Balance

Junts celebra cuatro años reencontrándose con Mas y Pujol y en medio de la incertidumbre por Puigdemont

El independentismo prepara un dispositivo que custodie el regreso de Puigdemont al Parlament

Carles Puigdemont y Jordi Turull, en un míting en Argelers

Carles Puigdemont y Jordi Turull, en un míting en Argelers

Carlota Camps

Carlota Camps

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El 2020 fue el año del coronavirus, pero también cuando estalló el 'espacio posconvergente'. Fue el primer verano después del confinamiento cuando Puigdemont anunció la creación de un nuevo partido -Junts per Catalunya-, después de haber probado otros experimentos como la Crida y de arrastrar múltiples tensiones con el PDeCat. El divorcio fue agrió y con batalla judicial incluida. Puigdemont rompió el carnet y con él, una amplia retahíla de dirigentes de la antigua convergencia. Pero no todos. Quien había señalado a Puigdemont como sucesor, el expresident Artur Mas, se quedó e hizo campaña activa por la candidatura de la exconsellera Ángels Chacón en las siguientes elecciones al Parlament con un resultado -poco más de 77.000 votos- insuficiente. Cuatro años después, la herida empieza suturar.

En las pasadas elecciones catalanas, Mas no se desplazó a Argelers para hacer campaña con Puigdemont, pero sí pidió el voto por él en un acto en la comarca del Maresme junto al secretario general del partido, Jordi Turull, y hace unas semanas anunció, aunque de manera informal, que se haría militante de Junts. Los mismos pasos que ha dado el también expresident Jordi Pujol, tras diez años de ostracismo por la confesión del dinero en Andorra. También Junts, o al menos una parte de sus almas, ha empezado a reivindicar públicamente el legado convergente, a pesar de la exasperación que provoca esto en otra parte de la formación.

Este jueves hace diez años de aquella relevación de Pujol que, junto a los casos de corrupción que arrastraban, acabó por enterrar la marca Convergència. El mismo día que el partido de Puigdemont sopla las velas de su cuarto aniversario, hito que celebrará de forma extensa el próximo sábado con un acto político y una comida en el municipio francés de Els Banys i Paladà. Una convocatoria que también servirá para sentar las bases de los que serán los próximos movimientos del expresident y de su prometido regreso.

El futuro de Puigdemont

Durante la campaña electoral, el expresident prometió que volvería a Catalunya si había pleno de investidura, estuviera como estuviera la ley de amnistía y fuera quién fuera el candidato. Pero no fue su único compromiso, también aseguró que si no era elegido president daría un paso atrás en la primera línea política. Dos meses después de los comicios, la primera promesa se mantiene, a pesar del alto riesgo de arresto. La segunda, no está tan claro. También porque su adiós abriría una pugna entre las distintas sensibilidades que aúnan las siglas.

"El president está absolutamente enchufado", aseguran fuentes de la dirección del partido. A pesar de haber dejado la presidencia de Junts en 2022 y de que ahora sea un simple militante de base a efectos orgánicos, nadie le hace sombra en su papel de líder. Y, al menos en público, nadie le cuestiona. No es tan así en privado, donde algunos cuadros del partido se quejan del "hermetismo" de la dirección y de que Puigdemont cope todo el poder. "Es un tótem y con los tótems no se puede dialogar", añade uno de los consultados. Pero no es la tónica habitual.

Puigdemont, que nunca ha sido un hombre de partido al uso y que se había desvinculado del día a día del partido, se volvió a "implicar" durante la campaña de las elecciones municipales del año pasado y hasta "disfrutó", añade un alto dirigente de la formación, con las elecciones generales del 23-J. Con un Junts aritméticamente imprescindible para que Pedro Sánchez pudiera permanecer en la Moncloa, Puigdemont decidió cambiar de estrategia y empezar a negociar con los socialistas. La ley de amnistía, aunque de momento no se ha aplicado en su caso, es el principal fruto a exhibir de esta nueva etapa.

El poder institucional

Es, justamente, esta capacidad de influencia en Madrid su principal valua ahora y así lo ponen de manifiesto desde la dirección, que hacen un balance positivo del actual rumbo del partido. "Cuatro años después somos un partido consolidado, ha habido muchas turbulencias, pero ahora somos un partido con todas las de la ley", aseguran fuentes de la cúpula, que también ponen el acento en la victoria electoral en la capital catalana con Xavier Trias -a pesar de no gobernar finalmente- o en haber recuperado la primera posición del bloque independentista en el Parlament, después de que Pere Aragonès ganara a Laura Borràs en 2021. "Ahora somos la alternativa. La disyuntiva es o Illa o Puigdemont", remachan. "Hemos conseguido marcar agenda y aprobar propuestas, a pesar de estar fuera del Govern", añaden desde el Parlament.

Un discurso que enmiendan desde algunos sectores del partido que lo ven demasiado "triunfalista" y que reprochan a la actual dirección la salida del Govern, así como los pactos postmunicipales. A pesar de haber quedado segundos en aquellos comicios, Junts quedó relegado del poder municipal y supramunicipal, con la Diputación de Girona y la alcaldía de Sant Cugat como premios de consolación. Junts tiene 370 alcaldías, pero la mayoría son de pequeños municipios. "¿De qué sirve un partido si no quiere gobernar?", se pregunta uno de los cuadros posconvergentes consultados. La dirección entiende la crítica, pero atribuyen el revés a que ERC les engañó y se alió con el PSC a sus espaldas.

Los borrasistas y las almas de Junts

Sea como sea, lo cierto es que en los cuatro años de vida de Junts las polémicas y disputas internas que se han vivido han sido muchas. Desde la suspensión de Laura Borràs como presidenta del Parlament cuando se le abrió juicio oral por el caso de la Institució de les Lletres Catalanas y por el que acabó condenada, hasta la polémica por la agresión de Francesc de Dalmases a una periodista o las acusaciones de machismo perpetradas por las entonces diputadas Cristina Casol, que fue explusada del partido, y Aurora Madaula, con la que se ha conseguido llegar a un pacto para dar carpetazo al asunto.

Todo ello, sumado al temor de una ruptura del espacio que acabará en un cuarto espacio independentista. Tras la fallida del proyecto unilateralista de la exconsellera Clara Ponsatí y enterrada la propuesta de 'lista cívica' con el cambio de dirección de la ANC, en Junts respiran más aliviados y miran con un cierto fervor la crisis interna de ERC, ahora que no son ellos los que están en el punto de mira. Sin embargo, saben que no pueden perder de vista la frontera electoral que puede robarles la extrema derecha de Aliança Catalana.

Suscríbete para seguir leyendo