula, un ariete para poner orden. La crisis de credibilidad por no haber detenido a Puigdemont es ahora el mejor argumento para forzar los cambios con un 'mayor' de los Mossos, Josep Lluís Trapero, que regresará al frente del cuerpo catalán con un cargo de designación política. Ni los sindicatos levantan la voz. Hay incluso algunos que le urgen la renovación cuanto antes.

El duelo congresual

Y, mientras Illa se acomoda al nuevo despacho, Junts busca sacar partido a que Puigdemont haya regresado al suyo, en Waterloo. La posconvergencia ha adelantado dos años un cónclave del partido que promocionan como una reunión del independentismo, sacando a Esquerra de la causa por haber investido a Illa en busca de un 'ellos y nosotros': los independentistas que pactan con los socialistas y los que no, aunque los acuerdos en el Congreso, en las Diputaciones y en los municipios digan lo contrario.

El conclave se celebrará un mes antes que el de los republicanos, y parte del objetivo de ejercer de oposición a Illa. Está por ver qué impacto tiene la reaparición y huida de Puigdemont en la negociación con el PSOE, por ahora, nada se rompe aunque sí se complica la negociación de los Presupuestos Generales del Estado. Hasta que los jueces no resuelvan los recursos y decidan si la ley de olvido penal es o no constitucional, hay margen. Pero en JxCat ya avisan de que si su líder no logra regresar indemne, Pedro Sánchez no podrá continuar. En Suiza hablarán de ello, y quién sabe si hay una nueva jugada maestra que lo salve. Illa, mientras, saborea la suya.

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