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Josep Rull, el primer preso por el 1-O que regresa a la primera línea institucional

Junts propone a Josep Rull para presidir el Parlament y ERC se inclina por votarlo

Al minuto | Constitución de la Mesa del Parlament de Catalunya, en directo: última hora sobre la presidencia y votación

Josep Rull, tras ser nombrado presidente del Parlament

Josep Rull, tras ser nombrado presidente del Parlament / Zowy Voeten

Carlota Camps

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Josep Rull (Terrassa, 1968) se ha convertido este lunes en el primer preso condenado por el referéndum del 1-O que consigue regresar a la política institucional tras los indultos y con la amnistía aprobada, pendiente de aplicación. El exconseller ha sido proclamado presidente del Parlament, con el apoyo de Junts, ERC y la CUP, en un acuerdo forjado para evitar que el PSC se hiciera con el mando. Rull pasó más de tres años en prisión, pero fue exonerado por el Gobierno y vio recortada su inhabilitación con la reforma del Código Penal que derogó la sedición, por lo que no ha tenido que esperar a que un juez le aplique la amnistía para volver al carril institucional, como sí requieren otros dirigentes como Jordi Turull u Oriol Junqueras.

Rull, que ocupó la cartera de Territori entre 2016 y 2017, fue número tres de la candidatura de Junts a las elecciones catalanas del pasado mes de mayo. Sin embargo, antes de la convocatoria de elecciones anticipadas, había despuntado como posible candidato si finalmente el expresident Carles Puigdemont declinaba concurrir a los comicios, y fue el encargado de sustituirle en todos los debates a los que no pudo asistir presencialmente porque sigue fuera de España.

Forjado en las juventudes de Convergència

El flamante nuevo jefe de la Camára conoce bien los entresijos de una institución a la que entró por primera vez como diputado en 1997, y de la que ya fue secretario tercero de la Mesa entre 2010 y 2015. Sin embargo, su carrera política comenzó mucho antes. Con 18 años, se afilió a las juventudes de Convergència, las JNC, organización de la que fue secretario general entre 1994 y 1998, al lado del 'exconseller' Carles Campuzano, ahora el Govern pilotado por Esquerra.

Unos años más tarde, en 2003, fue por primera vez candidato a la alcaldía de su ciudad, Terrassa. Estuvo 10 años picando piedra como concejal de un ayuntamiento eminentemente socialista, llegando a acariciar la vara de mando en 2011, cuando recortó distancias y quedó a solo dos concejales del PSC de Pere Navarro. Un resultado insuficiente, pero que le terminó de aupar internamente. En 2012 fue elegido secretario de organización de CDC, en una ejecutiva liderada por Oriol Pujol, que muy pronto se vio empañada por el caso de las ITV.

Pero la posición de más rango, la de conseller, la consiguió en 2016, cuando el entonces president Puigdemont le nombró al frente de Territori i Sostenibilitat, posición que ocupó hasta su destitución con la aplicación del artículo 155 de la Constitución tras la declaración unilateral de independencia fallida.

Su papel en el 1-O

Rull, de convicciones firmes, fue el único miembro del Govern del 1-O que acudió a su puesto de trabajo el lunes posterior a la suspensión de la autonomía, tal y como se había pactado el ejecutivo en un primer momento, y mientras Puigdemont y otros miembros de su Govern ya estaban en Bruselas. Rull colgó una fotografía en la que se le veía trabajando en su despacho, con el periódico del día encima de la Mesa, las cartografía de Catalunya en la espalda y el cohete de admirado Tintín en el fondo. Durante su etapa en la conselleria tuvo como principal escudero a Damià Calvet, quién le sustituyó en el cargo cuando fue encarcelado.

Ahora tiene el reto de dirigir la Cámara, pero también de rehacer los puentes entre independentistas, ya que su elección confirma los primeros pasos de Esquerra, en plena convulsión interna, para recuperar la unidad en pro de una presidencia para Junts que él ejemplifica. Sin embargo, el talante dialogante de Rull, del que ha hecho especial bandera en su primer discurso como president, tampoco genera anticuerpos en el PSC, que aspira a poder amarrar el apoyo de los republicanos a una futura investidura de Salvador Illa, una vez la de Puigdemont haya fracasado.

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