Salen de todas las CCAA

La ruptura de los gobiernos de PP y Vox en apenas un año sume a la derecha en una inesperada inestabilidad

Abascal cumple su amenaza y exhibe su distancia con Feijóo sacrificando los cinco gobiernos autonómicos a pesar del malestar interno. En el PP dudaron hasta el último momento y asumen que se abre otra etapa

El líder de Vox, Santiago Abascal (i), en los pasillos del Congreso de los Diputados durante un pleno extraordinario en el Congreso.

El líder de Vox, Santiago Abascal (i), en los pasillos del Congreso de los Diputados durante un pleno extraordinario en el Congreso. / Eduardo Parra

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Se abre una nueva etapa y la anterior ha durado muy poco. Costó cerrar todos los acuerdos autonómicos tras las elecciones de mayo del año pasado porque después venían unas generales. Vox tuvo un debate intenso sobre qué debía hacer: si entrar o no. El sí decantó la balanza. Y después de un año -en algunos casos como el de la Región de Murcia ni siquiera eso- el partido de Santiago Abascal abandona los cinco gobiernos regionales de los que forma parte (además del murciano, Castilla y León, Comunidad Valenciana, Aragón y Extremadura) y dejará de apoyar desde fuera al de Baleares. La decisión la comunicó el líder de ultraderecha después de tres horas de intensa reunión con todos los vicepresidentes y el resto de la plana mayor del partido.

Le acompañaron en la comparecencia, pero se vieron gestos de desacuerdo en algunos casos como el valenciano Vicente Barrera, evidenciando que algunos dirigentes no estaban nada convencidos de que el camino fuera romper. Tanto es así que en el PP siguen sin descartar algunas deserciones. En el entorno de Abascal ya reconocían que la “unanimidad” iba a ser muy complicada en una decisión así, pero confiaban en “poder convencer” a todos los miembros del comité ejecutivo nacional de que debían tomarla de forma colegiada “y como partido”. Así fue, al menos en la práctica. 

El PP reaccionó con cierto optimismo a la ruptura, entendiendo que desaparece uno de los grandes quebraderos de cabeza que tenía la dirección nacional y algunas autonomías. Sobre todo, porque al tener aprobados los Presupuestos de este año sienten alivio. Y además están convencidos de que Vox no acordará nada con el PSOE y, por tanto, tendrán que seguir apoyando a los conservadores aunque sea desde fuera de los gobiernos. El adelanto electoral es una decisión exclusiva de los presidentes autonómicos y no lo tienen en mente, al menos por ahora.

Aún así, la realidad es que en el PP desconfiaban de que Vox fuera a cumplir con su amenaza. Hasta el último momento dudaron y también pensaron que podía haber rupturas solo en algunos gobiernos. En realidad, ese era el plan inicial de Vox. Como publicó este diario, en el partido ultra estaban seguros de que algunas comunidades se iban a negar al reparto de menores migrantes no acompañados en Canarias -el asunto que terminó de desatar la crisis entre los dos partidos- aunque fuera en forma de abstención. Pensaban que se replantearían el voto afirmativo y, en ese caso, evitarían la ruptura. Pero no fue así. Todas las CCAA del PP aceptaron la acogida. En palabras de Abascal “fue Feijóo quien les obligó” a pesar de saber “el disgusto” que implicaba para su socio”.

Y en ese momento el líder nacional dio por hecho que la ruptura tendría que afectar a todos los territorios. No había vuelta atrás. La inestabilidad es inevitable. Al menos, en lo parlamentario. Los cinco gobiernos autonómicos compartidos necesitarán el apoyo externo de los ultra o recurrir al PSOE si se presta. En el PP nunca pensaron que habría una ruptura tan pronto. Sí sabían que podía producirse cuando faltara un año de legislatura para preparar el siguiente envite electoral.

La comparecencia de Abascal estuvo centrada en atacar a Feijóo por todos los frentes, intentando dibujar un líder de la derecha que pacta los grandes asuntos con Pedro Sánchez, al que llamó “autócrata corrupto” en varias ocasiones. El líder de Vox considera “una estafa” el pacto del Consejo General del Poder Judicial y el propio acuerdo entre conservadores y socialistas en la Unión Europea. Pero ha sido la inmigración, una de sus grandes banderas ideológicas (también del resto de la extrema derecha del continente) lo que ha terminado de detonar la crisis.

Los populares siguen pensando que es “una coartada” y que, en realidad, Abascal ya tenía pensado romper. Que solo utilizó el reparto de menores como una excusa. Este giro coincide con un momento importante en el plano internacional. Vox ha decidido formar parte del grupo europeo del primer ministro húngaro, Víktor Orban, que se convierte en el tercer partido de la Cámara. En él también estará la francesa Marine Le Pen, que vio frustradas sus posibilidades de gobernar en Francia tras la segunda vuelta de las legislativas. Y en noviembre en Vox cuentan con una victoria de Donald Trump. 

El líder de Vox tiene una hoja de ruta a largo plazo. Y la distancia con Feijóo no puede ser mayor. Para exhibirla Abascal ha sacrificado los cinco gobiernos autonómicos que tenía y renuncia a la presencia institucional. En el PP lo ven “un suicidio” y en Vox “la continuidad” de su hoja de ruta. También insistió el líder ultra en que “los electores” de su partido y los de su rival en la derecha “comprendrían sus motivos”. “Nadie nos ha votado para aceptar la política migratoria de este Gobierno ni para pactar con Sánchez”, recalcó.

A la espera de ver las consecuencias inmediatas, más allá de los ceses de todos los vicepresidentes y consejeros que ya se fueron produciendo gota a gota en la noche del jueves, la etapa que se abre puede ser tan inesperada como inestable.