Tras las elecciones generales

El 23-J impacta en los equilibrios de Aragonès para agotar la legislatura catalana

El PSC afloja la presión al Govern para no torpedear un pacto de Sánchez con ERC y Junts

ERC designa los negociadores para la investidura y abre debate interno tras el declive electoral

Rovira y Turull inician los contactos para exigir un precio conjunto para la investidura de Sánchez

El 'president' de la Generalitat, Pere Aragonès, y el jefe de la oposición, Salvador Illa, en el pleno de esta semana

El 'president' de la Generalitat, Pere Aragonès, y el jefe de la oposición, Salvador Illa, en el pleno de esta semana / ANDREU DALMAU / EFE

Sara González
Carlota Camps
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La misma noche del 23-J el 'president' Pere Aragonès y el líder del PSC, Salvador Illa, se intercambiaron mensajes de "cortesía". El primero estaba en plena digestión del golpe que supone para ERC haber perdido 400.000 votantes de un plumazo respecto a 2019. El segundo, celebraba una victoria aplastante con 19 diputados -una docena más que los republicanos- y haber completado el triplete después de que los socialistas hayan sido los más votados en las últimas catalanas, en las municipales y, ahora también, en las generales. Situaciones antagónicas que ambos saben que tendrán que gestionar a la hora de buscar el punto medio para las negociaciones de la investidura de Pedro Sánchez, pero que también zarandearán la legislatura catalana a partir del próximo otoño.

Todo queda en 'stand by' en el Parlament hasta pasado el descanso estival, pero el presidente de la Generalitat deberá decidir a partir de septiembre cómo continúa transitando su mandato, un rumbo que esbozará en el debate de política general de finales de septiembre. ¿Continuará gobernando con tan solo el apoyo de 33 diputados? ¿Buscará nuevos socios para garantizarse una mayor estabilidad? Estos son los tres escenarios con los que Aragonès puede encontrarse en el próximo curso político.

Buscar una nueva alianza independentista

Buscar una nueva alianza independentista

La nueva aritmética en Madrid, que hace imprescindibles los votos tanto de ERC como de Junts para lograr la investidura de Sánchez pese al correctivo electoral que han sufrido, ha vuelto a poner sobre la mesa la reconstrucción de un frente común del independentismo que Aragonès querría que tuviera continuidad más allá de las negociaciones sobre cómo actuar en el Congreso. Aunque se antoja difícil a juzgar por los precedentes.

En octubre se cumplirá un año de la salida de Junts del Govern, una decisión que fue el detonante de una pérdida de poder institucional de los posconvergentes que ha ido en aumento, al mismo tiempo que a los republicanos les ha tocado morder el polvo en el Parlament. Aunque el regreso al ejecutivo no está encima de la mesa, en su búsqueda de cierta estabilidad ERC priorizará la tregua con Junts y con la CUP con el argumento de reflotar el voto independentista tras un descenso de apoyos del que no se escapa ninguno de los tres.

Si eso es viable o no empezará a vislumbrarse en cómo concluye el frente común para la investidura de Sánchez y tendrá como prueba del algodón los próximos presupuestos catalanes. En Junts no falta quien querría que ese camino prosperara con vocación de recuperar el perfil de partido de gobernabilidad. Pero también hay quien querría todo lo contrario, ya que la estrategia de Junts de los últimos años ha sido erigirse en los garantes del proceso independentista y atacar a ERC, cargando contra los frutos de su negociación con el PSOE.

Dos estrategias enfrentadas que hacen difícil vislumbrar cualquier tipo de acuerdo ni en Madrid, ni tampoco en Catalunya. Los posconvergentes pueden tener incentivos, a corto plazo, para colaborar en la gobernabilidad de Aragonès para recuperar un poder institucional que en estos momentos es residual, pero con un poco más de perspectiva les puede beneficiar esperar al desgaste de los republicanos para capitalizarlo ellos en las urnas.

Aunque también hay otra derivada a tener en cuenta: la posibilidad de que entren nuevos actores en el campo independentista que puedan erosionar su espacio. Por un lado, hay la lista 'cívica' que plantea la actual dirección de la ANC y, por el otro, la intención de la alcaldesa de extrema derecha de Ripoll, Sílvia Orriols, de concurrir en unas elecciones catalanas. Junts tendrá que evaluar si, para desactivarlos, es mejor seguir presentándose como el independentista incombustible o intentar tejer una nueva hoja de ruta con ERC.

Transitar de la mano del PSC y de los Comuns

Transitar de la mano del PSC y de los Comuns

Aritméticamente, Aragonès tiene otra suma posible para garantizarse estabilidad en lo que queda de legislatura: la misma con la que aprobó los presupuestos, es decir, con el PSC y con los Comuns. Estos últimos son los que más han abogado por esta entente que presumen de que se haya tejido en el gobierno de la Diputación de Barcelona y que querrían exportar tanto al ayuntamiento de la capital catalana como al Parlament, además de defender que ya ha operado durante cuatro años en el Congreso.

No es, sin embargo, la alianza favorita de ERC en estos momentos, que interpreta que los pactos con los socialistas han lastrado el apoyo recibido en las urnas y que ven en Salvador Illa, que ya ganó las últimas catalanas, una amenaza en la pugna por la presidencia de la Generalitat. Más ahora que el PP ha recuperado pulso en las urnas en Catalunya y ya ofrece a los socialistas replicar el pacto del ayuntamiento al Palau de la Generalitat si los números dan en unas nuevas elecciones catalanas.

De momento, Illa ya ha dejado claro que su apuesta continuará siendo la de "tender la mano" al Govern al mismo tiempo que construye una alternativa, estrategia de la que ha sacado un alto rendimiento y con la que ha ganado centralidad política a costa de pactar a conveniencia tanto con Junts como con ERC. Pese a sus buenos resultados electorales, a Illa le toca contemporizar con los independentistas mientras Sánchez precise de su apoyo para atar la investidura.

Al galope de la inestabilidad

Al galope de la inestabilidad

No es descartable que el Govern de Aragonès no logre afianzar una relación de confianza ni con los unos ni con los otros, cosa que significaría que la legislatura continuaría como hasta ahora: con un ejecutivo sometido a una gran inestabilidad y una ERC que agoniza en cada votación importante en el Parlament. El 'president' tiene intención de agotar su mandato hasta 2025 y, por lo tanto, descarta anticipar las elecciones. Prorrogar los presupuestos será la vía por la que apueste si no logra tejer una mayoría.

Aunque un clima de asfixia creciente a nivel parlamentario haría cada vez más difícil el propósito de no poner las urnas antes de tiempo. Mientras la investidura de Sánchez esté en juego, no será Illa quien presione para acortar la legislatura. Pero una vez pasada esta pantalla o, aún más, si hay una repetición de las elecciones generales, ya será otro cantar.

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