Perfil

Sergi Sabrià, el 'fontanero' de Aragonès que se peleó con Junqueras

El viceconseller del Govern, la persona a quien más poder delegó el president de la Generalitat, dimite por los polémicos carteles del alzheimer de Maragall

El viceconseller Sabrià dimite por los carteles de Maragall pero niega cualquier vínculo con la acción

La autoría de los carteles contra Maragall ahonda en la crisis de ERC y pone a Sabrià en el foco

El viceconseller Sabrià sigue los pasos de Aragonès y dejará la política institucional

Imagen de archivo del exviceconseller del Govern Sergi Sabrià.

Imagen de archivo del exviceconseller del Govern Sergi Sabrià. / FERRAN NADEU

Quim Bertomeu

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Existe en política el término 'fontanero' para definir a aquellas personas que, entre bastidores, trabajan para que las cosas pasen. Tienen casi el mismo poder que los líderes políticos a los que secundan, pero no viven en el foco, sino en la sombra, allí donde todo es más difuso. Si alguien ha sido el 'fontanero' de ERC por excelencia de la última década, y en especial del president Pere Aragonès en los últimos tres años, ese ha sido Sergi Sabrià (Palafrugell, 1975). Este jueves ha dimitido de su cargo de viceconseller por la polémica de los carteles difamatorios contra el expresident Pasqual Maragall que pretendían beneficiar electoralmente a su hermano, Ernest Maragall, en los comicios municipales.

Sabrià se forjó en cargos intermedios del Govern tripartito (2003-2010) y luego en la política municipal -fue alcalde de su municipio entre 2009 y 2011-, pero su entrada en primera división llegó en 2016 cuando Oriol Junqueras y Marta Rovira le encargaron llevar la comunicación de ERC. En su discurso de despedida de este jueves, él mismo ha explicado que, cuando llegó al cargo, no sabía "ni un carajo" del tema, pero ha reivindicado que, con el tiempo, Esquerra evolucionó. "Profesionalizó la comunicación del partido", le reconoce un excolaborador suyo. Lo hizo hasta el punto que, bajo su mando comunicativo, ERC logró sus mejores resultados: dos victorias en las elecciones generales, una en las municipales y el aterrizaje a la presidencia de la Generalitat.

Hay una noche clave en su trayectoria política, la de las elecciones catalanas de 2021. Él fue el jefe de campaña y ERC, por algo más de 30.000 votos, quedó por delante de Junts y logró la presidencia de la Generalitat. Una derrota, probablemente, le hubiera supuesto el billete de regreso a casa. Pero Esquerra resiste y Aragonès se lo lleva al Palau de la Generalitat y le da todos los galones para hacer y deshacer.

Alguien que lo ha tratado lo define así: "Ha sido el bombero, el mecánico y el fontanero. Todos los temas, los grandes y los pequeños, pasaban por él". Los presupuestos, las trifulcas con Junts, la sequía, la última polémica con el conseller de turno o la interlocución con Madrid. Todo pasaba por su mesa. Otro miembro de la Generalitat explica de esta forma su poder: "Si tenía que cuadrar a un conseller lo hacía y tenía ascendencia para hacerlo". Este elogio para unos, ha sido una concentración de poder excesiva a para otros. Todo con carácter "fuerte" y, a veces, "desmedido".

El último escalafón en su trayectoria lo subió en enero cuando Aragonès lo ascendió a viceconseller. Era el reconocimiento formal al poder que ya hacía años que venía asumiendo de manera informal. El president hubiera querido agotar su mandato con él a su lado. Tras presentar su dimisión, Aragonès le ha agradecido su "compromiso y dedicación" y por "estar siempre allí". Su relación ha funcionado, previsiblemente, por la teoría del yin y el yang: dos caracteres opuestos que se han ido complementando.

Un final abrupto

El mismo poder que le ha dado relevancia también le ha granjeado enemigos, dentro y fuera de la organización. Quienes le reconocen su importancia en la victoria de 2021, también les responsabilizan en gran parte de la derrota de hace un par de meses. Su relación con los medios de comunicación nunca fue fácil. El último de sus críticos ha sido alguien que hace no tanto hubiera resultado difícil de creer, el exlíder del partido, Junqueras. Sabrià ha reconocido que llevan un año sin hablarse.

La magnitud de la crisis de ERC también se puede medir en su justa medida por su discurso de despedida. Sabrià siempre fue un 'guardián' del mensaje. Fue quien veló por que el partido diera una imagen de piña y no trascendiera ni un atisbo de ruido interno. Todo el mundo debía remar hacia la misma dirección. En cambio, este jueves se ha ido exhibiendo en carne viva la fractura interna de la organización y, en especial, la suya con Junqueras. Lo ha hecho con esta frase: "ERC siempre será un proyecto colectivo y nunca, nunca, nunca, será el proyecto de una sola persona".

El Sabrià de hace un tiempo hubiera amonestado al Sabrià de hoy, pero hoy ERC es una formación partida en dos, justo lo que siempre quiso evitar.

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