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Los incentivos de ERC y Junts para apoyar a Sánchez tras la ley de amnistía

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Júlia Regué

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La ley de amnistía ya es una realidad parlamentaria, pero su aplicación está en manos de lo que decidan los jueces. Catalunya cierra así la etapa del referéndum del 1-O con un independentismo desnortado que señala al referéndum mientras trata de recomponerse tras el revés en las urnas. Ya no suman mayoría y Salvador Illa puede convertirse en president. Si los magistrados interpretan la norma siguiendo el espíritu del legislador, Carles Puigdemont podrá regresar a Catalunya sin ser detenido, y Oriol Junqueras podrá volver a ser candidato. Lo que no está claro es cuándo. Y, con todo, Pedro Sánchez ya ha pagado la deuda por su investidura. ¿Y ahora qué? ¿Qué incentivos tienen ERC y Junts para seguir sosteniendo su mandato?

La unidad independentista

Los dos partidos independentistas se emplazan a recuperar la unidad estratégica, pero no porque hayan firmado la paz, sino porque Illa es quien tiene más números de convertirse en president. Asumen que el resultado del 12 de mayo y la posible pérdida del mando de la Generalitat les resta la legitimidad sobre la que habían construido todas sus demandas en el Congreso, por lo que negocian para evitar perder una cuota de poder: la Mesa del Parlament.

La jugada pasa por que Junts y la CUP, con el concurso de los Comuns, aúpen a un candidato republicano que dé paso a Puigdemont como primer postulante a la investidura. No lo conseguirá porque requiere de la abstención del PSC, pero con esta carambola Junts tendrá el escaparate institucional para exhibir el regreso de su líder moral, Esquerra no podrá ser señalada como 'traidora' por los sectores más irredentos del independentismo y el órgano rector será una suerte de contrapoder a una presidencia de una Generalitat socialista.

La crisis en ERC

En el PSC se proponen convencer a los republicanos de que ellos también pueden darles su lugar en la Mesa y que está en su mano evitar una repetición electoral. Cuentan con el espaldarazo de los Comuns lograrlo. Y es que, en el fondo, también está en juego la gobernabilidad porque Illa requerirá del apoyo parlamentario de Esquerra para sobrevivir en minoría. Sin embargo, ERC se exhibe desacomplejada, con su crisis abierta tras la ruptura del tándem entre Oriol Junqueras y Marta Rovira, y dice no tener miedo a repetir los comicios, pero ello dependerá de la decisión de unas bases que esperan ser cortejadas por sus dirigentes en disputa.

En las filas socialistas son conscientes de que la negociación pasa por Ginebra, sin que esto suponga perder el hilo de interlocución con Junqueras. Rovira lidera el aparato del partido y pilotará la negociación mientras decide quién es el mejor candidato para plantar cara al todavía presidente de la formación por el control del cuartel. La relación entre los dos líderes es crítica: la elección del equipo negociador generó tensiones (finalmente Junqueras logró incluir a su hombre de confianza, Oriol López), pero también cómo publicitar el rédito de la ley de amnistía y cómo difundir las decisiones.

El avance electoral

ERC y Junts seguirán compitiendo en el Congreso, pero antes deben resolver el escenario en Catalunya para no entregar a Illa, siendo president, triunfos que ellos hayan cosechado. El jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, alienta ya un adelanto electoral de las generales porque Sánchez puede convocar elecciones desde el 29 de mayo, justo un año después de la disolución de las Cortes, pasado el plazo que marca la ley, pero el jefe del Gobierno solo obedece a sus propios cálculos y tiene encuestas favorables sobre el 9 de junio, así que deberá atender los movimientos de sus socios, y esperar, al menos, hasta constatar si Illa ocupa la Generalitat.

Su as en la manga para lograr los Presupuestos puede ser un retoque a la ley de amnistía para su aplicación por parte de los jueces que discrepen. Si no consigue sacar adelante las cuentas, el terreno de juego se complica. ERC y Junts están dispuestos a situar el referéndum y la financiación en la ecuación, pero no les interesa que una cita con las urnas propicie un gobierno de PP y Vox.

En el tablero catalán, es cierto que Puigdemont podría sacar partido a su particular duelo con Illa, pero en el campo estatal arriesgaría la influencia de la que dispone sobre el PSOE. El espacio de negociación en Suiza estaría en peligro y la estrategia posconvergente de regresar al carril del pragmatismo solo habría cosechado una amnistía que los republicanos ya habían exigido. Esquerra necesita tiempo para reordenarse y una campaña electoral podría ser demoledora si se da después de una posible investidura de Illa. Todavía hay tiempo y, por ahora, nadie acecha.

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