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Óscar Alzaga: "Juan Carlos vive en un país recóndito en reconocimiento de sus responsabilidades"

Uno de los considerados padres de la Constitución de 1978 estima que la abdicación en el príncipe Felipe salvó a la institución monárquica del desprestigio y el ocaso

El rey Juan Carlos sale a navegar a bordo del Bribón en el primer día de regatas en Sanxenxo

Un rey no puede delinquir y parece obvio que cuando lo ha hecho el Gobierno le ha hecho dimitir, es decir, abdicar

Beetz Brothers Film Production

Ernesto Ekaizer

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Óscar Alzaga Villaamil (Madrid, 1942) me concedió esta entrevista para analizar la situación de la Corona española a la luz de la caída de Juan Carlos I. Me interesaba conocer especialmente su punto de vista porque él escribió, en calidad de asesor de la ponencia constitucional en 1978, sobre el "improbabílisimo" caso de que el rey delinca, situación que se había cumplido con el rey Juan Carlos (abonó tras advertencias de la Fiscalía del Tribunal Supremo de que se le estaba investigando 678.393,72 euros a la Agencia Tributaria, en diciembre de 2020, y más tarde otros 4.395.901,96 euros, incluyendo intereses de demora y recargos, en febrero de 2021). Alzaga fue diputado en el Congreso de los Diputados por la Unión de Centro Democrático (UCD) entre 1978 y 1987. Catedrático de Derecho Político, como entonces se llamaba la asignatura, procedía Alzaga de la Democracia Cristiana durante la oposición al franquismo (estuvo confinado bajo el estado de excepción de enero de 1969 en Cueva de Ágreda y en Almenar de Soria) y se incorporó con sus compañeros en la UCD. Es quizá a quien más ministerios ofrecieron Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo, respectivamente, propuestas que no aceptó y se concentró en su trabajo en la Comisión de Asuntos Constitucionales del Congreso y poco después en la presidencia de la Comisión de Interior. En 1987 dejó su escaño de diputado y se despidió de la política.

DON JUAN Y EL PRÍNCIPE QUE PONE FRANCO

Yo quedé fuera de la ponencia constitucional porque en ese momento no fui elegido diputado en la lista de Unión de Centro Democrático (UCD) de Madrid, quedé en puertas, pero no entré. Hicieron correr la lista de Madrid nombrando a un diputado fiscal general del Reino. En ese momento estaba constituida la ponencia, pero he aquí que en la ponencia no había ningún catedrático de Derecho Constitucional. Los tres ponentes de UCD eran juristas pero de cuerpos de la época de la administración del Estado, para cuyo ingreso no se pedía saber derecho constitucional. Entonces yo me convertí en asesor, sobre todo a partir del momento en que hay una crisis en la ponencia entre el representante del Partido Socialista, Gregorio Peces Barba, y los ponentes de UCD. Y era público y notorio entonces que quién era amigo de Gregorio era yo. Para reconstruir el diálogo con él se crea una especie de 'segunda ponencia nocturna' que se reunió muchas veces durante cerca de dos meses.Y en esa ponencia yo ya soy la persona que negocia en nombre de UCD. Tenía a mi favor la condición que era respetado por ser catedrático de la asignatura, que en aquella época se llamaba Derecho Político.

Hablemos de los primeros contactos con el príncipe Juan Carlos. ¿Cómo pesó el hecho de que él aceptase la voluntad del dictador Francisco Franco para hacer de él el rey de España y no a su padre, don Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII, que era a quien le correspondía por orden dinástico?

Yo diría que en el seno de la oposición democrática, don Juan de Borbón, el padre de Juan Carlos, era respetado, y quienes no éramos monárquicos por tradición familiar, respetábamos a don Juan. Era una persona que se había quedado en el exilio, en las afueras de Lisboa, en Estoril, y mantenía en su consejo de asesores un porcentaje de monárquicos que estaban en la oposición democrática mayoritaria. Él se encontraba muy cómodo con los demócratas, con los que propugnaban la necesidad de conquistar un estado de derecho, en su forma de pensar no encajaba la idea de que a la muerte de Franco se pudiera mantener una singularidad de régimen postotalitario, es decir, el franquismo. Consiguientemente, quienes estábamos en la oposición sentíamos cierto respeto hacia don Juan. Cuando Franco, como es público y notorio, pacta con don Juan que su hijo Juan Carlos venga a España a estudiar para que se vaya preparando a fin de que conozca bien el país, su cultura, sus tradiciones, se inicia un proceso que luego vemos que deriva en que Franco piensa en nombrar directamente al príncipe Juan Carlos, al nieto de Alfonso XIII e hijo de don Juan, su sucesor.

¿Cuál era en aquellos momentos, tras la muerte del dictador, la relación que mantenía la oposición con el príncipe Juan Carlos?

Yo no tenía ninguna relación con don Juan Carlos. Diré que los cuadros dirigentes de la oposición democrática no nos sentíamos próximos a don Juan Carlos en ningún sentido.

¿Por qué?

Nos parecía un príncipe que había puesto Franco ahí, en un momento dado, ya con la voluntad declarada de las Cortes franquistas de que sea el príncipe heredero. Sí recuerdo que cuando Franco ya está muy mal, en el consejo de redacción de la revista Discusión y Convivencia, cuyas siglas DC, Democracia Cristiana, se ponian en letras grandes, en dicho consejo de redacción, en que había un porcentaje de monárquicos juanistas significativo se plantea que debíamos pedir hora al príncipe Juan Carlos para exigirle que él asumiera a la muerte de Franco la iniciativa de avanzar hacia una democracia plena como las que nosotros queríamos, como las que existían en Europa. Pedimos la entrevista y nos la concedió. 

PRIMER ENCUENTRO EN LA ZARZUELA

¿Qué pasó en dicho encuentro?

Fuimos a verle al Palacio de la Zarzuela y el vicepresidente de nuestra revista, un abogado de prestigio ya fallecido hace años le explicó las razones de nuestra preocupación en aquel trance para que la monarquía se identificara con la necesidad de institucionalizar una democracia occidental de características de las que había en Europa, en nuestro país, en un proceso que se debía iniciar tan pronto Franco muriese, en el que el príncipe heredero debería estar al frente. Era, en esencia, lo que le vino a decir.

Primer encuentro decepcionante de los demócratas con el príncipe Juan Carlos

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¿Cuál fue su reacción?

Cuando terminó de hablar, el príncipe Juan Carlos se dirigió a una de las personas que estaba allí y le dijo: 'José, ¿cómo estás? ¿Qué tal tu mujer? Dale muchos recuerdos, hace mucho que no la veo'. Y saludó a otra persona y le apuntó: 'A ver si coincidimos en una cacería'. Ese fue el estilo. No quiso hablar una palabra sobre lo que veníamos a decirle. Él estaba comprometido con el proyecto de Franco, del franquismo sin Franco, con el rey al frente. Y por tanto, los demócratas decidimos que el futuro rey Juan Carlos no podía ser un interlocutor en aquel trance. Y todos los diálogos que conllevaron la Transición se hicieron sin contar con el príncipe Juan Carlos.

SIETE LÍNEAS SOBRE EL REY DELINCUENTE

Vayamos a un tema, vamos a unas siete líneas tuyas que retrospectivamernte me han impactado. Cuando se debate la Constitución en el año 78, tú escribes siete líneas que a mí me parecen muy interesantes de cara al futuro. Dice así tu texto, en el Comentario Sistemático de la Constitución Española. Estamos en julio de 1978. “Es obvio que en una monarquía parlamentaria contemporánea la hipótesis de que el rey delinca no debe estar prevista en la Constitución y de llegarse al caso improbabilísimo de que tal supuesto se hiciera realidad, nos encontraríamos ante el desprestigio, y por ende ante el ocaso de la institución monárquica”. Enrique Gimbernat, catedrático de Derecho Penal de la Universidad Complutense había advertido de que el anteproyecto constitucional “se negaba a afrontar la incómoda posibilidad de un monarca delincuente”. Esa difícil situación, en efecto, tuvo lugar…

En el proceso de la transición, los demócratas tenemos muy claro que la única monarquía que se puede asumir en España es una monarquía parlamentaria. A imagen y semejanza de las monarquías parlamentarias que estaban vigentes en Europa en ese momento. Por ejemplo, en Bélgica. Por ejemplo, los Países Bajos, donde la figura del rey está sometida a la legalidad, a las normas de su estado de derecho. No está por encima. Tampoco puede modificar las normas, ni las puede contradecir o incumplir. Y esa necesidad de un rey respetuoso con el estado de derecho y con el ordenamiento jurídico democrático que tiene que cumplir, con la arquitectura jurídica que él no puede modificar, la tenemos muy clara los demócratas desde antes de empezar el debate de las Cortes Constituyentes. Se comunica a los franquistas. Y los franquistas lo asumen. De modo y manera que la Constitución Española de 1978, desde el punto de vista de la redacción de algún artículo quizá, podrá haberse hecho un poquito mejor. Pero en realidad es una asunción de los textos constitucionales monárquicos de los países miembros de la Comunidad Europea que gozan de una monarquía en aquel momento.

En 1978 tenemos claro que el rey no está por encima de la legalidad ni puede modificarla

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Ahora, en concreto sobre la posibilidad de que un rey pueda delinquir no se adoptó finalmente ninguna provisión, por así decir. Gimbernat, por ejemplo, señalaba que no se había previsto su enjuiciamiento por el Tribunal Supremo, previa autorización del Congreso.

El rey, que está sometido al estado de derecho, insisto, no puede contradecir ni las normas civiles, ni las mercantiles, ni las administrativas, ni las penales. Es decir, no puede delinquir como sí había ocurrido en nuestra historia del siglo XIX o en periodos anteriores. Eso era y es una premisa incuestionable para nosotros que está aceptada a la hora de la redacción de nuestra Constitución, aún hoy vigente. Ni puede delinquir ni puede contradecir ninguna ley. Da igual si la ley es civil, mercantil, tributaria, administrativa o penal. Porque como él no tiene facultades para modificarla ni derogarla, tiene que cumplirlas como tú y como yo

Ese caso “improbabilísimo” de un rey delincuente finalmente ocurrió.

Es cierto que, según parece obvio, en un momento dado el Gobierno español tiene información de que el rey Juan Carlos ha tenido comportamientos que suponen un incumplimiento de la legislación vigente, lo que hace al presidente del Gobierno de aquel momento [Mariano Rajoy] pedirle que dimita, es decir, que abdique. Y no sabemos cómo se produce ese diálogo, pero sabemos que Juan Carlos efectivamente abdica en favor de su hijo. Y la fortuna que tiene nuestra sociedad es que lo mismo que don Juan, el padre del rey Juan Carlos, era una persona seria, respetada por la sociedad, por su forma de ir por la vida, es que su hijo, el príncipe Felipe, es una persona que respeta el estado de derecho y quiere atender, cumplir y respetar los parámetros del estado de derecho. El hijo de Juan Carlos no ha salido al padre, ha salido al abuelo y por lo que sabemos hasta ahora, es una persona seria que nos recuerda al abuelo. Lo que ocurre en España, por tanto, es que hay una solución sencilla al tema: que abdique el padre poco serio y se haga cargo de la corona el hijo serio. Y ante esa solución con independencia de que unos u otros ciudadanos estén más a la derecha, más a la izquierda, más al norte, más al sur, a todo el mundo le parece razonable y eso es lo que se ha hecho.

Un rey no puede delinquir y parece obvio que cuando lo ha hecho el Gobierno le ha hecho dimitir, es decir, abdicar

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Se han hecho guiños del nuevo rey de erigir un muro respecto de su padre.

El hijo ha marcado una distancia pública y notoria con el padre y la institución como tal ha quedado al margen de los errores, los incumplimientos y los patinazos del padre, que ahí están.

LA SEMÁNTICA DE LA INVIOLABILIDAD

La inviolabilidad del arítculo 56.3 de la Constitución ha sido invocada por los fiscales para librar a Juan Carlos I de algunos de los hechos durante el ejercicio de su cargo. ¿En qué se inspiró esa inviolabilidad?

Lo consideramos semántico. Esos preceptos vienen de otras constituciones monárquicas, históricas, europeas. Y eso significa que no se concibe en nuestra tradición un estado de derecho en que al rey se le pueda sentar en el banquillo y pueda encontrarse defendiéndose de acusaciones del Ministerio Fiscal, por ejemplo. El rey tiene que mantener una línea de conducta, un comportamiento impecable. Es decir, con total respeto de las normas éticas y jurídicas por las que se rige una sociedad. Como es natural, el rey tiene que ser consciente de que si en algún momento incumple esas normas, se está creando una situación insostenible. Eso es lo que pasa con el rey Juan Carlos I. Tiene que dimitir y tiene que hacerse cargo de la corona el hijo, que afortunadamente es el contrapunto de la forma de entender la vida que tiene su divertido padre. Es que el rey Juan Carlos, en virtud de sus comportamientos, de sus actitudes y de sus actos, se va del país a otra nación lejana. Como es natural, el que viaje allí no lo hace porque allí tenga familia ni porque allí tenga algo concreto que hacer. Digamos que el título segundo de la Constitución sobre la Corona no provocó debates. Había consenso, estaba hablado con el PSOE y con la derecha de Alianza Popular. Lo mismo que hubo otras zonas muy problemáticas, como la ordenación territorial y otras, con la corona, no. Por la actitud del PSOE que históricamente fue un partido republicano y que en ese momento entiende que lo más práctico o más razonable, lo menos problemático es aceptar la monarquía. Y eso sí, vaciarla de poder, y andando…

DESPRESTIGIO Y AUTODESTIERRO

Volvamos a la abdicación de Juan Carlos. Mantenerse como rey ¿suponía el riesgo de desprestigio y ocaso de la monarquía como institución como usted escribió en 1978?

Evidentemente, el comportamiento del rey Juan Carlos que le lleva a vivir en un país recóndito que está fuera de nuestra Unión Europea, es el comportamiento de una persona que supone un reconocimiento tácito de sus responsabilidades. Hoy la institución tiene un rey que es el contrapunto del padre. Es un rey de conductas muy cautelosas y respetuosas con nuestro ordenamiento jurídico, que admira la trayectoria de su abuelo don Juan que estuvo en el exilio, que nada que ver con esa aproximación al franquismo que vivió su padre y que nadie hasta ahora ha podido criticar ninguna conducta con fundamento. Eso ha conllevado que el desprestigio de don Juan Carlos no se ha trasladado hoy a la Corona. Según las encuestas, este país no cree que hay que limpiar la forma del estado, vamos, que haya que acabar con la monarquía. Cree que se ha hecho lo que había que hacer, que es despedir a un rey que no se ha caracterizado por ir por la vida con la plena pulcritud que corresponde a quien está en esa institución representativa y emblemática. Y España hoy tiene muchos problemas, pero no tiene ese problema gracias al nieto de don Juan, el actual monarca. Y me parece que el rey Juan Carlos, en su estancia tan singular, en ese país tan lejano no ha conseguido un final de su trayectoria en dignidad. Un final de su trayectoria en familia, en tranquilidad. Es una especie de… yo diría de reclusión…

Si el rey tiene que sentarse en el banquillo o responder ante la Fiscalia, como en el caso de Juan Carlos, se ve abocado a abdicar

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¿De autodestierro?

De autodestierro.

¿Te has sentido defraudado con el rey?

¿Con el rey Juan Carlos? Hombre, el verbo defraudar yo no lo emplearía para decir que me siento defraudado por el rey Juan Carlos. Porque te sientes defraudado cuando has confiado en alguien, has puesto en él tus temas y él se ha comportado mal contigo. Nosotros no hemos puesto en manos del rey Juan Carlos nunca nada, en manos del rey Juan Carlos no se pone el volante de la nación española, en manos del rey Juan Carlos no se pone nada que le permita a él decidir sobre los problemas de la nación española, ni de sus políticas educativas, sociales, o económicas, de ningún tipo. Es que es una figura representativa. Evidentemente cuando sus actitudes y comportamientos son incompatibles con la representación digna del pueblo español, el pueblo español, muy correctamente, busca a través de su gobierno que el rey dimita, salga de España y su hijo digno se haga cargo de la representación. Volvemos a tener un representante digno y no le dedicamos tiempo al rey Juan Carlos. No representa a la sociedad española.

EL PSEUDOGOLPE DEL 23-F

Y sobre lo que podríamos quizá llamar la leyenda de Juan Carlos, los misterios del llamado golpe de estado militar del 23F…

Yo algo sé y te puedo decir, sin meterme en temas de fondo de ese pseudogolpe. Los organizadores del pseudogolpe llaman un día antes al rey Juan Carlos para darle cierta información de lo que va a ocurrir, cuando ya está convocada la sesión de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo el 23 de febrero de 1981. Suena el teléfono del presidente del Congreso de los Diputados [Landelino Lavilla, demócrata cristiano como Óscar Alzaga]. Es el rey Juan Carlos. En ese momento no está Landelino, se ha ido al aseo y coge el teléfono un amigo mío. Este amigo me cuenta que don Juan Carlos está muy nervioso, y que dice que le pide que le llame inmediatamente, cuando pueda, el presidente del Congreso [Landelino Lavilla]. Vuelve del lavabo Landelino Lavilla y mi amigo le dice: 'Ha llamado el rey y ha dicho que le llames, salgo para que hables con el rey'. Landelino le dice: 'Quédate, no tengo secretos con el rey, siéntate'. Y mi amigo escucha la conversación. Juan Carlos le dice que le han dado información de que puede producirse un golpe militar en la tarde del 23F y que se puede presentar alguna unidad militar en el Congreso de los diputados. Landelino Lavilla le dice que eso no le parece probable, y que, en cualquier caso, el Congreso de los Diputados tiene convocada la sesión de investidura para el día siguiente [23 de febrero de 1981], ya aprobada por la Mesa del Congreso y la Junta de Portavoces, con las invitaciones cursadas y que no se puede cancelar. Juan Carlos le traslada la preocupación, tiene la llamada de los que estaban implicados en el falso golpe, quienes le avisan a don Juan Carlos, porque está previsto que sea don Juan Carlos el que termine con el golpe. Y a mi ésto me lo ha contado Landelino Lavilla, quien falleció en 2020 y me lo contó, como es natural, cuando estaba sobre la tierra. Landelino y yo teníamos mucha confianza y me contó la conversación con el rey. Cuando vio entrar a Tejero, al día siguiente, el 23F, acompañado no por militares, sino por guardias civiles de tráfico, porque aquello fue una operación harto exótica, se acordó inmediatamente de la llamada de don Juan Carlos. No fue un golpe militar aquello.

En 1978 aunque el Psoe es un partido republicano consideró más práctico la monarquía

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Es decir, existía un guión.

Juan Carlos simplemente hace unas cosas muy elementales, porque ya está previsto que el falso golpe se venga abajo. Se había creado una unidad de la policía ordinaria de orden público para estos sucesos. ¿Piensas en un golpe y creas una policía de orden público? Lo que quieres crear es un falso golpe. Esa pequeña unidad, cuyo jefe era el suegro de un diputado de UCD por Guadalajara, buen amigo mío, se presentó allí y se hizo cargo de aquello. Y ciertamente no había un golpe militar con una unidad de policía de orden público. Hacer frente a un golpe militar es una cosa del género imposible. Si no hay un golpe militar, pues sí es posible.

El golpe del 23-F fue un pseudo golpe. Sus organizadores llamaron un día antes a Juan Carlos

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Óscar Alzaga concedió a Ernesto Ekaizer, autor del libro 'El rey al desnudo. Historia de un fraude' (Ediciones B, 2021) esta entrevista para la serie documental 'Juan Carlos: la caída del rey' producida por la alemana Gebruederbeetz y emitida en 2023 por la plataforma SkyShowtime.

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